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El cómodo silencio en el que ambos se embarcaron duró muy poco, pues oyeron a alguien carraspear la garganta a su izquierda

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El cómodo silencio en el que ambos se embarcaron duró muy poco, pues oyeron a alguien carraspear la garganta a su izquierda. Los amantes se asustaron al pensar inmediatamente en Aioros, pero al notar que no había nada ni nadie ahí, se voltearon instintivamente hacia la derecha.

Sin soltarse, Marin y Aioria se encontraron con Seika a unos pasos de ambos.

La chica lucía inmensamente incómoda y avergonzada, tanto que miraba el piso.

Marin... S-S-Shaina me ma-mandó... pre-preguntarte si has vi-visto "aquello" —dijo en japonés, tal vez sin darse cuenta.

Tratando de no verse ni sonar tan incómoda como ella, pues le era aún algo muy nuevo que terceros la viesen así con Aioria, la guerrera tragó saliva pesadamente antes de responder.

—¿Qué es "aquello"? —le preguntó en griego.

—Di-dijo que t-tú sabrías...

—Maldición... no recuerdo.

Se le había olvidado todo lo que alguna vez tuvo que ver con Shaina y el resto del día de hoy.

—Tú puedes —la animó Aioria, notablemente divertido—. Tienes buena memoria.

Ella lo miró con un avergonzado reproche.

—Sí, eso es algo que te conviene mantener en la tuya —lo amenazó, todavía muy avergonzada de ser atrapada en una situación así.

—Disculpa.

—Perdón... n-no quisiera ser...

—Espera —espetó Marin ya con su cara enrojecida, y el que Aioria le sonriese así... tan burlón y sensual, no la ayudaba en nada—. Ya... ya lo recuerdo, creo que está en mi alcoba... e-en mi tocador. Cajón superior derecho.

Sí, ahí Marin había dejado aquello antes ir a hablar con Tatsumi.

—S-sí... ¿y qué es "aquello"?

—Bueno... es un secreto —no se sintió segura de revelar algo que no era suyo.

Aunque, si Milo venía tan enojado como creían todas las damas de esta mansión, incluyendo a Shaina. Aquello podría aplacar su furia.

—Es un gran folder oscuro, no te confundirás —le respondió Marin a Seika, en japonés, con la evidente intención de no permitir que Aioria lo supiese.

—E-entiendo, b-bueno, me voy... disculpen mi interrupción —hizo una reverencia típica antes de marcharse corriendo.

Marin suspiró ya más aliviada.

Se vieron a los ojos mutuamente nuevamente con las claras intenciones de volver a lo suyo, pero...

—Oigan, tortolos.

Esta vez los dos sí saltaron en su sitio, sorprendidos, al escuchar la voz grave de Aioros.

—Me alegra que estén muy felices de volver a verse, de verdad. Me conmueven. Pero... como comprenderán los solteros tenemos que dormir. Así que, si quieren hacer bebés también, espero que no sea mucha molestia que me avisarán con la suficiente anticipación para que yo tenga tiempo de salir corriendo a refugiarme en algún sitio a prueba de ruidos... como golpeteos en la pared, por ejemplo.

Aioros no estaba afuera, ni tampoco gritaba que era lo más preocupante y decía mucho de la capacidad de las paredes por retener el sonido.

Oh diablos...

—Cómo pueden notar... —siguió hablando sin hacerse presente ni consideración a la cara pasmada de su cuñada—, no hay mucha privacidad por aquí. Disculpen, pero en serio hay cosas que no necesito saber, y el qué tan bien disfrutan de sus momentos íntimos es una de ellas.

Está vez Aioria se llevó una mano a la cara, si había algo que aún le daba mucha pena con respecto a Marin era tener que dejar que su hermano mayor estuviese al tanto de que tan bien o mal iba su relación.

Lo que quería decir que esto y la interrupción anterior de Seika fueron como un gran balde de agua fría para la libido de ambos.

—Quiero que sepan que no es que me guste molestar —se excusó Aioros.

—¡Ya cierra el pico! ¡No haremos nada! —gritó Aioria, esta vez sonrojado al igual que Marin, quien ya se había tapado la cara con ambas manos—. ¡¿Ya está tu frustrada soltería en paz?!

—Tampoco tienes que gritarme de ese modo, ya dije que no es necesario, ¡y tampoco tienes que ser tan irrespetuoso con tu hermano mayor, Aioria! ¡Pienso en ustedes! Y también le ahorro a mi querida hermanita política una horrorosa y bochornosa situación en la que les tenga que pedir a ambos que bajen el volumen, ¿cosa que no creo que puedan lograr, cierto?

Queriendo saber qué caras tenían Aioria y Marin ahora que estaban en silencio, Aioros, estando sobre su cama y usando sus manos como almohada estaba aguantándose la risa, esperó pacientemente a que su puerta se abriese y su hermanito estuviese dispuesto a matarlo de nuevo. Pero eso no pasó, sólo oyó un fuerte portazo al lado.

«Apuesto a que ya no te ríes» pensó viendo cumplida su venganza, «aprendan que para todo hay un sitio y un momento, par de mocosos».

Aioria y Marin estuvieron tan centrados en ellos mismos que no notaron que él había salido de su cuarto, sintiéndose lo suficientemente irritado como para ir e interrumpir su pasional encuentro importándole poco si su hermano menor se cabreaba y su cuñada se avergonzaba.

Y es que hace unos minutos por fin estaba empezando a conciliar el sueño hasta que Marin tocó a su puerta y entonces creyó que al encontrarse con Aioria simplemente habría el típico abrazo y lo dejarían dormir en paz.

No pudo llegar a la cama cuando de pronto su fino oído captó el sonido de sus bocas haciendo contacto, sus respiraciones y acaricias; ahí supo que las cosas no tardarían en salirse de control. A todo eso le agregábamos las paredes de mala calidad que realmente no retenían mucho los ruidos por lo que Aioros definitivamente no se arrepentía de nada.

Además, él vio a Seika cuando ella, como un conejito tanteando terreno desconocido, giró al pasillo y vio a los tres. Marin y Aioria demostrándose su amor, y a Aioros enfrente de ellos con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre su pecho.

Apenas el hombre griego la vio, en silencio y con su dedo índice le hizo un ademán para que se acercara; fue tierno verla negar con la cabeza en absoluto silencio, más él no claudicó y la siguió llamándola.

La pobre chica enrojeció de pies a cabeza cuando Aioros entró a su cuarto rápidamente no sin antes carraspear la garganta, llamando al par de lujuriosos que tenía como familia hacia su dirección.

Pobre Seika, la dejó sola... pero la vengó.

Se aseguraría de decírselo después con una disculpa adjunta.

«Ahora sí» satisfecho y en silencio, dejó escapar aire lentamente de sus narices, acomodándose lo mejor que pudo sobre la cama. «A descansar como un bebé».

 «A descansar como un bebé»

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𝓔𝓵 𝓓𝓮𝓼𝓮𝓸 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓐𝓶𝓪𝔃𝓸𝓷𝓪 | 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora