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Fue al ocaso cuando Shaina y Marin llegaron a la mansión Kido completamente agotadas

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Fue al ocaso cuando Shaina y Marin llegaron a la mansión Kido completamente agotadas. Shaina, algo pálida de la cara, y desubicada, declaró que iría a bañarse, y Marin a su vez le dijo que le pediría a Seika que la ayudase en esta ocasión con eso, pues ella misma buscaría a Tatsumi para notificarles de su llegada.

Marin no esperaba que el hombre calvo le dijese la noticia por la que se olvidaría de su agotamiento y correría a toda velocidad a una de las habitaciones para huéspedes, indicada por Tatsumi.

La amazona tocó la puerta encontrándose con Aioros quien, al verla, aflojó la radiante sonrisa que traía en la cara y que por un segundo la puso nerviosa.

Marin no estaba acostumbrada a ver sonreír así a su cuñado.

—Ah, hola hermanita —saludó el Santo de Sagitario oyéndose un poco decepcionado—. La habitación que buscas es una de esas dos —señaló la que tenía enfrente y la que tenía la derecha de la suya.

—Y-ya veo... gracias.

Aioros asintió con la cabeza permitiéndole a Marin seguir buscando a Aioria.

A la amazona se le hizo extraño su comportamiento.

«¿Estará esperando a alguien más?» se preguntó no pudiendo creer que esperase a Milo o a otra persona si es que habían llegado apenas y el Santo de Sagitario apenas la conocía a ella de poco tiempo.

Suspiró dejando el misterio por el momento.

Fue primero a la puerta de la derecha.

No se sorprendió tanto de que esta vez acertase al encontrar a Aioria, quien al verla, no le dijo nada, simplemente le tomó de las mejillas y la besó con ansiedad.

Marin no pudo creer lo viva que se sintió con eso.

Después de mucho tiempo soñando con este momento, finalmente estaba probando una vez el cielo. Había recuperado la sensación de estar volando. Su estrés y cansancio se habían transformado en confort puro.

Sólo entre los brazos de Aioria, ella era capaz de obtener tal estado de paz.

Sólo saboreando con sus propios labios y lengua aquella masculina esencia una vez más, Marin era completamente feliz.

A pesar de haber estado separados un largo tiempo, se abrazaron con la misma llama que habían incendiado años atrás. Como si cada día desde la partida de Marin a Japón hubiese sido un año entero sin verse. Estaban besándose sin tomar en cuenta a nada ni nadie, ni siquiera la metedura de pata que sería si Shaina (que podría estar cerca o en estado de alerta) descubriese a Aioria y por ende, supiese de la presencia de Milo, jodiendo así el plan de la diosa Athena.

Necesitaban control...

Algo de ese sentido común que ambos poseían como guerreros.

Pero era imposible, el fuego que entre ambos se encendió de nuevo apenas se vieron a los ojos fue incontenible dado a su fortalecido amor. Estaban quemándose y no les importaba.

Ella enterró sus dedos en la dorada cabellera, deleitándose con su suavidad, mientras que le dejaba a él pasar sus fuertes manos por toda su espalda. Los dedos de Aioria rozaron criminalmente sus nalgas, dándole a entender a Marin que él ansiaba celebrar su reencuentro como debía hacerse. Eso era lo que Marin también ansiaba. Lo extrañaba tanto.

Pero con todo el dolor de su corazón (y pulmones), ella sostuvo la cabeza de él cuando se dieron un respiro. Agitados y con las frentes unidas, rozando los labios del otro, Marin dejó que él la besase lento 3 veces en sus labios sin llegar a juntar sus bocas.

Entonces se abrazaron fuerte. Marin sonrió ante el hecho de que él (por su altura) tenía que agacharse para que ella pudiese rodearle el cuello con sus brazos sin problemas. Aioria podía mantener sus rodillas rectas y hacerla pegar la cabeza en su pecho como en otras ocasiones, pero él sabía perfectamente lo mucho que a Marin le gustaba abrazarlo así luego de muchos días sin verse. Lo mucho que le encantaba a ella meter la nariz entre su cabello y piel, respirando su perfume natural.

Se separaron momentáneamente para que Aioria pudiese incorporarse hacia arriba, entonces ella recargó su rostro sobre sus pectorales, abrazándolo con fuerza disfrutando de la sensación de estar a su lado otra vez. Se aferró a la espalda de su pareja, donde separó los dedos de sus manos para delinear cada músculo que estuviese a su alcance.

Un gran vigor recorrió a Marin cuando lo sintió estremecerse bajo sus caricias. Sólo ella podía causar eso en Aioria.

—Te extrañé —dijo él sonriendo, apretando a Marin un poco más hacia él. Acarició sus cabellos como siempre hacía después de hacer el amor, con el cuidado y sin prisas.

—Lo noté —suspiró ella con una sonrisa parecida a la de él.

—Lo noté —suspiró ella con una sonrisa parecida a la de él

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𝓔𝓵 𝓓𝓮𝓼𝓮𝓸 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓐𝓶𝓪𝔃𝓸𝓷𝓪 | 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora