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—¿Y esas flores? —preguntó Shaina a Marin, cuando ésta la invitó a pasar a su pequeña cabaña, y sobre la mesa destacaba un bello florero con unos tulipanes

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—¿Y esas flores? —preguntó Shaina a Marin, cuando ésta la invitó a pasar a su pequeña cabaña, y sobre la mesa destacaba un bello florero con unos tulipanes.

—Los compré esta tarde —mintió Marin sin ningún recato.

Shaina lo supo por dos cosas, uno, la florería de Rodorio estaba cerrada. Dos, Marin jamás compraba flores, menos si para eso tendría que ir al pueblo vecino.

—¿Y desde cuándo te gustan los tulipanes? —inquirió, casi burlándose, acariciando el pétalo suave (y fresco) de una de estas flores.

—Desde hoy, ¿algún problema? —como buena anfitriona, Marin le ofreció un vaso de agua.

—Ninguno, sólo me pareció... extraño.

Ignorando el tema, momentáneamente, Shaina trató con Marin el reclutamiento de otras integrantes. Pronto, niños de diversas partes del mundo serían admitidos en contiendas diversas para recibirse como caballeros de Athena, y ellas deberían estar alerta por si debían entrenar a alguno de ellos.

Mientras Shaina caminaba de vuelta a su propia casa, no pudo evitar pensar en Casios.

No culpaba a Aioria, mucho menos a Saga. Su pupilo, al final del día, murió como un héroe, incluso le dio batalla a un Santo Dorado. Su querido Casios dio la vida para que Athena pudiese salvarse de la flecha mortal en su corazón. Eso lo hacía merecedor del mayor honor y respeto.

Pero... seguía siendo doloroso para Shaina pensar en él.

¿En verdad tendría que cuidar a otro joven aspirante?

Con esa duda rondando por su cabeza, Shaina entró a su casa, no esperando ver a Milo de Escorpio invadiendo su propiedad.

—¿Te crees en tu casa, o algo así? —ella cerró la puerta sin alterarse. Dado a que ella también lo visitaba cuando quería, lo justo era que él también pudiese darse esa libertad.

Aunque por la mirada seria que llevaba, Shaina dudaba que hoy buscase sexo. Además, mierda, el olor de las flores en la casa de Marin, todavía estaba en su nariz.

—No, sólo quería hacerte una pregunta —se mantuvo sentado en la cama.

—¿Pregunta? —ella arqueó una ceja, acomodándose el fleco.

—Verás —alzó la vista al techo—, no sé qué diablos le pasó por la cabeza a Aioria cuando hizo las compras esta mañana, pero su casa está a reventar de tulipanes y un montón de flores más.

Shaina arqueó hacia arriba, las dos cejas.

—Tulipanes.

—Sí. Hasta Afrodita se sorprendió de la variedad. ¿Por qué crees que la florería del pueblo está cerrada? —Milo se cruzó de brazos—. Ahora, todo Leo apesta a flores. A mí no me desagradan, pero se vuelve insoportable el aroma después de un rato, y Aioria no sabe qué hacer con tanto. Además de que podrían marchitarse rápido.

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