Capítulo 6

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Capítulo 6: "Sí, creo que será mejor irnos"

Ashton Novan

Puse mi mejor sonrisa nerviosa que tenía y jalé a Jules del brazo para que no me dejara solo en esta situación, no me convenía hacerlos solo. De pronto sentí que el valor abandonaba mi cuerpo y dejo paso al pánico.

–Hola... – alargué la palabra mientras bajaba la ventanilla del copiloto y ella solo me alzó una de sus cejas.

Se acercó a mi ventanilla y alzó la mano lentamente.

Jalo uno de mis cabellos y yo hice una mueca de dolor.

–Ouch...– me sobe la cabeza.

–¿Qué carajos creen que hacen aquí? – pregunta y reclama al mismo tiempo.

Ambos nos miramos, Jules y yo. No sabemos que responder y cuando creo tener una excusa lo suficientemente convincente para explicar el porqué de nuestro actual paradero, alguien más sale de la casa.

Una chica rubia, que va envuelta en una falda de vuelo blanca y un saco amarillo, ojos celestes y una chispa de rabia en su caminar se acerca a Autumn y la toma del brazo con hastío y cansancio.

–Nuestra conversación no ha terminado, Autumn – la mira con un brillo de enojo en sus enrojecidos ojos celestes.

–Que yo recuerde la que se largó de la habitación fuiste tú, no yo ¿verdad? – le sonríe con cinismo.

Ambas se miran con enojo y sarcasmo por parte de Autumn.

Me quedo sorprendido por el parecido. Y más que nada, porque la llamó por su nombre y ella no explotó como de costumbre.

Al detallar mejor a la chica desconocida me doy cuenta que es la misma niña que sale en la fotografía. La hermana mayor de Autumn, Snow.

Ella al percatarse de nuestra presencia, suelta a Autumn y se adentra en la casa.

–Si son listos, se irán de aquí. Lo digo enserio – nos alerta y apenas termina de decirlo y sale de la casa Snow, pero no viene sola. Sony y Newt están con ella, detrás y con la cabeza en alto.

–Lárguense, ¡ya! – grita.

Jules no espera mi reacción y arranca el auto. Sale lo más rápido que puede y retomamos camino a lo que supongo que es mi casa.

–Estás loco, no vamos a volver a esa casa – me dice Jules con un toque de miedo en la voz.

Estoy aún más intrigado que antes, necesito saber.

–Claro que volveremos

Al llegar a mi casa, mi padre nos recibe con una mirada de enojo e incomodidad.

–Ashton, cuántas veces tengo que decirte que no puedes irte así por así ¿eh? – aún no bajábamos del coche. Así que le di la señal a Jules.

–¿Estás seguro? – habla Jules por lo bajo. Mi padre sigue hablando de mi falta de conciencia, yo le alzo el pulgar a Jules y pone el coche en marcha.

Salimos de la entrada del garaje y retomamos la autopista. Se escuchan los gritos de mi padre y mi teléfono empieza a repicar en el salpicadero del auto.

Lo ignoro.


...



–Creo que no debimos dejar de esa manera a tu padre, ¿no crees? – me habla Jules.

Estábamos en el Skydeck Chicago, sentados en la enorme capsula de vidrio que nos rodeaba. Amaba estas cosas, sentías y veías todo lo que estaba en el exterior, sin estar en allí. Te sientes libre sin serlo en realidad, el mismo concepto de la vida humana, ser libres, pero con las restricciones y límites de la sociedad. Aquí me olvidaba de que estaba enfermo, de que no era un chico de dieciocho años normal, solo era un chico de dieciocho años.

–Hey, Ashton ¿me estás escuchando? – Jules chasquea los dedos frente a mis ojos y parpadeo.

–Perdón, solo pensaba – me excuso.

Jules suspira y pasa la mano por su cabello negro. Esta estresándose.

–Deberíamos volver, no tardará en deducir donde estamos – explica.

–¿Tan obvio soy? – hundo mi cabeza entre mis piernas y me jalo del cabello con las manos.

Respiro hondo y levanto la cabeza.

–Más o menos– dice Jules con una sonrisa incómoda.

El Skydeck fue de los pocos lugares que frecuentaba con mi madre de niño. Las veces que ella tenía permitido salir del hospital tomábamos un taxi a la salida, íbamos camino a Durango's Bakery y pedíamos dos pastelillos, luego tomábamos el tren hacia el Skydeck y comíamos los pastelillos aquí. Era nuestra rutina.

La estación Quincy y este edificio, la Torre Willis, eran mi madre, me hacían recordar el amor que nos teníamos, que me tenía.

–Sí, creo que será mejor irnos.


...


Habían pasado tres semanas, tres visitas de rutina al hospital y muchos regaños de parte de mi padre.

No le dije donde estuvimos, pero creo que a estas alturas pudo adivinarlo. Me dejo en paz, de una forma nada cortante ni mala. Digamos que me dio mi espacio.

Jules intentaba hablar conmigo, no contesté.

Era treinta de octubre, un año más de la muerte de mi madre se cumplía hoy. Y una vez más, no estaba listo.





Nota de Autora: (Sale corriendo por estar ausente)

Hasta la próxima mis niños, un beso y un abrazo del tamaño de siete universos.

¡PUM! ¡TOMEN!

Adriana. G

Breathing Love ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora