Capítulo 15: Secretos relevados

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Estuvimos todo el camino hasta su habitación en silencio, él caminaba por delante mío sin emitir palabra alguna, aunque no necesitaba mirarlo para saber lo que sus ojos decían, lo había desobedeció y él odiaba eso, aunque en mi defensa no es apostar cuando sabes que vas a ganar, pero no podía hacer nada cuando él estaba tan molesto, al menos no cuando lo estaba conmigo.

Llegamos a su habitación, me hizo pasar primer para después cerrar la puerta de un portazo, me sobresalte un poco por el ruido ya que tenía toda mi atención en mis pies desde que había salido de la sala de tortura; levante un segundo mi vista cuando él se acercó a mi tomándome por los hombros y con una orden me obligo a verlo a los ojos los cuales estaban llenos de odio y obviamente decepción, ni se imaginan lo que me molestaba esa mirada.
-¿Por qué?- indagó sin apartarse.
-Estaba aburrida y yo le advertí, él no escucho... tuve que matarlo era sobrevivencia- me excusé.
-¿Negaras qué no lo disfrutarte?- sus ojos estaban fijos en mí y su agarre me impedía huir, me sentía un ratón atrapado y Caos lo sabía a la perfección, era un depredador listo para saltar a mi yugular. Así que solo negué- ¿Cuál fue la razón de la prueba?- indagó mientras que por mi mente pesaban cerca de un millón de maldiciones por segundos.
-No puedo decirte- contesté bajando la cabeza, odiaba los interrogatorios, Caos me habia enseñado a sobrevivir a uno mandetener callada ante cualquier tortura, pero eso nunca jamás aplico a él- lo siento.
-Daiana...- advirtió y tenía muy en claro que no iba a terminar bien- ¿Acaso olvidas a quien sirves?- y la bestia mostraba sus garras sedientas de sangre "muy bien" pensé "esto va a dolor"
-No señor- contesté, claro que fue después que chocara contra la pared y con su ira dirigida a mí, perdía toda su protección, las heridas no sanarían y terminaría con un par después de eso. Miré a mi amo que se acercaba cual depredador a su presa, sabía que después de esto Tártaro me mataría, porque no podía mentirle a mi señor por mucho tiempo y las consecuencias eran terribles, me maldije a mi misma.
-Daiana más te vale comenzar a hablar- advirtió apreté muy fuerte mis ojos sentía las lágrimas a punto de salir de ellos, cuando me tomo del cuello para levantarme del suelo.
-Señor, por favor- rogué cuando el aire comenzaba a faltarme.
-Habla Daiana porque no voy a contenerme- me aseguró y cuando el decía eso era verdad, llevaba demasiado tiempo sirviendo como para saber cuando sobrepasaba su paciencia.
-Creí que confiabas en mi- apelar a su lado sensible solo consiguió molestarlo más, pero supo que no iba a hablar.
-¿Lo haremos por la fuerza?- lo que me hubiera gustado hacer en ese instante es decirme todo, pero en cambio apreté mis labios con un poco de seguridad en mis ojos antes de asentir- ¿Por qué haces esto?- yo no contesté y al instante sentí como usaba su poder para indagar en mi mente; cada vez más profundo hasta descubrir todo, no solo lo que había sucedido en la taberna, sino lo que había pasado con Tártaro, lo que había visto cuando desperté y como me había sentido, la profecía de Amelia además de cómo me había afectado en la batalla.
-A-amo... por... por favor D-deténgase- rogué ya que estaba entrando demasiado profundo a ese paso desgarraria mi conciencia. Un par de minutos después me dejo caer al suelo con un golpe seco, lo mire desde el piso algo asustada a la vez que trataba de recuperar el aire. No podía descifrar su mirada que estaba fija en mí, tal vez tratando de ordenar todo lo visto en mi mente, varías de esas cosas podían causar un castigo.
-¿Por qué?- fue todo lo que dijo después de varios minutos apartando su mirada de mí, en ese instante llore como nunca, me sentía tan débil y debo admitir que cuando sus brazos me abrazaron me sorprendió- sh... no llores mi niña por favor, no te voy a castigar- aseguró a la vez que acariciaba mi cabello, sin dudar en ese instante me lance a sus brazos aferrando como si la vida dependiera de eso.
-Lo siento... de verdad lo siento- me disculpe.
-Tranquila mi niña, no te culpo por nada- me aseguró; me quede callada al igual que él mientras dejaba que todas las lágrimas cayeran sin recaudo hasta que me quede seca y agotada cayendo inconsciente entre los brazos de mi amo.

Me desperté con todo el cuerpo adolorido y la luz del sol en mis ojos, seguía cansada pero no era para menos. Cuando pude acostumbrarme a la luz, me di cuenta que seguía en la habitación de Caos y que tenía su brazo en mi cintura, sonreí inconscientemente al recordar que no estaba molesto conmigo, al menos saber la verdad lo había calmado un poco.
-Qué bueno que despertaste- comentó pocos segundos después.
-Lamento haberte ocultado tantas cosas, sin contar haber apostado y matado sin que me lo ordenaras- me disculpe, sin moverme, cuando acabe él me obligo a girarme para verlo a los ojos.
-No tienes nada que disculparte, pero creo que debo recordarte que puedes confiar en mi para lo que sea, sobre todo lo que pase con mis hijos- comentó con seriedad; y yo asentí.
-Aunque Tártaro tiene razón... me metí demasiado en las vidas de los demás- solte aún sin mirarlo a los ojos.
-Independientemente de lo que él diga es tu deber, sino como podrías confiar en ellos...- recordó haciéndome sonreír- por ahora dejaremos esto entre nosotros ¿Si?- yo asentí- muy bien, ahora deberías ir a darte un baño para bajar la tensión de tus músculos- me levante dejando un beso en su mejilla junto a una reverencia y Salí a hacer lo que me ordenó.

Realmente el baño me ayudo a calmar todo el dolor de mi cuerpo, cuando Salí estaba como nueva; y algo feliz porque Caos no me había castigado por mis actos, además que me había asegurado que no le diría nada a Tártaro sobre el hecho que salía de nuestra charla; sin contar que me había dado lugar a abrirme completamente a él, y que indirectamente me dijo que siempre me protegería, de lo que sea.

La campeona del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora