9. Éxodo

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VOLANTIS

-Debería ponerle un nombre -sugirió Kinvara al notar aún a la bebé en brazos de su padre.

-No tengo derecho a ponerle un nombre. No creo que tenga ningún derecho a nada sobre ella la verdad -indicó Jon desapedumbrado.

-Pues deberá hacerlo por el bien de ella -afirmó Kinvara con voz pausada-. La niña necesitará al menos a uno de sus progenitores.

-No voy a perder la esperanza, cargaré con ambas en mis brazos si hace falta.

-Siempre creí en la Reina, pero ahora está también la Princesa. Ella es el futuro de su casa y de este mundo, se debe priorizar su protección -afirmó la sacerdotisa tajante, con ausencia de expresividad alguna en su rostro.

Jon se levantó de su asiento con brusquedad adolorido de sus palabras. La niña no se inmutó, seguía durmiendo plácidamente en sus brazos. En cambio, los guardias habían iniciado su actividad alrededor de la muralla de fuego que empezaba a debilitarse.

-Me dijo hace unas horas que escuchase a mi corazón. -le recordó Jon con desdén.

-Lo sé, pero la protección se está debilitando. Debe tomar una decisión y rápido.

Jon volvió a iniciar el caminar nervioso al que ya se había acostumbrado. La bebé de un momento a otro despertó sobresaltada y se puso a llorar, no se sabe si por el vaivén o por el ruido in crescendo de batalla que se estaba generando a pocos metros de ella, o por ambos. La cuestión es que ni los arrullos ni las carantoñas de su padre la relajaban.

-¿No pueden crear otra muralla o reforzar la existente? -inquirió Jon al fin desesperado. Sus malas sensaciones aumentaban a la par de los llantos de su hija.

-No es posible Aegon, no en tan poco tiempo. Mis sacerdotisas y yo nos sentimos exhaustas del esfuerzo que se necesita para crearla -le aseguró Kinvara con sus ojos puestos en la recién nacida que no paraba de llorar-. Es la hora, la niña necesita alimentarse.

Kinvara en ese momento se dirigió hacia sus compañeras más cercanas, les dijo algo que Jon no entendía, pero cuando de un momento a otro se acercó una mujer en su dirección con la mirada gacha, supuso que miraba a su hija y que debía tratarse de una nodriza.

La mujer extendió sus brazos pero Jon se negó a entregar a su hija.

-Ella necesita es a su madre.

-Su madre puede morir pero la niña no tiene porqué morir de hambre -afirmó Kinvara que a pocos pasos contemplaba la escena.

Jon que estaba sujetando aún más ferreamente a su pequeña hija terminó asintiendo pero antes de entregarla descendió sus ojos para mirarla nuevamente. Entonces un escalofrío recorrió todo su cuerpo al descubrir que su hija le estaba mirando. Sus ojos oscuros y la mirada y expresión profunda que desprendían eran el espejo de su alma, totalmente idénticos a los suyos. La melancolía le abrumó tanto que no pudo evitar aguar sus mejillas.

La tristeza de ella de un modo u otro era la tristeza de él.

-Yo también la necesito para seguir viviendo princesita, pero tú ahora puedes elegir y debes comer -la indicó su padre en medio de arrumacos.

Jon entregó a su hija. Pudo ver como esa mujer de mirada gacha se la llevaba y como otras dos rápidamente la siguieron a varios pasos en un desfile de telas rojas. Las llamas seguían danzando en lo alto pero cada vez con menor intensidad. Su hija seguía llorando, pero al contrario con mayor intensidad. La mirada de la nodriza carente de expresividad. La excesiva cautela de sus perseguidoras. La dirección hacia el mismo cuarto en donde yacía Daenerys. Las malas vibraciones eran tantas que le hicieron caminar instintivamente en su dirección.

El retorno de Daenerys TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora