X

1K 87 11
                                    

El cruel invierno traspasa las puertas de vidrio de la terminal de Retiro. El café de vaso descartable que intenta calentar mis manos es insuficiente, me aferro a mi campera color gris mientras sufro al ver a los pequeños descalzos que recorren de una punta a otra la terminal pidiendo monedas.

Los mocos chorrean bajo la nariz del más pequeño mientras ríe charlando con la columna. Su mirada está perdida a causa de la bolsa con pegamento que sostiene en su mano. Se tambalea y cae al piso mientras grita algunas incoherencias, otro un poco más mayor se acerca y lo arrastra algunos metros.
Miro la escena con angustia hasta que ellos se marchan de nuevo a la villa contando las monedas que lograron juntar y alardeando de las dosis de escape que podrán comprarle a algún transa.

La pantalla marca la llegada del micro proveniente de Jujuy, tomo el último sorbo de café y me dirijo a la plataforma número 23.
El viento golpea mi cara con fuerza, la panza me hace ruido y mis papilas gustativas se alteran al observar al indigente comiendo las sobras que le regala el señor del puesto de empanadas.

Miro hacia todos lados buscando encontrar su mirada, su pelo largo o el sonido de su voz. Sé que es casi imposible pero algo dentro de mi me obliga a buscarla en todas partes.

El micro de dos pisos estaciona en la plataforma y la puerta se abre.
Él baja con un bolso colgado en su hombro y una sonrisa dibujada en su rostro.
¿De verdad tiene motivos para sonreír o sólo lo hace por inercia?

Se acerca casi corriendo a mí y me abraza de la cintura, susurra un te extrañe en mi oído que me descoloca por completo.

-Bienvenido a Baires - respondo con incomodidad- ¿Cómo estuvo el viaje?

-Largo y cansado pero me alegra estar acá- dice Joaquín mientras besa mi frente.

Salimos de la terminal pateando las calles de Retiro en busca de un taxi, la madrugada es cruel y exhibe las miserias de una ciudad plagada de desigualdades.

-Hace tanto que no venía para acá, sigue igual de mugroso todo- exclama mientras enciende un cigarrillo- ¿Ya comiste? Estoy cagado de hambre.

-Si, yo ya comí- mentí.

-¿Mmm y qué comiste?- pregunta incrédulo.

-No sé Joaquín, no me acuerdo- lo evado.

-¿No tenes plata?- pregunta y ante mi silencio lo afirma- ¿Por qué no me avisas Ju? Yo te mando lo que necesites.

-No quiero que me des plata Joaquín. Yo me puedo arreglar sola, me había salido un laburo en un bar pero las cosas se arruinaron- respondo apenada recordando malos momentos.

-Bueno vamos que te invito a comer- me sonríe.

-Bueno- acepto algo tímida.

El sándwich de milanesa recalentado con lechuga en mal estado era lo mejor que pudimos conseguir en esa madrugada.
Sin embargo, fue para mí casi comparable a estar cenando el plato más exquisito del mejor restaurante de la ciudad.

Junte las miguitas que cayeron sobre mi pantalón mientras reíamos y charlabamos sentados en el banco de la plaza. Me sentía un poco menos sola con su presencia y eso era tarea difícil.

-¿Dónde te vas a quedar estos días?

-En un hotel acá en la ciudad- respondió

-Ah bueno, vamos a estar un poco lejos- respondí bajando la mirada- Pensé que ibas a ir para el oeste.

-Te puedo ir a visitar uno de estos días.

-Si, supongo que esta bien

-Bueno si queres puedo ir ahora mismo, no tengo ningún problema ni compromiso.

Reí ante su atrevimiento, él me observaba con una sonrisa y mi mejor opción fue aceptar su propuesta.

El camino a casa es un poco largo pero él lo transforma en algo agradable.
Nuestras risas retumban dentro de ese taxi y no puedo pedir más nada.

Luego de varios minutos el taxi estaciona frente al predio con casillas en el cuál vivo.
Joaquín mira alrededor y creo que se sorprende del lugar en el que vivo, me avergüenzo unos segundos hasta que recuerdo que él vive en el medio de la nada controlando mulas que ingresan al país con droga en los intestinos.
Mi barrio tiene mejor moral.

Una vez adentro ya no me preocupo por lo que pensará. Él me conoce, él sabe quien soy y hacia donde voy.
Joaquín no juzga, su vida es tan desastrosa como la mía, incluso más y eso me hace sentir en paz.

Los bostezos se me escapan entre las risas y las charlas que compartimos.
Él los nota.

-Ya es re tarde Ju, son las 2 de la mañana.

-Si creo que es hora de dormir

Joaquín observa el colchón en el suelo y ríe. Sé lo que piensa y la verdad es que no me desagrada la idea.

Se acerca lento, casi imperceptible.
Su mano derecha acaricia mi mejilla mientras sus ojos bailan contemplandome.
Su boca se aproxima a la mía, busco refugio entre sus labios que me besan con ternura.
Su barba oscura raspa mi rostro provocando un hormigueo casi adictivo, mis manos acarician los pequeños rulos que se forman en su cabello.

¿Te convertiras en mi salvación? Al menos esta noche.

La intensidad del beso aumenta.
Siento la piel de mi abdomen estremecerse cuando Joaquín mete su mano por debajo de mi ropa y sube poco a poca intentando acariciar mi pecho.
Siento un escalofrío e impulsivamente lo detengo.

-Hoy sólo quiero que me abraces fuerte- pronuncio frente a su rostro confundido.

-Entonces vamos a dormir- responde sonriendo para luego aferrarse a mi espalda.

Nos acostamos y me acurruque en su pecho. Sentí el bienestar que buscaba, sentí su calor tratando de combatir el frío. Al menos por esta noche quería vencer aquella soledad que me persigue convirtiéndose en la peor de mis enemigas.

Dormimos abrazados, dormimos en confort pero mi mente es maliciosa y el sonido de sus ronquidos me despiertan antes de que amanezca.

Joaquín duerme plácidamente y no quiero despertarlo. Trato de acomodar su cuerpo hasta que por fin deje de roncar y lo logro.

Sus ronquidos ya no interrumpiran mi sueño.
En el silencio de mi hogar, su risa se oye y todo se derrumba otra vez.

Siento el frío correr en mi cuerpo y me asomo a la ventana incrédula.
Él esta afuera con su cabellera verde desprolija y la cerveza entre sus manos.
Homer y Chulu intentan arreglar una moto igual que cada madrugada, mi corazón se estruja al observar que tres chicas los acompañan.

Tomás ríe junto a ellos y me pregunto si todavía se acuerda de mí.

Por si se preguntan si yo aún lo tengo presente, sólo diré que hubiera perdonado cada una de las estupideces e insultos que dijo la última vez que lo vi por otro de sus besos o abrazos.

Pero él nunca volvió a buscarme, no busco mi perdón.

Tal vez suene exagerado ya que tan sólo pasaron unos cuantos días, puedo argumentar a mi favor que para mi los días se volvieron demasiado largos con su ausencia.

Joaquin vuelve a roncar y derrepente el calor de su cuerpo me parece insuficiente, no llena el vacío, no espanta los fantasmas, no me salva.
Ni siquiera esta noche.

Hoy duermo acompañada pero no es Tomás quien me abraza y empiezo a entender que sólo con él puedo escapar del frío.

.....

Perdón por tardar tanto siempre

❤Flor

Te Busco (Cazzu, C.R.O)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora