11. Decisiones

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INVERNALIA

La tierra sin fin de la vereda se extendía hacia el horizonte bajo las ruedas del carruaje. Los milenarios árboles de tronco erguido y piel rugosa se encargaban de coronarla generando una incesante sombra en un soleado día de primavera.

Hacia tiempo que no veían nieve. El cambio de estación fue inminente tras cruzar el Cuello donde el verdor empezó a abrirse paso repentinamente. Sin embargo, el viento azotaba fuerte y frío desde el sur con su paso, irrumpiendo de forma tumultuosa en su llegada para arrancar las hojas más viejas, y con ellas su más antigua memoria.

Sólo hicieron dos paradas durante el camino, a campo abierto lejos de zona habitada. Ya sea por el temor de los plebeyos o por la desconfianza del Rey, las puertas de su antiguo hogar, Invernalia, eran las únicas que se estaban abriendo gentilmente para él.

Tras ellas se asomó la sonrisa de su hermana Sansa justo antes de que ésta rompiera la distancia para darle un abrazo de bienvenida.

"Al fin no estoy sola" -se dijo para si misma Sansa Stark.

Pero lo cierto es que se estaba intentando engañar a si misma. Su abrazo ni fue espontáneo, ni fue correspondido. Tras apartarse la misma mirada fría e inexpresiva de siempre se reflejaba en el rostro de su hermano.

-Espero que hayáis tenido un buen viaje, hermano -le dijo finalmente ella tras alzarse frente a un Bran que estaba limitado a pasar empotrado a una silla eternamente.

Bran tardó en contestar. Sabía que su hermana no estaba obligada a rendirle un tratamiento de pleitesía pero era algo a lo que no estaba acostumbrado.

Finalmente solo se limitó a asentir levemente con su cabeza.

Sansa empezó a ofrecerle cosas y a interesarse por su vida en la capital. Preguntas superficiales una tras otra sin más respuesta que monosílabos. Cesó tras la quinta pregunta. Lo cierto es que el ambiente fluía tenso y ninguno de los dos tenía ganas de hablar de asuntos triviales. La diferencia es que Sansa era comedida y Bran no.

-Tenemos que hablar Sansa -afirmó él de pronto bruscamente tras quedarse al fin solos en el Gran Salón.

-Ya está todo dicho Bran -le aclaro ella tajante adivinando sus intenciones- me prometiste que mandarías el ejército lo más pronto posible a Volantis y aún no lo has hecho.

Bran le clavó la mirada a su hermana por unos segundos, intentando adivinar sus inquietudes. Algo no encajaba en su actuar.

-¿Por qué tanta prisa hermana? -inquirió él curioso-. Hasta donde yo sé solo te preocupa la bebé bastarda, y la niña apenas acaba de nacer.

No hubo respuesta inmediata. La tensión de Sansa fue repentinamente amortiguada por la sorpresa.

-¿Una niña... la viste? -contestó finalmente Sansa con otra pregunta.

-Después de varios intentos pude infiltrarme a través de una Sacerdotisa Roja en el Templo Rojo. La visión era muy nítida. Conseguí tenerla en los brazos de esa mujer y pude observarla a la perfección. Ella tiene claramente el cabello de los Targaryen y los ojos de los Stark. Pero de pronto... -Bran hizo una pequeña pausa en su explicación intentando medir bien sus palabras-. Alguien me la quitó, parecía la figura de un hombre, es de lo único que estoy seguro pues su visión era borrosa. No pude distinguir su rostro cuando había detallado hasta ese momento toda persona u objeto a la perfección ¿no te parece extraño hermana?

Sansa apartó la mirada de su hermano disimuladamente. La expresión de horror en su rostro era latente. Sabía que ese hombre solo podía ser Jon por las explicaciones que le dio Tyrion. Jon iba a Volantis con algo que le protegía de las visiones y ya había llegado.

El retorno de Daenerys TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora