13. Los Niños

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MEEREEN

Sus finas y suaves manos eran deslizadas por todo el mobiliario del amplio cuarto que se mostraba a su paso. Cada una de sus estancias privadas en lo más alto de la Gran Pirámide permanecían intactas. Se mantenían tal y como las dejó, como si nunca se hubiera ido de allí.

No sabía si desearlo o no. Su hija se había vuelto demasiado importante, más que ella misma, como para querer dar marcha atrás y decidir quedarse ahí. De lo que si estaba segura es que no quería por ahora mostrarse ante el pueblo llano ni retomar inmediatamente sus derechos y deberes de reina. Si es que lo hacía, debía buscar un buen momento para ello.

Daenerys acariciaba uno de los grabados de la pared cuando se percató de que no estaba sola. Aquel soldado que ahora era su guardia se había tomado tan en serio su nuevo cargo que ahora parecía su propia sombra.

Algo en él hizo que frunciera el ceño.

-Soldado, ¿dónde dejó su espada? -ella estaba mirando la lanza que descansaba hacia uno de sus costados, no llevaba ninguna espada como imaginaba.

Jon suspiró pero se mantuvo firme en su expresión. Esperaba esa pregunta.

-Cayó al mar, Majestad -aseguró firmemente mientras forzaba como de costumbre el cambio del tono de voz.

-¿Se le cayó? -preguntó Dany confundida-. La conservaba hasta después del percance en el mar, ¿cómo es que se le cayó sin más?

Jon palideció, su curiosidad si que era algo que nunca esperaba. Ella por lo que le escuchó del él, y por lo que vio, intuyó que era un buen espadachín y otra vez tenía que debatirse entre la verdad y la mentira. No debía mentir y además se le daba mal pero si decía la verdad acabaría sabiendo el motivo real. No quería que viese su espada porque la reconocería.

-Yo... en realidad la tiré -confesó finalmente. Dany enarcó las cejas fruto de la incredulidad-. Debo aprender a usar bien la lanza, es una vergüenza a los ojos del Señor de Luz no usarla aún tan bien como mis compañeros.

-Eso está bien, pero ¿y si falla? no tendrá otra alternativa con la que arreglarlo.

-Yo... no lo había pensado, Majestad. -Jon indagaba en su cabeza, quería debatir sus afirmaciones y a la vez no hacerlo. Si lo hacía se arriesgaba a que siguiera preguntando y si no lo hacía podría tomarlo como un inepto y le despojaría del cargo con el que le había premiado-. Pero si dispongo también de una espada acabaré usando siempre la espada y no aprenderé nunca -argumentó al fin.

Dany solo se limitó a sonreír cordialmente. Había notado claramente el nerviosismo en la voz temblorosa y forzada del soldado. No era la primera vez que pasaba. Pero ella simuló una expresión aún más relajada y rompiendo el contacto visual procedió a seguir paseándose por la habitación.

-¿Cómo es que se llama, soldado? -preguntó ella repentinamente tras varios pasos, parecía estar buscando algo en los sacos de las pocas pertenencias que se había traído de Volantis.

Jon se puso tenso de nuevo. Esa pregunta también podría esperarla pero le pilló desprevenido.

-No creo que eso importe, Majestad.

-Si importa -afirmó Daenerys- debo saber los nombres de mis sirvientes más cercanos ¿sino como es que me voy a dirigir a ellos?

-Yo... realmente no sé como llamarme ahora. -Confesó él, ella profundizó su mirada pero su expresión era suave, su respuesta parecía sincera-. Quiero decir... digamos que tengo más de un nombre.

Una vez más Jon agradeció que no pudiera ver su expresión. Daenerys se había parado en su lugar, le estaba mirando con curiosidad. Sólo un instante. Entonces se volteó y volvió a retomar su búsqueda en el saco dando la sensación de que no le daba importancia a su respuesta. Jon suspiró profundamente.

El retorno de Daenerys TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora