18. Larry

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~*~Lucy~*~

Me encontraba en frente de la casa de Larry. Desde que Hannah le había enseñado aquel vídeo no había vuelto al instituto y yo me sentía muy culpable.

Toqué el timbre y unos segundos después abrió la puerta la madre de Larry.

–!Lucy! –exclamó al reconocerme– ¡Cuanto tiempo! No te veía desde que mi hijo y tú cortasteis...

–Hola señora Coleman –la saludé– ¿está Larry aquí?

Ella me miró extrañada y después negó con la cabeza.

–Aún no ha vuelto del instituto.

Eso fue extraño, hacían ya seis horas desde que se había ido del instituto.

–Vale –dije pensativa–. Cuando llegué puede decirle que quiero hablar con él, por favor.

–Claro –dijo sonriente.

Me dí la vuelta para irme, pero la señora Coleman me llamó.

–Antes de que te vayas, Lucy –Me volví para mirarla– ¿para qué quieres hablar con él? ¿Vais a volver juntos?

Me sonrojé. Cuando salíamos juntos la madre de Larry siempre estaba muy feliz, decía que yo era un buena influencia para su hijo y cuando cortamos me llamó pidiéndome explicaciones, que yo contesté con sollozos.

–No –dije poniendo una falsa sonrisa–, simplemente quiero hablar con él sobre algo muy importante. Así que si no le importa dígaselo cuanto antes. Adiós.

Me fui con la mirada baja y pensando en Larry, ¿dónde se había metido?

Llamé a Peter para intentar averiguar algo, pero no contestó. Eso era raro, él siempre contestaba al móvil, aunque estuviese castigado, y nunca lo tenía apagado o sin batería...

Guardé de nuevo el teléfono y decidí irme a su casa.

La casa de Peter era un ático en uno de los edificios más famosos de Londres. Sí, era un niño rico. Sus padres eran abogados y casi siempre estaban fuera, por eso Peter se comportaba como un malote, era un tipo de escudo, o eso creía.

Me abrió el portero y después subí rápidamente al ascensor que me llevó directamente al último piso. Ahí toqué al timbre, pero nadie me abrió. Volví a tocar y unos minutos después salió un hombre con traje y con cara de perro.

–¿Qué quieres niña? No quiero tus galletas de exploradora ardilla o lo que seas.

Lo miré extrañada, tenía los mismos ojos que...

–¿Usted es el padre de Peter? –pregunté mirándole fijamente.

–Sí –admitió llevándose una mano a la cara– ¿en qué lío se ha metido ahora?

–Oh, en ninguno, en ninguno –dije rápidamente.

–Entonces qué quieres –preguntó un poco... ¿aliviado?

–Soy una compañera de clase, ¿está por ahí?

–No –negó–, ya te puedes ir –dijo cerrando la puerta.

–Espere! –dije empujando un poco la puerta– ¿sabe dónde puede estar? Es urgente.

El hombre resopló y abrió la puerta para contestarme.

–Seguramente estará en el bar que hay tres manzanas más abajo y ahora si me permite la señorita, adiós.

Cerró la puerta de golpe y yo le grité.

Lucy y PaulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora