Tu boca - Dedicatoria - Eclipse - Tus ojos

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Escollo de buriles y pinceles,
es tu boca una vívida granada
que pide, tentadora y encarnada,
un beso audaz que la disuelva en mieles.
       
Cuando a la risa abandonarte sueles,
difunde en rededor tu carcajada
el grato olor a fruta sazonada
que hay en la intimidad de los vergeles.
       
Es abreviada gruta de frescura,
constreñido paréntesis de flores,
animado jardín en miniatura.
       
La besara con férvido embeleso
para sentir, muriéndome de amores,
la eternidad en lo fugaz de un beso.

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Gasté la ilusa juventud primera
esperando un amor que nunca vino,
y a la sombra de un árbol del camino,
me senté a ver morir la primavera.
       
¡Qué triste ocaso el que a mi vida espera!
pensaba ante el avance vespertino;
mas repentinamente hubo un divino
florecimiento en mi ánima: Ella era...
       
Eras tú que venías. Y este libro,
en el que a todos los anhelos vibro,
es mi ayer; es un parque abandonado
       
donde duermen en paz viejos      amores.
¡Pasa cantando y deshojando flores
sobre las hojas secas del pasado!

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En medio a mis congojas, en mitad de mi hastío,
tu recuerdo lejano, tu recuerdo clemente,
vino, desde las sombras, a posarse en mi frente
y a decirme que aún vive nuestro amor, amor mío.
       
Perdóname! La culpa del injusto desvío
fue del hombre que sueña, no del hombre que siente.
Míra: puede en su rumbo desviarse la corriente
pero la imagen sigue reflejada en el río.
       
Tu recuerdo en mi alma se nubló como aquella
lumbre de los luceros que en la noche callada
se eclipsa si las nubes se detienen ante ella.
       
Mi olvido fue una nube que      ya va de partida,
y tu amor es la estrella que un momento eclipsada
sigue irradiando inmóvil en lo azul de mi vida.

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Estábamos a solas en el parque silente
la tarde en desmayadas medias tintas moría,
y era tal el encanto que en las cosas había
que daban como ganas de besar el ambiente.
       
Primavera llegaba y el retoño incipiente
-anuncio placentero de la flor- verdecía,
y el alma contagiada del milagro del día,
florecía lo mismo que el jardín renaciente.
       
Ella escrutaba el cielo con fijeza tan      honda,
que el verdor transparente de sus ojos letales
tomó de pronto un verde sensitivo de fronda.
       
Yo la miré y ansioso de halagar sus      antojos,
la dije ante los tiernos brotes primaverales:
-Esta vez ha empezado la estación en tus ojos.


Miguel Rasch Isla

Poemas Históricos 3 (TERMINADO)✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora