D O S

2.1K 115 35
                                    


-¡Buen trabajo, muchachos!—el entrenador, que ahora sabía se llamaba Rafa Reina gritó después de dar un silbatazo prolongado. Los chicos se reunieron alrededor de él, quien ya se encontraba a lado de Isabel. Ella me hizo una señal para que me acercara, por lo que apagué la cámara y me encaminé hacia donde se encontraban.

-¡A ver, a ver chicos!—la voz imponente de Isabel interrumpió el alboroto general que se traían los vatos—pues muy buen trabajo, muchachos. Estamos en los últimos partidos de cara a la liguilla y les agradezco en el alma que se estén partiendo la madre por este equipo—los chiflidos iniciados por un jugador de frente amplia y sonrisa de comercial 'alborotaron el gallinero'—¡eso! Esa es la actitud, chinga. Pero bueno, por lo pronto quiero presentarles a Tania Quintero, ella estará con nosotros, con ustedes mejor dicho, ayudándolos con el proyecto que trae Chava para sus redes sociales y para Cuervos TV, así que por lo pronto ayúdenla y háganle caso en todo lo que les pida, ¿de acuerdo?—los chicos asintieron, pero precisamente la mirada que más quieres ignorar es la que más castrosa puede llegar a ser, pues Aitor no me quitaba la vista de encima. Estaba segura que era porque al más puro estilo de mis días en la facultad mi lente no dejaba de enfocarlo, pero no quería averiguarlo, al chile que no—pues vámonos a las regaderas todos, y después nos vemos en el restaurante para tener la comida semanal del equipo.

El equipo comenzó a dispersarse por la cancha con rumbo a lo que supuse eran los vestidores.

-¡GOEEEEEEEEEEEEEEEEY!—ese grito era inconfundible. Me giré para encontrarme con Myrna, quien estaba parada en lo alto de las escaleras. Me encaminé hacia ella, pues aunque ambas vivíamos en Monterrey nos veíamos cada que el pinche cometa Halley se dignaba a hacer acto de presencia, y cuando la pendeja casi terminaba de bajar las escaleras su pie se dobló, por lo cual fue a dar de cuernos hasta el zacate.

-Goeeeey te vale verga—le dije en voz alta mientras ella estaba partida de la risa y yo la alcanzaba con la mano estirada, pero antes de lograr levantarla uno de los chicos del equipo, el que había comenzado la rechifla momentos antes la tomó del antebrazo y la ayudó a ponerse de pie.

-¿Estás bien?—le preguntó.

-Sí, sí—Myrna no podía dejar de reír—muchas gracias.

-¿No te podías haber esperado un día para hacer el primer oso de la temporada?—le pregunté bromeando.

-Fue un mal día para traer tacones, es todo—señaló sus botines con un ademán.

-Wey, pues nadamás a ti se te ocurre ponerte esas madres, no puedes dar dos pasos sin parecer pinche Bambi.

-Bueno mucho pinche pedo, ¿no? Voy llegando y tengo un chingo sin verte ¿y así me recibes? Hasta parece que no te da gusto verme.

-Ay pendeja, claro que me da gusto verte—la abracé y cuando nos separamos noté que el chico que la había ayudado todavía estaba ahí, observándonos divertido—disculpa...

-Zombie. Bueno, me llamo Benito, pero todos me dicen Zombie—se presentó.

-Zombie. Un gusto, yo soy Tania—estiré la mano hacia él y me la estrechó, inclinándose un poco para darme un beso en la mejilla.

-A ti ya te conozco. A la que no conozco es a ella—señaló a Myr, quien se puso roja como un tomate.

-Myr, Myrna. Myrna Reyna—le extendió la mano y el chico hizo lo mismo con ella.

-Un placer, Myr—Zombie le dedicó la mejor de sus sonrisas y podría jurar que esta pendeja casi se moría en cualquier momento.

-¿Zombie? Vámonos a las regaderas wey—Axel Carmenara llegó donde nosotros, y claramente a él lo conocíamos por su papá.

C U A R T O  D E  H O T E L | Aitor Cardoné (Club de Cuervos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora