X. Una vida contigo

166 13 12
                                    

Trabajo.

El sonido de las gotas de lluvia al chocar contra su paraguas era algo que solía calmar a Aria la mayoría de las veces, más sin embargo, en ese momento lo único que deseaba era maldecir al cielo por enviar un aguacero torrencial el día que precisamente se dirigía a una entrevista con los presidentes de la compañía.

Y es que todo había empezado mal. Primero el despertador no había sonado, causando que se despertará veinte minutos después de lo que debía, por lo cual no había podido tomar su desayuno, luego el tren le había cerrado la puerta en la cara y para culminar la lluvia había empezado, logrando que quedara empapada y su hermoso vestido blanco se viera manchado por pequeñas gotas de lodo.

Murmurando maldiciones acerca de cómo nunca iba a poder ahorrar lo suficiente para comprarse ese bolso Gucci  que tanto deseaba, la castaña procedió a llamar un taxi para tratar de no llegar más tarde de lo que iba a su reunión.

Afortunadamente el taxista conocía varias rutas que lograron hacerla llegar justo a tiempo. Con paso apresurado se dispuso a correr para llegar al ascensor más el día no parecía mejorar, volvió a oscurecer al ver la sonrisa del tipo frente a ella.

-Aria-

-Muerete…-

-No seas así, mira que vi que venias casi tarde y por eso detuve el ascensor ¿Ya te dijeron lo hermosa que te ves hoy?-

La castaña solo le dedicó un gesto de incredulidad mientras entraba al ascensor sin decir palabra.

Adalius Smith era el hombre que iba a su lado. A sus 30 años era vicepresidente del equipo de servicio al cliente, mientras que ella era la vicepresidenta del equipo de mercadeo. Si no lograban convencer a la mesa directiva de que el recorte de personal era una mala mala jugada para la compañía, era probable que alguno de los dos quedará sólo con la mitad de su equipo.

Aprovechando que se encontraban solos y que el piso al que se dirigían era el 40, Adalius colocó sus manos en los hombros de la castaña. -Aria, vas a ver que todo saldrá bien amor. No fuerces la situación, es mejor sólo dejar que todo fluya-

La chica lo miró con aquellos ojos grises que él  tanto amaba, pero que hoy estaban nublados de preocupación -Lo de que te mueras no era cierto- murmuró  con un puchero mientras quitaba arrugas invisibles en su vestido.

-Lo sé… no podrías vivir sin mí- murmuró  él  mientras colocaba un casto beso en la frente de su amada.

-Adalius… sabes que debemos mantener las apariencias- La empresa tenía la política de evitar escenas románticas entre aquellos que eran pareja, por lo cual siempre trataban de mantenerse profesionales debido a sus puesto de mayor autoridad.

Según la pareja, su relación era un secreto, pero los equipos de ambos sabían lo mucho que sus jefes se amaban, aunque la mayor parte del día pasaran discutiendo  por la diferencia de ideas.

-Lo sé, pero tú te pones de mal humor al no desayunar y yo suelo ser más cariñoso. Cariño, no eres la única que se quedó dormida- respondió para luego dedicarle una de esas sonrisas que ella tanto amaba y que la hacían sentirse igual de nerviosa como cuando empezaron a salir hacía cinco años.

Las horas pasaron volando en la sala de reuniones. La junta directiva fue un hueso duro de roer pero al final ambos lograron mantener a sus equipos intactos, por al menos seis meses más. Habían esperado a que la mesa directiva dejará la sala de reuniones  para poder pasar un minuto a solas. Adalius sabía que Aria estaba al borde de sus emociones y lo comprobó cuando la castaña lo abrazó y empezó a llorar quedamente.

¡Todo es Culpa de Clow! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora