Capítulo 17

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Capítulo 17: "La quietud da seguridad"

Ashton Novan

—¿Seguro que eso es lo que quieres de regalo de cumpleaños? — enarco una ceja ante su duda.

Mi padre y yo acordamos desde hace cuatro años que yo elegía mi regalo, ya que, él nunca le atinaba a qué darme. Eso siempre fue cosa de mi madre.

—Sí, eso quiero— le aseguro con voz irritada.

Sé que no debería hablarle así, sin embargo, a veces ni yo controlo mi forma de actuar, es como si fuera un reflejo natural.

<<Según tu psicóloga es un síntoma normal de la ansiedad>>

CALLA

—¿Para qué necesitas una tabla de surf en pleno octubre? —me mira con interrogación — Tampoco es que la puedas usar ¿o sí?

Le sonrío.

—Tienes una pipa escondida en el garaje, tampoco es como que la puedas usar ¿o sí?

Mi padre bufa y se va de la cocina.

Observo el desayuno en la mesa y está tan balanceado que asusta; un jugo de frutos rojos, huevo cocido, palta en rodajas, queso fresco y mis pastillas al lado de un vaso de zumo de suplementos y vitaminas.

Luego giro la cabeza al espejo que está en la pared frente a la mesa de la cocina; como todo esto, pero sigo pareciendo cadáver de morgue.

Empiezo a comer sin muchas ganas, dejo la mitad de la palta y el queso, tomo el zumo con los antibióticos y demás medicamentos.

Acomodo mi cánula y dejo todo en el fregadero.

Lo lavaría yo, pero la señora Rose se enojaría mucho y me daría con el periódico si me atrevo a lavar un traste. Ella es casi un fantasma en esta casa, trabajaba para la familia de mi madre y luego para la de ella, es difícil verla, a menos que la hayas hecho enojar.

Sí, mejor lo dejo ahí y no lo toco.

Con el oxígeno a rueditas voy a la sala de la segunda planta, subo en el elevador y me encamino a ella.

Me tumbo en el sofá oscuro, jalo mi manta de lana azul y tomo el libro que dejé en la mesilla. Retiro el separador de páginas metálico y retomo mi lectura de La Ilíada.

La lluvia comienza y las gotas retumban en el cristal de las enormes ventanas francesas.

Al rato aparece Rose con una taza de café con leche caliente, lo deja en la mesilla, me besa la frente y se retira en silencio sin darme oportunidad de agradecerle como es debido.

<<Opino que tienen que ser muy estúpidos para aceptar un caballo enorme de madera solo porque es una "ofrenda", mejor la quemaban afuera del pueblo y no morían>>

Mi consciencia tiene razón, pero, en fin, la historia.

Ojeo el reloj de clásico de madera que descansa en la estancia, son las dos de la tarde.

Siento mi estómago hambriento, decido ignorar por un minuto más.

Luego se escucha el traqueteo de los zapatos de mi padre, indicándome que ya llegó del bufé. Antes de que pueda bajar a la cocina, mi padre aparece en la sala con dos cajas con el símbolo de una flor de loto en la cubierta.

—Traje rollitos primavera y algo de pollo con piña — se deja caer a mi lado y enciende la televisión de la sala, selecciona la plataforma de streaming y comienza a buscar una película —¿Vemos Jurassic World?

Breathing Love ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora