❁⁎✬⁂【:.12.:】⁂✬⁎❁

391 42 8
                                    

Actualmente, luego de dejar a Shaina (quien sin duda alguna había enloquecido) en su casa, Milo de Escorpio se había perdido por un rato no sólo en sus propios pensamientos sino en un bosque no muy lejano entre los pueblos, para tratar de encontra...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Actualmente, luego de dejar a Shaina (quien sin duda alguna había enloquecido) en su casa, Milo de Escorpio se había perdido por un rato no sólo en sus propios pensamientos sino en un bosque no muy lejano entre los pueblos, para tratar de encontrarse de nuevo su propia cordura. Al volver en sí mismo, regresó al Santuario, no sintiéndose mejor de lo que había estado momentos atrás.

Volvió a su lugar cuando la luz del sol comenzaba a bajar por el horizonte.

Al verlo aproximarse a la primera casa, Mū de Aries se extrañó en serio. No se había dado cuenta del momento en el que Milo se fue y aunque ambos no eran excelentes amigos, al menos cuando uno de ellos partía por órdenes de su Ilustrísima o por algún pendiente personal de las Doce Casas, solían avisarse por si alguna emergencia se suscitaba.

—¿Estabas fuera? —preguntó Mū con ese tono sereno que lo identificaba.

—Sí —masculló Milo.

Algo preocupado, Mū arqueó una ceja ante ese estado de ánimo que veía, sin esfuerzo alguno, en su compañero de armas. Milo de rara vez se veía tan decaído, y eso era porque cuando lo estaba procuraba ocultarlo. Aunque su porte podría decir que él estaba normal y nada estaba angustiándolo por dentro, los ojos del Santo de Escorpio no estaban dando ese mismo mensaje. Éstos se veían opacos y perdidos, lo que quería decir que Milo no estaba bien y el que no tratase de ocultarlo sólo aumentaba el nivel de curiosidad.

—Disculpa, no quisiera ser indiscreto pero...

—Déjame decirte una cosa amigo —lo interrumpió Milo con un aire de estrés enorme rodeándolo—, si planeas algún día darle un hermano menor a Kiki, primero asegúrate de buscar a una mujer que no te complique la existencia.

—¿Un hermano? —Mū se descolocó.

Haciendo una mueca, Milo se lamentó porque su compañero (con toda su supuesta sabiduría) no pudiese entender esas indirectas.

—Dime por Athena que no entendiste lo que te dije —farfulló, sentándose enfrente en las escaleras. Mū lo imitó.

—La verdad no —el joven de Jamir frunció el ceño—. ¿De qué hablas?

—¿En serio —resopló viéndolo de lado—, piensas vivir toda tu existencia en el celibato también, Mū?

—¿De qué hablas?

Intentando no perder la paciencia, Milo barajeó las posibilidades de hablar sobre esto con cualquier otro de sus colegas y cada una de las opciones le parecían peores que las anteriores. Incluso Camus no podría ayudarlo en esta ocasión, Milo sabía que su amigo francés sólo lo reprendería y le bajaría más la autoestima con sus pláticas llenas de lógica que al final no le llevarían a ninguna maldita parte.

¿Y qué mejor opción para recibir consejos que de un virgen sabio?

Evidentemente Mū pensaba más con la cabeza que con sus bolas, algo que Milo necesitaba desesperadamente. Además, a diferencia de Camus, Mū era un poco más sutil en sus regaños. Sabía que no estaba en posición de pedir piedad, pero en serio no quería tragarse un discurso de media hora sobre su evidente error al creer que saldría bien parado de una relación como la que había tenido con Shaina.

𝓔𝓵 𝓓𝓮𝓼𝓮𝓸 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓐𝓶𝓪𝔃𝓸𝓷𝓪 | 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora