E P Í L O G O

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-¡Oraaa!—me quejé cuando Myrna les dio un estirón a las tiras del corsé, haciéndome tambalear un poco en el proceso.

-Weeeeeeeeeeeey ni te quejes, ya casi termino—se agachó (lo que su ceñido vestido le permitió) y se tomó el tiempo de terminar de acomodar las tiras de mi vestido y la cola del mismo—wey, suelta el aire o te va a dar un ataque—me sugirió. Después de casi 10 años de amistad me conocía lo suficientemente bien como para saber que estaba por demás nerviosa, tanto así que si no hacía algo para calmarme me iba a dar un colapso nervioso antes de siquiera poner un pie fuera de la habitación.

-Es la primera vez que me caso—le recordé, tratando de justificar mi posición.

-Híjole hermana, yo ya me he casado como 10 veces—ironizó y rio cuando rodé los ojos—wey dale traaanqui, todo va a salir bien. Luces preciosa—claramente que el no verme bien era una de las cosas que me preocupaban, pero mi pequeño (pero creciente) ataque de histeria se debía más a que estaba a punto de ir a pararme en un altar a lado de un hombre que técnicamente tenía menos de 6 meses de conocer, y no sabía si todo estaba siendo muy precipitado, y, sobre todo, me estaba matando la duda de si tendría la capacidad de hacerlo funcionar. En ese momento sentí que Myr me tomó del brazo suavemente—Aitor te está esperando—entre todos los pensamientos que inundaban mi mente, esas 4 palabras fueron suficientes para anclarme a la realidad y darme todas las fuerzas de continuar, porque si de algo estaba segura era que quería pasar con Aitor Cardoné el resto de mi vida. Miré a mi amiga enfundada en su vestido rojo y asentí.

-Vamos—le sonreí, y cuando nos íbamos encaminando a la puerta alguien la abrió. Vimos a una Isabel Iglesias vistiendo un vestido rojo hermoso que le ceñía como un guante. En la mano traía un ramo (mi ramo) de rosas blancas y negras.

-Ohhhh Tania, te ves hermosa—se llevó una mano a la boca, luciendo realmente conmovida—chingadamadre, no quiero llorar, pero ¿me dejas darte un abrazo?—yo asentí y ella se acercó, malabareando con el ramo para no apachurrarlo y me rodeó con sus brazos—no sabes lo feliz que me siento de verte tan contenta y saber que serás tú quien haga feliz a Aitor. Ambos se lo merecen.

-Gracias, Isabel—le sonreí—si te puedo ser honesta, estoy que me cago del miedo.

-Lo sé, lo sé. Pero no lo dudes: ambos son buenos para el otro—me apretó la mano suavemente y yo asentí.

-Bueno bueno—interrumpió Myr—vámonos yendo, porque si seguimos aquí nos quedaremos atoradas en el tráfico y se nos va a correr el maquillaje de tanto llorar.

Las 3 comenzamos a caminar rumbo al lobby del hotel y justo cuando salimos del ascensor nos topamos a Emilia y a Dylan, a quien Myrna había mandado a buscar una pulsera de plata que había dejado en su casa.

-Creí que ya no llegaba a darte esto—dijo el susodicho, entregándole la cajita a mi amiga. Ella le sonrió, agradeciéndole en un gesto el esfuerzo y sacó de la caja la delicada pulsera que me colocó en el brazo.

-Algo prestado, algo nuevo, algo usado, algo azul...—enumeró, mirándome de pies a cabeza—oficialmente estás perfecta, wey—todos asintieron mientras yo veía que el resto de las personas del lobby se nos quedaban viendo algo raro, supuse que por el color de mi vestido me veía algo vieja para ser una quinceañera.

-¡QUÉ VERGAS!—gritó Chava en cuanto nos vio salir del lugar—¿De quién fue la idea de que usaras un vestido negro hoy?—preguntó.

-mía, por supuesto—me defendí, pues aunque estaba reacia a aceptarlo por la tradición, en cuanto vi este vestido en el aparador me enamoré de él—no me vayas a decir que me veo muy ridícula porque ya es muy tarde para comprar otro—pedí a broma. Él se acercó a mi y me dio un abrazo y un beso en la mejilla.

C U A R T O  D E  H O T E L | Aitor Cardoné (Club de Cuervos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora