EN ALGÚN LUGAR DE ESSOS
Sus oídos eran azotados únicamente por la armoniosa y monótona melodía del mar así como sus ojos lo hacían solo por la tenue iluminación que producía la luz de la luna. Y era a cada momento, en la absoluta soledad de su camarote, cuando su mente y sus recuerdos parecían condenarla al llanto eterno mientras su corazón y su sentir la rogaban dar marcha atrás en su camino y volver a comenzar.
Atrás. Atrás del todo, al principio del camino. Allá donde ya no podía regresar. Al preciso momento en que esos ojos grises parduzcos se cruzaron por primera vez con los suyos.
En una esquina de su pequeño y lúgubre camarote se esparcían tantos recuerdos de sabor dulce con digestión amarga. Podía ver su rasgado abrigo de Desembarco del Rey y una rosa invernal marchita escondida en su atuendo. Podía sentir el hielo clavarse de nuevo en su corazón al contemplar aquella daga con la que él la había jurado proteger. Podía, podía todo, hasta revivir aquellas noches de pasión con sólo mirar cada rincón de su camarote de barco.
Y después, después de todo solo había lágrimas. Eso era todo después de un año.
Podría haber desafiado al deber y al orgullo y haber decidido permanecer a su lado.
O simplemente podría no haber ido nunca. Se habría evitado la nieve, la maldita nieve que ahora enmarcaba los momentos más tristes de su vida.
No estaría sufriendo esta noche tan oscura, así como sus noches anteriores y todas las que están aún por venir.
Aquella noche eran dos llamas que se fundían en una sola en cada embestida.
Esta noche eran hielo y fuego separados por un abismo.
Él era hielo y fuego pero él se había decidido a ser solo hielo.
Él tomó su decisión y ahora ella tomó la suya pero el dolor estaba destinado a acompañarla de por vida.
Intentaba apaciguarse para regresar a los brazos de su pequeña Rhaella. Ella no podía verla así. Su pequeña solo podía percibir felicidad y amor por parte de ella. Agradecía que le gustara la cubierta del barco y su movimiento, donde la dejó al ojo avizor de sus nuevos guardias, pero ya necesitaba tenerla de nuevo en su regazo.
Las lágrimas aún pintaban sus mejillas cuando unos sonoros golpes a la puerta perturbaron el incesante silencio del camarote.
-Majestad -la llamó una voz femenina desde el otro lado de la puerta.
Daenerys suspiró y quito el seguro de la puerta para recibir a aquella joven sacerdotisa en la que depositó su confianza Kinvara para acompañarla.
-Amira, ¿qué se le ofrece? ¿mi hija despertó? -la preguntó con sumo interés.
Si ella iba a ir adquiriendo nuevamente responsabilidades precisaba de alguien que la ayudara con su hija, eso entendió Kinvara, pero ella quería estar siempre que despertara para alimentarla y atenderla en lo que necesitase.
La joven dudó un momento antes de contestar. Su semblante era serio.
-Sí majestad, ella despertó pero... -titubeó la sacerdotisa.
-¿Pero qué? -inquirió Daenerys alarmada.
-Algo ocurre. Un barco acecha nuestra posición, no estamos seguros de su identidad porque nunca llega a acercarse lo suficiente.
-¿Nunca? ¿acaso cuánto tiempo lleva persiguiéndonos? -preguntó Daenerys.
La sacerdotisa bajo la mirada presentiendo que iba a ser reprendida por lo que iba a decir.
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El retorno de Daenerys Targaryen
FanfictionTras el final de Juego de Tronos... La esperanza seguirá existiendo en las cenizas de un corazón roto que una vez ardió tan fuerte por lo que deseaba, por lo que buscaba y por lo que más amaba. Ella quería cambiar el mundo. Lo que no sabía era que...