Capítulo 25: Apofis

12 2 2
                                    

Me había mentido por tanto tiempo las lágrimas ya salían sin control, me senté en el piso abrazando mis piernas, me sentía una niña otra vez.

Antes de que me diera cuenta un humo negro me rodeaba, pocos segundo después comencé a toser, una voz resonó en mi cabeza haciendo que doliera, pero la voz era dulce y muy grave.
-¿Quién eres? ¿Qué quieres?- interrogué con un deje de desesperación en mi voz.
-Sabes quién soy, yo tengo lo que quieres- me levante de golpe, mis piernas fallaron- tranquila niña no quiero lastimarte- aseguró, unos brazos fuertes me sostuvieron por la cintura, mire por sobre mi hombro, encontrándome el rostro de un chico de unos veinticinco años, de ojos verde esmeralda y cabello rubio; me removí en sus brazos intentando soltarme- sh, tranquila pequeña. No quiero lastimarte.
-¿Qué quieres Apofis?
-A ti, Caos nunca te valoró, siempre te uso...- susurraba en mi oído- te daré el mundo si lo deseas.
-No, suéltame- grité removiéndome, pero era más fuerte que yo- nunca dejaré a Caos.
-A él no le importas, puede remplazarte con facilidad... ven conmigo y te daré todo lo que deseas.
-No, no quiero. Tengo que volver con Caos.
-Eso no lo voy a permitir- confesó, antes de hacernos desaparecer, cuando reaccione estaba en una celda, con cadenas en las muñecas y en los tobillos- no quería hacer esto, pero no me dejas otra opción- confesó desde la puerta, lo mire con furia removiéndome entre mis ataduras.
-Suéltame...
-Lo siento no puedo hacer eso...
-Caos vendrá por mí- aseguré, él se acercó a mi acariciando mi mejilla con mucha delicadeza.
-Estoy contando con eso y estaré preparado para recibirlo como es debido- sus palabras me tensaron, él sonrió divertido- sh, tranquila pequeña... solo lo quiero a él, no me importan sus juguetes, la verdad esperaba que estuvieran aun dormidos, pero ya no importa- él se puso de pie sacudiendo sus pantalones, antes de sonreírme y me sorprendió la dulzura que trasmitía- haré que te traigan algo de comer- y sin más se fue dejándome sola.

Di una mirada al lugar, no había mucho solo cuatro paredes, con una puerta de madera gruesa las paredes tenían manchas de humedad, había una pequeña ventana en lo alto de la pared.
Solté un suspiro haciendo que un humo blanco saliera mi boca. Contra la pared había un colchón, sin sabanas ni mantas, hacia frio y mi ropa no era la más abrigada, solo contaba con una falda y una remera musculosa junto a unas sandalias; me arrepentía de no llevar pantalones. Me abrace a mí misma para tratar de encontrar hago de calor; y sin esperar las lágrimas comenzaban a salir de mis ojos hasta que me quede dormido.

Los días pasaron, un sirviente de Apofis me llevaba la comida a diario, pero me negué a comer y mi pequeña rebeldía ya comenzaba a tener consecuencia, estaba débil y de tanto moverme los grilletes había causado grandes heridas en mis muñecas y tobillos, que no se estaban curando, otro factor importante era el frio que parecía ir en aumento.

Después de lo que creo que fueron tres semanas, Apofis entro su semblante era tranquilo como si no hubiera nada en el mundo que lo pudiera perturbar, entro a la celda con una bandeja de comida que dejo frente a mi pequeño colchón antes de sentarse en el borde y acariciar mi cabello con cierta ternura, yo no me moví me quede recostada allí.
-¿Por qué no comes?- inquirió tranquilo.
-No quiero comer- respondí sin mirarlo.
-Pero debes hacerlo, que le diremos a Caos cuando venga por ti- no dije nada porque hacía días que comenzaba a dudar de que él viniera por mí, o que siguiera supiera donde estaba- come algo, al menos bebe un poco de sopa, esta caliente- aseguró, no quería hacerlo pero de todas forma lo hice, me incorpore para sentarme y tomar el plato de sopa entre mis manos, bebí un trago que entro con dificultad.

Después de tres semanas sin que nada ingresara a mi garganta no era sorpresa que este reseca, pero el calor de la sopa se sentía bien, me daba algo de color que era lo que llevaba semanas buscando. Apofis sonrió al notar que estaba disfrutando la comida y sin aviso coloco una manta en mis hombros, sin decir nada y yo tampoco dije nada, termine la sopa y todo lo demás, mi estómago me lo agradeció, cuando cabe Apofis tomo mis manos con las suyas mirando mis muñecas con desaprobación, me quede callada, esperando a que dijera algo, pero lo que hizo me sorprendió, trono los dedos haciendo que los grilletes de mi muñeca desaparecieran, antes de apoyar sus manos en ellas cuando las quito las heridas habían desaparecido hizo lo mismo con mis tobillos sin quitar las cadenas, lo mire unos segundos, él no dijo nada solo se puso de pie tomando la bandeja vacía listo para salir, pero lo detuvo.
-¿Por qué?
-Caos está por venir- respondio con simpleza antes de salir, dejándome con muchas preguntas sin respuestas me abrace con la manta dándole un poco de calor a mi cuerpo que lo pedía a gritos, una sonrisa se posó en mis labios cuando secaba mis lágrimas, pero esas eran de  felicidad me duro unos pocos segundos antes de que la preocupación se hiciera presente en mi mente. Me recosté en la pared mientras abrazaba mis piernas, me quede allí quieta con la vista fija en la puerta.

Después de vete a tu saber cuánto dos hombres entraron, vestían armaduras completas, del casco de uno se asomaban unos ojos verdes musgo y del otro unos de color miel, ambos se acercaron a paso lento pero firme, me tomaron por los hombres sin hablar, al ponerme de pie tomaron mis manos para dejarlas atrás de la espada y colocarme un par de esposas antes de quitarme los grilletes de mis tobillos, para finalmente indicarme que comenzara a caminar el de ojos verdes por delante mío y él otro detrás.

La campeona del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora