IV

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Halcón pide otra ronda de whisky mientras me cuenta cosas que nisiquiera escucho.

Es mi cuarto vaso de alcohol y todo se ve un poco más distorsionado. Sin embargo, necesito más. No estoy lista para entregarle mi cuerpo a alguien que me produce tanto rechazo y creo que nunca voy a estarlo.

Hago fondo blanco y el diputado me imita. Ríe y yo le sonrío disimulando la bronca. Se acerca suavemente y comienza a besar mi cuello mientras acaricia algo brusco mi cintura.
Cierro fuerte los ojos, casi como un mecanismo de defensa.

-¿Qué te parece si buscamos una habitación?- pregunta mientras lame el lóbulo de mi oreja.

Estoy paralizada. Odiando mi vida, odiando este lugar y odiandolo a él.
Halcón no espera respuesta, toma mi mano y me dirije en busca de una habitación. Imploro en voz baja que todo esto solo sea un mal sueño.

En medio de tanta gente, el Cuervo y uno de sus hombres nos detienen.

-Ricardo, voy a tener que pedirte mil disculpas. Pero alguien ya reservo a Julieta.

-¿Cómo Martín? Nosotros ya estabamos buscando habitación. No me podes hacer esto- respondió el diputado algo molesto.

-Ya sé Ricardo disculpame. Pero quedate tranquilo que tengo preparado algo muy bueno para vos anda con el Loco que te va a llevar.

El diputado se marcho junto al hombre dejando un húmedo beso en mi mejilla que no dude en limpiarme.

-¿Cómo es eso de que alguien me reservó?- pregunté confundida.

-Pagó el doble que este gordo rata- respondió entusiasmado- te esta esperando en la habitación 12.

-No entiendo ¿Por qué me reservó a mi por tanta plata?

-Haces muchas preguntas pelotudas. Yo que mierda sé, anda rápido y atendelo bien- exigió.

Di algunas vueltas dentro del prostíbulo ocultandome de la mirada oscura del Cuervo. Haciendo tiempo, evitando lo inevitable, buscando una salida.

Cuando no encontré escapatoria posible recordé que nada podría ser peor que acostarse con el diputado. Junte valor y me dirigí a la habitación número 12.

Respire profundo, acomode mi top y corrí la cortina de la diminuta habitación.

Cabello verde despeinado, tatuajes y una pequeña cadena en su cuello. Se encontraba semi acostado con una actitud bastante relajada.
Definitivamente era mucho mejor que el diputado.
Me sorprendí demasiado al verlo.

-¿Vos?- pregunté boquiabierta.

Él solo sonrió.
No me siento segura, jamás podría sentirme así en un lugar como este y con un desconocido. Sin embargo, algo extraño en su mirada y en la forma en que actua me hacen sentir cierta tranquilidad.

-Hola ¿no?- dice sentandose en el borde de la cama.

-Hola, no pense que eras vos el que pago tanto... otra vez.

-Digamos que otra vez te vi en una situación complicada.

Frunci el ceño sin entender a que se refería el peliverde.

-Vi la cara de asco que ponías cuando el gordo ese te besaba.

-¿Y vos te crees una mejor opción?- pregunté elevando una ceja.

-Yo no te voy a obligar a nada.

-Pagaste un montón de guita- respondí.

-Bueno, vos elegís.

-Las putas no elegimos. Bah, las putas del Malva no elegimos.

-¿Por qué trabajas acá? Es obvio que no te gusta.

-¿Le preguntaste a una empleada doméstica por que labura limpiando baños si no les gusta?- respondí seriamente- Es lo mismo. Laburo porque necesito plata.

-No es lo mismo. Nadie sufre limpiando baños como sufris vos acá.

-¿Y vos qué sabes de mi sufrimiento? No sabes nada.

-No, no sé nada. Pero veo tu cara y se que la estas pasando mal. También veo los moretones que te dejo tu jefe cuando te tironeo hacia la barra- respondió tocando suavemente los moretones en mi brazo.

Casi por inercia aleje mi cuerpo al sentir el leve roce de sus manos con mi piel golpeada.

-Quedate tranquila, no te voy a hacer nada.

-Esta bien...- respondí tratando de recordar su nombre.

-Tomás, soy Tomás, Julieta. Pero podes decirme C.R.O.

-¿Cómo es que sabes mi nombre?

-Escuche cuando tu jefe te presento con el gordo. Si es que ese es tu nombre de verdad.

-Si, soy Julieta.

El cruel invierno se hacía notar dentro de la habitación, mi piel se encontraba completamente erizada debido a mi poca ropa.

-Hace mucho frío. ¿Querés taparte?- preguntó señalando la manchada frazada que cubría la cama.

-No, estoy bien así.

-Bueno, como quieras. Podes relajarte, yo voy a dormir un rato.

El peliverde se acostó en la cama y cerró los ojos como si estuviera en su casa, como si nada importara.
Me acurruque en un rincón de la habitación y encendí un cigarrillo. Los gemidos y las expresiones de placer atravesaban las paredes, mis ojos estaban fijados en el joven misterioso que comenzaba a roncar.

¿Qué trama? Nadie es tan gentil porque sí. Mucho menos con una prostituta.

¿Por qué duerme tan plácidamente? ¿No tiene fantasmas que lo atormenten por las noches? ¿No teme amanecer en un lugar desconocido?

Las horas pasaron y nos encontrabamos en la misma posición. Mis ojos pesaban a causa del alcohol en mis venas. Sin embargo, fui incapaz de cerrar mis ojos. Me mantuve alerta esperando a que el peliverde se despierte y quiera atacarme de alguna forma.
Eso nunca pasó.

Ya amanecía y Tomás continuaba durmiendo.
De pronto un golpe en la puerta me sobresalto. Al abrirla uno de los matones del Cuervo apareció frente a mi.

-Decile que se tiene que ir, ya estamos cerrando- me advirtió asomando su cabeza al interior de la habitación- Ahh lo dejaste muerto- ríe- Toma esto es tuyo, ya te podes ir vos también- dice entregandome un pequeño fajo de billetes.

-Gracias...

El hombre se va y coloco mi mochila en mi espalda. Abro la puerta y antes de salir volteo a observar a Tomás.

El peliverde ya se encontraba despierto y me brinda una leve sonrisa antes de que yo salga por esa puerta.

Hui lo más rápido posible, como suelo hacerlo.

Te Busco (Cazzu, C.R.O)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora