VI

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La noche cae nuevamente en Buenos Aires, estoy lista o eso creo. Viví esto demasiadas veces pero esta vez es diferente, algo dentro de mi me dice que hoy las cosas no van a salir como lo espero.

Recorri alrededor de 50 prostíbulos desde que comencé la búsqueda de mi hermana. Sin embargo jamas volví tres veces al mismo lugar. Sé que me estoy arriesgando demasiado.

Suspiro frente al teléfono y marco el número de Joaquín rápidamente.

-Joaquín ¿estas seguro?- pregunté preocupada.

-Juli yo sólo te digo lo que me informaron. No estas obligada a ir, es más te aconsejo que no vayas. Es peligroso.

-Tengo que hacerlo, no puedo desaprovechar ninguna oportunidad.

-Lo sé, pero tenes que empezar a pensar un poco más en vos. No podes vivir atada a esto. Te estas haciendo daño y te estas olvidando de vivir.

-Mi vida se terminó el día que se llevaron a mi hermana.

-No podes seguir así- respondió haciendo silencio algunos segundos para luego volver a hablar- te quiero mucho y no quiero que te pase nada.

Era la primera vez desde que nos conocimos que lo escuchaba decir que me quería, en realidad era la primera vez en mucho tiempo que alguien me decía eso. Creo que ya olvide lo que se siente.
No supe que responder. Joaquín no era mi amigo pero tampoco un simple conocido. Nuestra relación era tan extraña como la situación en la que nos conocimos.

La desaparición de mi hermana llevaba 9 meses y a nadie parecía importarle, me encontraba perdida y desesperada.
Llegué a un prostíbulo de la frontera con mi disfraz de prostituta en busca de información. Era la última opción que me quedaba dentro de Jujuy, si esa noche no conseguía lo que buscaba debía resignarme a nunca encontrarla.

En esa situación conocí a Joaquín quién pagó 50 dólares para tenerme.

Esa noche tuvimos sexo y no pude soportar el hecho de no haber conseguido absolutamente nada a cambio, ni una sola pista de ella. Rompí en llanto frente a la cara de confusión de Joaquín.
Le conté toda mi historia corriendo el riesgo de no salir con vida, sentía que no tenía nada que perder y si me pegaban un tiro en ese preciso instante no me hubiese importado. Estaba rota, partida en mil pedazos.

Él estaba completamente impactado y me pedía perdón de todas la maneras posibles.
Esa noche lluviosa los planetas se alinearon y el también confió en mí, contandome su historia.
Joaquín es el encargado del control de calidad de la droga que ingresa al país por la frontera de Argentina-Bolivia.
Una especie de empleado de narcos. Conoce muy bien las mafias, sin embargo no tiene el suficiente poder como para poder exigir la ubicación de mi hermana.

Esa noche prometió ayudarme hasta el final y así lo hizo durante un poco más de 2 años. Él consigue la información y yo voy en busca de ella. Estuve cerca muchas veces, vi sus fotos y otras prostitutas me hablaron de ella. Sin embargo siempre llego demasiado tarde.

Es la única persona que se preocupa por mí, el único que me escuchó, el único numero agendado en mi celular y aún así no soy capaz de decirle que yo también lo quiero. Como si hubieran arrancado de mi la posibilidad de sentir.

-¿Estas ahí Juli?- preguntó preocupado.

-Si, si. Ya me tengo que ir Joaquín, gracias por todo- dije y corté la llamada sin permitirle responder.

Abrí la puerta decidida y asustada a la vez. Con la determinación de llegar al final en este asunto.

En el patio se encontraba el joven peliverde fumando un cigarrillo apoyado en una moto junto a sus amigos. Los salude y ambos nos sonreimos, como si empezara a existir entre nosotros una complicidad. Su sonrisa se desdibujo al observar las medias de red que se asoman en mi cintura por debajo de mi joggin gris.

Debo continuar mi camino, seguir el destino. Hoy no voy a tener la suerte de que alguien me rescate.

Camine algunas cuadras hasta la parada del colectivo que me llevaría otra vez al Malva. Pateo las piedras que cubren las calles de tierra del barrio tal como lo hacía de pequeña. Me gustaría volver a ser una niña, la vida parecía tan simple en mi pequeño pueblo.
Hay un dicho popular que dice "pueblo chico, infierno grande" siempre creí que eran puras habladurías hasta que el infierno me atrapó.

El recorrido que realizo hasta llegar al Malva pasa velozmente, las calles estan vacías y mi mente atormentada.
Ingreso al bar clandestino, las chicas bailan y los hombres disfrutan. Hoy saciaran su lujuria.

Recorro el lugar de punta a punta, caminando por las sombras. Hablo con algunas de las chicas y clientes, nadie dice nada, nadie sabe nada. ¿Qué tan confiables serán tus fuentes Joaquín? Me pregunto despues de deambular un largo rato por el bar.

Enciendo un cigarrillo junto a la barra, doy una larga pitada y mi mirada se cruza con la de él.
Esta en un rincón del lugar, sus manos zamarrean el cuerpo de una joven mujer que lo mira asustada. Cuando me ve la empuja, tirandola al suelo y viene directo hacia mí.

-Hace dos horas que te estoy buscando la concha tuya- grita muy cerca de mi cara- te estan esperando pelotuda.

Se acercó tanto que crei que iba a golpearme, en cambio toma bruscamente mi brazo y me tironea hasta una esquina del lugar lanzandome a los brazos de uno de sus empleados.

-Llevala a que se cambie y después a la habitación 12- ordenó el Cuervo- no le saques los ojos de encima hasta que entre a la habitación, esta puta de mierda siempre se me pierde.

El Cuervo hablaba como si yo no estuviera presente, como si no existiera, como si fuera un pedazo de carne a punto de salir a la venta.

Encerrada en el sucio baño cambie mi ropa y lave mi cara sin importar dañar mi maquillaje. No tiene sentido tanto glitter cuando nadie te mira a la cara, ni siquiera yo puedo mirarme.

Salgo del baño y me dirijo al sector de las habitaciones con el matón siguiendo mis pasos.
Sé que no falta mucho para que el Cuervo se entere que estuve preguntando sobre una víctima de trata dentro de su prostíbulo y eso es lo más parecido a firmar mi propia acta de defunción.

Estoy cansada, cansada de estar perdida, cansada de extrañarla, cansada de estar rodeada de tanta mierda.
Quizás sea momento de morir en este infierno.
Acaricio mi cadera y mi tacto siente el filo de la navaja escondida.
Quizás hoy muera en el infierno pero alguien se irá conmigo.

Al ingresar a la habitación 12 la luz esta apagada y lo agradezco. No quiero ver la cara ambiciosa de quien paga por mi cuerpo.

Observo su figura acercarse y no se si me estoy volviendo loca o ya enloqueci por completo pero rápidamente saco la navaja oculta bajo mi minifalda de cuero. Mi puño la aprieta con fuerza mientras mi corazón se acelera, veo todo rojo.

El hombre estira su brazo y enciende la luz. Cuando estoy a punto de clavar el filo en su cuello observo su rostro y todo es calma.
Lo miro a los ojos y él observa la navaja en mi mano sin entender.

Su rostro es paz, es confianza, es esperanza y salvación.

Tiro la navaja al suelo y lo abrazo con fuerza, él imita mi acción. Quiebro en llanto y por primera vez en años alguien me contiene entre sus brazos.

-Gracias por rescatarme por tercera vez- suspiro en el oído de Tomás.

-Tranquila, va a estar todo bien- responde acariciando mi pelo.


Te Busco (Cazzu, C.R.O)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora