Poemas de Ignacio Manuel Altamirano

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LAS AMAPOLAS

El sol en medio del cielo
Derramando fuego está;
Las praderas de la costa
Se comienzan a abrasar,
Y se respira en las ramblas
El aliento de un volcán.

Los arrayanes se inclinan,
Y en el sombrío manglar
Las tórtolas fatigadas
Han enmudecido ya;
Ni la más ligera brisa
Viene en el bosque a jugar.

Todo reposa en la tierra,
Todo callándose va,
Y sólo de cuando en cuando
Ronco, imponente y fugaz,
Se oye el lejano bramido
De los tumbos de la mar.

A las orillas del río,
Entre el verde carrizal,
Asoma una bella joven
De linda y morena faz;
Siguiéndola va un mancebo
Que con delirante afán
Ciñe su ligero talle,
Y así le comienza a hablar:

—«Ten piedad, hermosa mía,
Del ardor que me devora,
Y que está avivando impía
Con su llama abrasadora
Esta luz de mediodía.

»Todo suspira sediento,
Todo lánguido desmaya,
Todo gime soñoliento:
El río, el ave y el viento
Sobre la desierta playa.

»Duermen las tiernas mimosas
En los bordes del torrente;
Mustias se tuercen las rosas,
Inclinando perezosas
Su rojo cáliz turgente.

»Piden sombra a los mangueros,
Los floripondios tostados;
Tibios están los senderos
En los bosques perfumados
De mirtos y limoneros.

»Y las blancas amapolas
De calor desvanecidas,
Humedecen sus corolas
En las cristalinas olas
De las aguas adormidas.

»Todo invitarnos parece,
Yo me abraso de deseos;
Mi corazón se estremece,
Y ese sol de Junio acrece
Mis febriles devaneos.

»Arde la tierra, bien mío;
En busca de sombra vamos
Al fondo del bosque umbrío,
Y un paraíso finjamos
En los bordes de ese río.

»Aquí en retiro encantado,
Al pie de los platanares
P or el remanso bañado,
Un lecho te he preparado
De eneldos y de azahares.

»Suelta ya la trenza oscura
Sobre la espalda morena;
Muestra la esbelta cintura,
Y que forme la onda pura
Nuestra amorosa cadena.

»Late el corazón sediento;
Confundamos nuestras almas
E n un beso, en un aliento...
Mientra s se juntan las palmas
A las caricias del viento.

»Mientras que las amapolas,
De calor desvanecidas,
Humedecen sus corolas
En las cristalinas olas
De las agua s adormidas».

Así dice amante el joven,
Y con lánguido mirar
Responde la bella niña
Sonriendo... y nada más.

Entre las palmas se pierden;
Y del día al declinar,
Salen del espeso bosque,
A tiempo que empiezan ya
Las aves a despertarse
Y en los mangles a cantar.

Todo en la tranquila tarde
Tornando a la vida va;
Y entre los alegres ruidos,
Del Sud al soplo fugaz,
Se oye la voz armoniosa
De los tumbos de la mar.

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RECUERDOS

Se oprime el corazón al recordarte,
Madre, mi único bien, mi dulce encanto;
Se oprime el corazón y se me parte,
Y me abrasa los párpados el llanto.

Lejos de ti y en la orfandad, proscrito,
Verte nomás en mi delirio anhelo;
Como anhela el presito
Ver los fulgores del perdido cielo.

¡Cuánto tiempo, mi madre, ha transcurrido
Desde ese día en que la negra suerte
Nos separó cruel!... ¡Tanto he sufrido
Desde entonces, oh Dios, tanto he perdido,
Que siento helar mi corazón de muerte!

¿No lloras tú también ¡oh madre mía!
Al recordarme, al recordar el día
En que te dije adiós, cuando en tus brazos
Sollozaba infeliz al separarme,
Y con el seno herido hecho pedazos,
Aun balbucí tu nombre al alejarme?

Debiste llorar mucho. Yo era niño
Y comencé a sufrir, porque al perderte
Perdí la dicha del primer cariño.
Después, cuando en la noche solitaria
Te busqué para orar, sólo vi el cielo,
Al murmurar mi tímida plegaria,
Mi profundo y callado desconsuelo.

Era una noche obscura y silenciosa,
Sólo cantaba el búho en la montaña;
Sólo gemía el viento en la espadaña
De la llanura triste y cenagosa.
Debajo de una encina corpulenta
Inmóvil entonces me postré de hinojos,
Y mi frente incliné calenturienta.

¡Oh! ¡cuánto pensé en ti llenos los ojos
de lágrimas amargas! ... la existencia.
Fue ya un martirio, y erial de abrojos
El sendero del mundo con tu ausencia.

Mi niñez pasó pronto, y se llevaba
Mis dulces ilusiones una a una;
No pudieron vivir, no me inspiraba
El dulce amor que protegió mi cuna.
Vino después la juventud insana,
Pero me halló doliente caminando
Lánguido en pos de la vejez temprana,
Y las marchitas flores deshojando
Nacidas al albor de mi mañana.

Nada gocé; mi fe ya está perdida;
El mundo es para mí triste desierto;
Se extingue ya la lumbre de mi vida,
Y el corazón, antes feliz, ha muerto.

Me agito en la orfandad, busco un abrigo
Donde encontrar la dicha, la ternura
De los primeros días; ni un amigo
Quiere partir mi negra desventura.
Todo miro al través del desconsuelo;
Y ni me alivia en mi dolor profundo
El loco goce que me ofrece el mundo,
Ni la esperanza que sonríe en el cielo.

Abordo ya la tumba, madre mía,
Me mata ya el dolor... voy a perderte,
Y el pobre ser que acariciaste un día
¡Presa será temprano de la muerte!

Cuando te dije adiós, era yo niño:
Diez años hace ya; mi triste alma
Aún siente revivir su antigua calma
Al recordar tu celestial cariño.

Era yo bueno entonces, y mi frente
Muy tersa aún tu ósculo encontraba...
Hace años, de dolor la reja ardiente
Allí dos surcos sin piedad trazaba.

Envejecí en la juventud, señora;
Que la vejez enferma se adelanta,
Cuando temprano en el dolor se llora,
Cuando temprano el mundo desencanta,
Y el iris de la fe se descolora.

Cuando contemplo en el confín del cielo,
En la mano apoyando la mejilla,
Mis montañas azules, esa sierra
Que apenas a vislumbrar mi vista alcanza,
Dios me manda el consuelo,
Y renace mi férvida esperanza,
Y me inclino doblando la rodilla,
Y adoro desde aquí la hermosa tierra
De las altas palmeras y manglares,
De las aves hermosas, de las flores,
De los bravos torrentes bramadores,
Y de los anchos ríos como mares,
Y de la brisa tibia y perfumada
Do tu cabaña está mujer amada.

Ya te veré muy pronto madre mía;
Ya te veré muy pronto, ¡Dios lo quiera!
Y oraremos humildes ese día
Junto a la cruz de la montaña umbría,
Como en los años de mi edad primera.
Olvidaré el furor de mis pasiones.
Me volverán rientes una a una
De la niñez las dulces ilusiones,
El pobre techo que abrigó mi cuna.
Reclinaré en tu hombro mi cabeza
Escucharás mis quejas de quebranto,
Velarás en mis horas de tristeza
Y enjugarás las gotas de mi llanto.

Huirán mi duda, mi doliente anhelo.
Recuerdos de mi vida desdichada;
Que allí estarás, ¡oh ángel de consuelo!
Pobre madre, madre adorada!!!





Ignacio Manuel Altamirano

Poemas Históricos 3 (TERMINADO)✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora