7. Sufrimientos

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EN ALGÚN LUGAR DE ESSOS

Volaba sin pausa a una velocidad vertiginosa. Muy alto. Muy lejos. A veces pensaba que perdería el control. Otras veces pensaba que Drogon al final se había decidido por matarlo de esa manera. La cuestión es que seguía volando, y mientras volaba, volaba también su imaginación. También muy alto, muy lejos. Imaginaba, como imaginaba cada día de su triste existencia, como sería todo si hubiera seguido el latir de su corazón en todo momento.

Ahora lo sabía, ahora lo tenía claro. No hubiera sido solo mejor para él sino también para todos. Él después de todo no era un hombre honorable solo era un hombre manipulado.

Creía que iba a empezar a llorar por enésima vez cuando Drogon de pronto comenzó a descender. La rapidez del aterrizaje y la absoluta oscuridad de la noche no le dejó adivinar que estaba en un descampado a lo lejos de una ciudad hasta que pisó tierra. Pero la oscuridad era lo que menos le inquietaba.

-Espero que aquello de allí sea Volantis -demandó Jon con la vista fija en un punto de la ciudad que se alzaba a lo lejos.

Entonces un sonido gutural y un aleteo a su espalda alertaron a Jon del inmediato partir de Drogon.

Jon se volteó hacía su posición y le llamó pero el dragón se fue con la misma rapidez con la que vino. No le hizo caso en ningún momento. El dragón se limitó a llevarle en su lomo cómo cuándo y dónde le dio la gana. Y después simplemente desapareció.

Jon sólo pudo suspirar derrotado y se dispuso a avanzar a pie con pesar, después de todo no tenía nada que reclamar al dragón, sino más bien todo lo contrario, debía agradecerle y ni a eso le dio tiempo.

Tras un rato caminando se detuvo de nuevo a observar. A lo lejos se alzaba ante él el puente largo característico de la ciudad de Volantis, tan presente en lienzos de castillos de Poniente, y más allá lo que debía ser el Templo Rojo. Por la posición de la luna adivinó que debía ser medianoche, por lo que calculó que a pie llegaría antes del amanecer.

Una noche. Eso es lo que debía darle de tiempo a su amargada vida. Quería acabar de una vez por todas con su sufrimiento. Tenía dos opciones. O morir aquel día o convertirse en el hombre más afortunado del mundo. Pero él en ese momento sólo pudo suspirar aliviado al saber que su tormento terminaría pronto y emprendió su camino a un paso aún más ligero.

DESEMBARCO DEL REY

La oscuridad de la noche aún asolaba también la capital de los Seis Reinos. Pese a ello, se podía vislumbrar claramente el manto blanquecino que cubría la tierra desde la orilla del Aguasnegras, fruto de la nieve que caía día tras día casi sin descanso en la ciudad.

Ser Davos, totalmente cubierto por una capa negra, avanzaba con cautela hacia el muelle a una zona totalmente despejada de barcos tal como era normal a esa hora. Una pequeña luz intermitente en dirección al mar le animó a continuar pero de pronto, ante su despiste, alguien se cruzó en su camino. Lo que parecía la figura de un hombre encapuchado con algo aparatoso en sus manos avanzó a su encuentro.

Era un solo hombre, no debía darle problemas pero el arma aparatosa que llevaba el extraño le inquietaba. Ser Davos desenvainó su espada y se preparó para atacar hasta el momento en que un gran martillo se puso ante su vista, solo un par de segundos, justo antes de descender y descubrir tras él la sonrisa afable de Gendry Baratheon.

-¡Por los siete infiernos! ¡que demonios estás haciendo aquí! -alcanzó a exclamar Ser Davos.

-Sabes que no te puedes ir nunca sin mí de esta ciudad -le reclamó.

-¡Gendry! -se alarmó Davos- esto ahora es diferente, eres hombre libre pero estas en el punto de mira, si huyes te acusarán de traición.

-Da igual, no pienso volver -aseguró Gendry tan campante.

El retorno de Daenerys TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora