Air mail

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Amor, ya cada día es más otoño 

sobre el mundo que nos aleja. 
Cada tarde estoy más en mí, en tu imagen, 
en mi secreta y suave hoguera. 

Pero nuestras palabras, cuando vienen 
milagrosas entre la niebla, 
llegan mojadas de terror profético, 
de miedo de ríos y aldeas. 

No nos dejan hablar a solas, dentro 
de nuestra complicidad tierna; 
hay mucho ruido de locura y muerte, 
el viento invade la voz nuestra. 

Ay, sí; así: tendremos que aceptarlo, 
ayudándonos la tarea 
uno a otro como cuando empezábamos 
la edad mayor de la obediencia. 

Perdidos en el mundo, en los pequeños 
Cristos que entre todos se llevan 
la cruz, equivocándonos de espalda, 
con el dolor de otro cualquiera. 

Es el tiempo en que nuestro amor no debe 
pensar qué será de él siquiera: 
sólo dejarnos juntos, ofrecidos 
sobre el altar común a ciegas. 

- Aquí estamos, Señor -, nos enseñábamos 
uno a otro a rezar: ya llega 
tras los ensayos la hora de decirlo, 
y qué distinto suena y quema. 

Pero aunque a esta lección nos ayudemos, 
buenos compañeros de escuela, 
no borres los cuadernos que escribíamos 
otras mañanas más serenas. 

Al ponernos de pie bajo los cielos, 
prestos a todo, muerte, ausencia, 
que el orgullo no diga que fue vana 
la más chica brizna de hierba. 

Al mirar hacia atrás, como ya estamos 
juntos los dos, no vemos nuestras 
porciones; nos fundimos con las gentes, 
por las raicillas, con la tierra. 

Y así aprendo que nunca ha sido inútil 
la más vulgar palabra ajena; 
tanto vivir en masa, aunque festín 
de la muerte sólo parezca. 

Tú, amor, lo sabes bien; tus parpadeos 
en la luz de Dios fijos quedan; 
tu - sí - está resonando eternamente 
tras la muralla de tiniebla. 

Amor, amor, atiende bien, enséñame 
mejor lo que te digo, que ésta 
es la última lección del libro; luego 
vivir, morir, lo que Dios quiera.


José María Valverde

Poemas Históricos 3 (TERMINADO)✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora