N U E V E

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Me quedé parada sin saber qué hacer.

-¿Estás bien?—sentí las manos de Zombie sobre mis brazos—¿Ta...?

-Sí, estoy bien—le interrumpí—creo que deberíamos ir a dormir. Mañana regresamos a Nuevo Toledo y tú tienes un partido importante que ganar.

Él asintió y después de darme un abrazo y de dejarme en la puerta de mi cabaña se encaminó rumbo a la suya.

No sabía si ir a buscar a Aitor o dejar que las cosas se calmaran. "Esto no está mal, Tania" me repetía a mí misma, después de todo no éramos novios y yo había hablado con él para pedirle tiempo para pensar las cosas. Él sabía que yo sentía algo por Zombie.

-Claro que no está mal—mascullé, metiéndome debajo de las sábanas. Y si no estaba mal... ¿por qué se sentía como si lo estuviera?

(...)

A la mañana siguiente nos reunimos todos en la cancha para la última charla de Isabel, Rafa y Potro con los chicos. Después de eso y de desayunar nos subimos de nuevo al autobús para tomar carretera rumbo a Nuevo Toledo.

-Weeeeeeey—Myr se dejó caer en el asiento a un lado mío—no mames, estoy molida—llevó las manos hacia arriba para estirarse.

-Así te dejaría Potro, culera—me reí y ella se puso roja como un tomate.

-¿Escuchaste algo?—me miró suspicaz.

-¡Wey estaba jugando!—esta vez reí con más fuerza—pero ya veo que no me equivoqué. ¿Qué tal estuvo, o qué?—conociéndola no me iba a contar nada, pero me encantaba molestarla.

-Pueeeeeees...—se calló por un instante—fue más bonito de lo que pensé, y sólo diré que tiene su apodo bien ganado—esta vez las dos comenzamos a reír, justo cuando Potro apareció por el pasillo.

-Cariño, ¿venís conmigo?—Romani le hizo un gesto con las cejas y ella, aún con la cara roja asintió.

-Nomás les recuerdo que tenemos partido hoy, eh—les dije bromeando—no hay que distraer a los chavos con ruidos extraños.

-Cállate el hocico, puñetas—me dijo mi amiga, que ya no sabía dónde meterse y tomó la mano de Potro, quien estaba partido de la risa y la atrajo hacia él para dejar un beso en su sien. Ambos se encaminaron hacia la parte trasera del bus, mientras el resto del equipo subía. Y entonces Aitor subió. Al contrario de lo que casi siempre hacía, esta vez se sentó en los primeros asientos, y me sorprendí bastante cuando Axel se siguió de largo y se sentó a un lado de Emaíl. Lo cavilé por un instante, y decidí que tenía que reunir los huevos y el coraje que había perdido por mi andar en la pinche vida. Me puse de pie y me dirigí hacia donde estaba. Lo vi con los ojos cerrados, como si estuviera durmiéndose.

-¿Me puedo sentar?—le pregunté. Él al parecer no me escuchó, por lo que alargué mi mano para tocar su hombro. Él abrió los ojos.

-¿Sí?—me respondió después de sacarse un airpod del oído, el cual estaba oculto por su cabello suelto.

-Que si me puedo sentar—repetí.

-Podéis hacer lo que queráis, digo, eso te sale bastante bien—escupió, y volvió a colocarse el auricular para después cerrar los ojos.

Mierda.

De las cabañas a Nuevo Toledo se hacían casi dos horas de camino. Aitor me había estado ignorando desde que el autobús arrancó, así que cuando cruzamos la entrada a Nuevo Toledo (y la música de banda comenzó a sonar) me armé de valor y le hablé.

-Oye—le moví de nuevo el hombro. Él abrió los ojos y se quitó de nuevo el airpod, mirándome interrogativo—necesito hablar contigo de lo que pasó anoche.

C U A R T O  D E  H O T E L | Aitor Cardoné (Club de Cuervos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora