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—Dije: tienes razón —bebió más agua; si no lo hacía, su voz no iba a salir de su garganta—, no entiendo lo que puedes estar pasando ahora por el simple hecho de que deseé hablar contigo a estas horas y sin tener cuidado de que no me viesen —la mir...

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—Dije: tienes razón —bebió más agua; si no lo hacía, su voz no iba a salir de su garganta—, no entiendo lo que puedes estar pasando ahora por el simple hecho de que deseé hablar contigo a estas horas y sin tener cuidado de que no me viesen —la miró intensamente, luego hizo esa sonrisa cálida que al corazón de Shaina se ablandaba—. Te diría que ahora mismo saldría de aquí y amenazaría de muerte a toda esa bola de niñatas si hablan de esto pero sé que de todos modos lo harán y matarlas solo hará que el Patriarca me encierre en Cabo Sunión.

La mujer no dijo nada, al parecer seguía sin creerse lo que oía.

—Le he hecho un gran daño a tu reputación —continuó Milo—, y si pudiese hacer algo para remediarlo lo haría.

Prontamente, ella se sintió incapaz de seguir recriminándole, y también estaba un poco cansada fingir que estaba demasiado molesta con Milo por su insolente intrusión cuando hace tan solo unos momentos atrás, había querido que Zeus le mandase un rayo y no a sus chillonas discípulas que se quejaban por haber tenido que hacer trabajos de campesinos y no entrenamientos comunes.

¡Bah! Estupideces.

A pesar de que ella no bromeaba con respecto a su reputación, Shaina estaba segura de que podría lidiar con las boconas que lograse escuchar, haciéndolas pagar en los entrenamientos, por lo que, ante esa disculpa; ella desvió la mirada con lo poco que le quedaba de indignación.

No daría su brazo a torcer sólo porque él se haya disculpado.

—No hay caso —respondió aún molesta, pero ya no tanto como hace unos minutos—. Esa bola de boconas ya estarán repartiendo las noticias.

—Disculpa —repitió él para su completa sorpresa.

Frunciendo el ceño y soltando una profunda exhalación, ella lo miró como si se hubiese vuelto loco.

—¿Estás bien? —no pudo contener su duda.

—Sí, ¿por qué la pregunta?

—Eh, no sé —se puso un poco nerviosa—. Te has disculpado... varias veces... y no me has replicado nada.

—Porque no tengo nada qué replicarte, porque no me pediste que viniese, ¿o sí?

Más que extrañada por su comportamiento y sus palabras, Shaina comenzó a creer que ese no era Milo de Escorpio; con el que hablaba debía ser alguien más.

Pero sentía su cosmos arder en su pecho, él era el auténtico Milo.

Ella estaba muy confundida con su comportamiento... casi con vértigo.

—Déjalo ya. ¿Y qué querías de todos modos? —a pesar de sentirse mareada con la actitud de él, Shaina trató de no demostrar esa consternación.

—Ya te lo dije, quiero hablar.

—¿De lo idiota que puedes ser a veces? —chasqueó la lengua—. Hay mucho tiempo para eso.

—No, de eso ya hablaremos después... —pareció que iba a decir algo más pero no lo hizo—. Pensaba en qué podría pasar si realmente pudiésemos tener hijos. Y si hablabas en serio sobre eso.

En otras circunstancias ella pudo haberse reído en su cara y mandarlo al demonio, pero se oía lo suficientemente serio como para no ser tomado como un bufón cualquiera. Y sea como sea, él seguía siendo un Santo Dorado y ella una Amazona de Plata, la diferencia entre ambos era enorme y evidentemente hoy, él no estaba en su estado normal de Hombre Carismático sino más bien de uno que buscaba (como él dijo) hablar seriamente.

—¿Vienes a hablar de compromiso?

Él asintió. Sin muecas, sin burla. Sin nada.

—¿Y cuándo lo pensaste? ¿En menos de dos horas?

—Más o menos desde hace unas semanas —admitió. Ella no pudo notar la mentira en su voz ni en su cosmos.

Esto no podía ser cierto.

Simplemente no podía...

—¿Después de todas las bromas estúpidas de hoy?

—Sí, después de todas las bromas estúpidas de hoy. Porque estúpidamente pensé que eras tú la que estaba bromeando.

—¿Y por qué habría de hacerlo con ese tema? ¿Acaso no soy mujer? ¿Acaso no puedo desear ser madre antes de pudrirme en el hades?

—Puedes —dijo convencido—, pero no creí que lo quisieses. Es decir, desde hace años eres una amazona reconocida por tu compromiso al Santuario y al entrenamiento. Shaina de Ofiuco. Aunque no lo creas tu nombre no es desconocido aún entre los Santos de Oro.

Bien... saber eso le hizo bien al ego de Shaina, pero ella seguía sin entender nada. ¿Acaso él quería oficializar algo y... ser padre? Sonaba ridículo... pero tuvo que admitir que más ridículo había sonado que ella le expusiese de la nada un deseo que se había estado tragando como un corrosivo veneno desde hace años.

—No sé qué quieres decir exactamente —se desentendió a propósito.

—Lo que quiero decir es que soy un hombre, Shaina. Así que deja ya de tratarme como si fuese un muñeco de aparador o un idiota que no entiende lo que dices —espetó con firmeza—. Y de todas formas, ¿qué querías que te dijese esta mañana? ¿"Oh muy bien, asegúrate de alzar bien las piernas hasta tu cabeza para que no se escape ningún espermatozoide de tu vagina y puedas embarazarte pronto, pero eso sí, mi libertad me la dejas en intacta"? ¿Qué clase de imbécil crees que soy? El sólo hecho de que hayas pensado por un miserable segundo que yo diría algo así, me ofende —usando un tajante tono de seriedad, achicó su mirada sobre ella—. Hablabas de tener hijos no una mascota. Por eso creí que no hablabas en serio.

 Por eso creí que no hablabas en serio

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𝓔𝓵 𝓓𝓮𝓼𝓮𝓸 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓐𝓶𝓪𝔃𝓸𝓷𝓪 | 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora