17. Enamorados

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}|{Paul}|{

Lucy y yo estábamos en la entrada de su casa, despidiéndonos. Ya era tarde, suerte que ella ya había elapsado antes del instituto.

—Adiós, princesa –dije acercándome para besarla.

Ella se acercó poco a poco a mí, pero después se separó bruscamente.

Ya estaba harto, llevaba así toda la cita. Yo intentaba besarla pero ella siempre se alejaba y me decía cuantos puntos me faltaban, pero esta vez no la iba a dejar hacer eso.

La cogí de la cintura y la besé. Al principio no respondió por mi brusco movimiento, pero al final respondió a mi beso con la misma intensidad.

–¿Y bien? –pregunté cuando nos separamos buscando aire– Supongo que ya llegué a cien, ¿no?

Ella asintó con la cabeza.

–Sí, pero eso de hace tiempo...

–Entonces, ¿por qué te separaste?

–Verás, mi padre...

No pudo continuó porque la puerta de entrada de la casa se abrió de golpe y entró a escena Harry.

–Paul –me saludó el padre de Lucy– que bueno volver a verte... Tenemos que hablar, pasa.

Miré a Lucy sorprendido y ella gesticuló un: "Lo sabe todo".

Tragué saliva y entré a la casa de los horrores.

~*~Lucy~*~

–Me siento una estúpida –confesé a mi hermana mientras metía mi cabeza dentro de una almohada–. Ahora papá estará matándole a preguntas... ¿tú crees que llegará a pegarle? Paul puede ser muy sarcástico y la otra vez papá se enfadó mucho con él, quizá...

–Te comes mucho el coco hermanita mayor... –me interrumpió y saqué la cabeza de mi escondite– además, ¿no estabas, supuestamente, cabreada con él?

Me sonrojé y negué con la cabeza.

–Ya no... ha llegado a cien.

–¿Cien?- preguntó Jane confusa.

No la pude contestar porque entró la tía Grace con una cara neutral.

–Lucy.... ¿qué hace ese De Villiers hablando con tu padre?

Se había referido a Paul como un De Villiers... Eso era malo, muy malo. Ocurría lo mismo con Falk, cuando estaba bien con este se refería a él por su nombre, si estaban peleados por su apellido y otros adjetivos no muy bonitos.

Ignoré la pregunta de Grace y me fui corriendo al salón. Salté las escaleras de dos en dos, corrí los pasillos a la velocidad de la luz. Me caí tres veces y casi me mato unas quince veces para al final llegar medio muerta y ver a mi padre y a mi novio, sentados, hablando tranquilamente con algunas risas de por medio, como viejos amigos.

-Sí, Lucy siempre es así, es imposible cambiarla... –afirmó mi padre.

Tosí un poco para que me prestasen atención.

–Hola, princesa –me saludó Paul desde el sillón sacudiendo la mano.

–Lucy –dijo mi padre a modo de saludo– ven, siéntate con nosotros.

Me acerqué poco a poco, como si estuviera adentrándome en el campo de batalla.

–Paul y yo estábamos hablando sobre ti –me informó.

Lucy y PaulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora