Q U I N C E

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Desde que tenía uso de razón, odiaba los hospitales. No sabía si era por el excesivo color blanco que bañaba todo, por el olor a medicina mezclado con alcohol que podían revolverte el estómago de golpe o simplemente porque ahí podías encontrar tanto historias felices como historias llenas de tristeza escondidas entre cada uno de los pasillos.

Mientras caminaba rumbo al área de terapia intensiva no podía dejar de pensar que todo lo que había pasado desde el día anterior se sentía totalmente irreal, como si no hubiera pasado, como su hubiese sido sacado de mis sueños más locos o de mis fanfics de Wattpad. Para cuando acordé, mis pasos me habían llevado hasta uno de los cuartos aislados del área donde Zombie se encontraba, y no me fue difícil encontrarlo, pues había un ventanal de medianas proporciones que te dejaba ver al paciente que se encontraba en el interior. Inhalé profundamente y abrí la puerta lo más delicado que pude.

Verlo en esa cama conectado a un sinfín de aparatos me golpeó como un huracán puede golpear un pedazo de vidrio enterrado en la arena. Me era imposible creer que alguien como Zombie, que siempre me pareció tan fuerte y lleno de vida estuvo en los brazos de la muerte... y se dio el lujo de regresar de ella.

-¿Tania?—murmuró de pronto, antes de abrir los ojos. Me acerqué lentamente hacia él, y cuando por fin los abrió, me miró como si fuese lo más hermoso del mundo que valía la pena ver.

-¿Cómo supiste que era yo?—pregunté sorprendida, pues claramente no me había visto.

-Por tu perfume—sonrió débilmente—es bastante difícil de olvidar.

Ignoré olímpicamente su comentario y le tomé la mano.

-¿Cómo te sientes?—le cuestioné, sintiendo el tacto de su mano fría y el cosquilleo de nuestras pieles rozándose.

-Como si hubiera tenido el peor infarto de mi vida—murmuró bastante serio, y su comentario me hizo reír un poco—no, no llores, bonita—y hasta que él lo mencionó pude sentir las lágrimas calientes resbalando por mis mejillas.

-No, estoy bien—me apresuré a decir—estoy feliz de que estés bien.

-Lo sé—me volvió a sonreír cálidamente—así como también sé que tú no... que tú no merecías que te hablara como lo hice la última vez. Lo siento.

-No, Zombie...yo...—traté de seguir pero él me interrumpió.

-Tú no tienes por qué darme explicaciones—se apresuró a decir—tú me lo dejaste claro desde un principio, yo sabía que competía con Aitor y creo que desde un inicio supe que era una batalla perdida, pero muy en el fondo no me quería rendir porque sabía que tú valías la pena.

-Zombie...

-Lo quieres—sentenció.

-Pero también te quiero a ti—gimoteé, como niña pequeña, sollozando.

-Pero no como a él—acotó, dedicándome la mirada—Y no está mal, no es tu culpa. Ni mía, ni suya. Habemos personas que somos el viaje, no el destino, y él y tú... su misión es estar juntos.

Y en ese momento lo comprendí.

Me acerqué a él y le di un beso en la frente.

-Te querré siempre, Benito—murmuré contra su cabello—por favor, no nos vuelvas a dejar.

-Y yo también, bonita—respondió en un suspiro—siempre que me necesites aquí estaré: por favor nunca lo dudes—acaricié su mejilla mientras él me dedicaba esa sonrisa, mi sonrisa favorita, y me despedí para dejarlo descansar.

Tomé el elevador hasta el sótano para evitar encontrarme con el resto de los chicos, y mientras salía del hospital no podía dejar de pensar en lo que Zombie me había dicho. Porque simplemente no podía creer que había sido tan estúpida. Dañé a las dos personas que más quería en el mundo (y de pasada a mí misma) porque nunca tuve la habilidad de leerme y aceptar lo que mi corazón sentía. Hasta que Zombie me hizo ver lo que intentaba enterrar dentro de mí, o revolver con el resto de mis emociones. Porque cuando él lo mencionó, cuando él me dijo que no lo quería como quería a Aitor me di cuenta que nunca en la vida había sentido un dolor tan grande como cuando sentí el espacio vacío que él dejó a un lado de mí en la cama esa misma mañana, que nunca me había sentido como me sentí cuando leí su mensaje de despedida, donde valientemente se hacía a un lado para dejarme el camino libre con Guerrero. Si no hubiera sido por todo lo que pasó, nunca hubiera aceptado que estaba total y absolutamente enamorada de Aitor Cardoné.

C U A R T O  D E  H O T E L | Aitor Cardoné (Club de Cuervos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora