21. Extraño

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~*~Lucy~*~

Ya era el día del baile y no sabía si sentirme incómoda por estar con Paul o entusiasmada por poder volver a ver esas maravillosas fiestas.

Los días anteriores habían sido muy extraño.

Larry no me dejaba en paz. Cada vez que lo veía siempre estaba con ramos de flores o algo parecido para volver a "enamorarme". Al parecer no entendía eso de que yo le veía simplemente como un amigo, pero (aunque me cuesta reconocerlo) sus actos empiezan a surgir efecto en mí. Recordaba todos esos momentos felices que pasamos. La primera vez que intentó cortejarme, nuestra primera cita... Todas las veces que me venían esos pensamientos a la cabeza me sentía culpable, no solo por Paul, sino también por mi cometido. En esos momentos tendría que estar pensando en cómo derrotar al conde, no en cursilerías sobre novios.

Larry estaba muy apegado a mí, mientras que Paul y yo apenas hablábamos, solamente nos sentíamos cómodos cuando hablábamos del plan del conde. Ya le conté sobre mi teoría a Paul hacía tiempo y ya teníamos un plan más o menos formado.

*Hacía unos días*

–Paul, ya sé por qué el conde quiere la piedra filosofal –le comenté cuando llegamos a ese sótano del siglo XV.

Le conté sobre mi conversación son Peter, que si enfermábamos vivíamos menos, entonces sin enfermedades vivíamos más... ¿y si la piedra filosofal daba ese poder? Poder hacernos intocables a heridas graves, enfermedades, virus, golpes, el tiempo... Revisamos los papeles y comprobé mi teoría. El conde Saint Germain podría ser inmortal gracias a la piedra filosofal. No debíamos cerrar el círculo de sangre. No podíamos dejar que el conde se saliese con la suya.

–¿Qué haremos? –pregunté a Paul que no parecía muy sorprendido.

–El baile está cerca. Por ahora será mejor hacer como si nada ocurriese y cuando sea el día ya sé lo que tengo que hacer. Tú simplemente distrae a la gente.

–¡Otra vez con lo mismo! ¡Ya te lo he dicho! Esta misión es de los dos, no puedes apartarme así como así...

Paul puso un dedo en mi boca.

–Lo sé, princesa –Aguanté la respiración al escuchar cómo me había llamado–. Solamente es que no quiero que salgas herida. Es peligroso. Sé que eres fuerte, pero déjame esto a mí...

Cerré los ojos y asentí con la cabeza levemente. De repente siento sus labios en mi frente dándome un cálido beso.

–No dejaré que nada malo te pase y menos si lo puedo evitar.

Eso me produjo más dudas y más pensamientos cursis. ¡¿Por qué tenéis que existir sentimientos?!

–¡No, no y no! –gritó Giordano– Pie derecho, paso, pie izquierdo y salto, ¿tan didícil es?

¡Oh! Y también me olvidaba del cejas pintadas que no dejaba de gritarme en ese mismo instante.

Estábamos en el instituto (concretamente en el salón de actos) haciendo una "última práctica de baile" y no podía soportar a ese papagallo todo el rato fastidiándome y exagerando mis pequeños errores. La verdad es que prefería una clase de historia con el señor Loya antes que estar con el cejas pintadas que tenía delante.

–Solamente he dado el salto a destiempo, no creo que sea tan grave como una bomba nuclear o algo por el estilo.

–Más palabras que no debes decir en un baile. ¡Las bombas nucleares no existen en ese siglo! Estoy seguro que montarás un escándalo en el baile y todos los invitados...

Lucy y PaulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora