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Había una alta probabilidad de que todo se fuera al carajo. No quería admitirlo, aunque la voz insidiosa de su cabeza le decía que era así. Existían cientos de variables, esos pequeños charcos en el río de los acontecimientos, que, por más imposibles que parecieran, estaban allí, y su mera presencia era prueba suficiente para saber que podían llegar a convertirse en una catastrófica realidad.

Dick tamborileaba los dedos sobre la mesa. Miró al reloj encima del pizarrón. Faltaban cuarenta minutos para el receso.

Muchas imágenes se agolpaban en su cabeza, cruzando cuan trenes eléctricos a toda velocidad: Bruce regresando a casa por algo que se le había olvidado, el electricista arreglando el teléfono y escuchando un sonido extraño en el piso de arriba, Starfire bajando las escaleras aun cuando no debía hacerlo, agentes secretos del gobierno inspeccionando su casa, Starfire apresada por los agentes del gobierno, científicos lunáticos practicándole una vivisección a Starfire...

El muchacho clavó sus cortas uñas sobre la superficie de su escritorio. Eso último había sido demasiado.

Se pasó una mano por el cabello para despejarse. O quizá solo intentaba espantar sus escabrosos pensamientos. En realidad, tenía unas ganas enormes de salir corriendo del salón de clases, tomar el primer autobús hacia su casa y ver si Starfire se encontraba bien.

Tal vez le hacía un poco mal pensar tanto en ella...

El vello de su nuca se erizó cuando percibió la mirada de Rachel sobre él. Le sucedía a menudo. En un principio, le había resultado tan espeluznante que creyó que su amiga en verdad se trataba de su hermana melliza perdida. Tenían una conexión muy fuerte, una que él no consideraba normal, pero cuando intentaba sacar el tema a flote, lo único que hacía la chica era restarle importancia con un vago floreo de la mano.

Y eso, a veces, también le resultaba un poco aterrador, como si ella supiera algo que él no.

Por fin, Dick giró a ver el asiento en su derecha. Rachel estaba mirándolo con esa expresión en el rostro que decía: ¿Qué pasa?

Él movió los labios sin emitir sonido: "Nada".

Ella miró a la profesora de Historia, por si acaso los pillaran. La mujer estaba de espaldas a la clase, escribiendo algo en el pizarrón. Entonces, al ver que no había peligro de ser mandada a la oficina del director, Rachel estiró el cuello hacia su lugar y murmuró:

—Garfield y Víctor nos quieren hablar en el descanso. Ya estaban comentando eso antes de tu llegada. Dicen que están a punto de convertirse en leyendas.

Él forzó una sonrisa que pronto se le hizo natural.

—¿Debería preocuparme?

—Tal vez. Ya sabes que están locos —dijo ella antes de regresar a su asiento y seguir las indicaciones de la profesora.

Dick bajó la mirada hacia su cuaderno de apuntes. Se había perdido la mayoría de las explicaciones y más de la mitad de la hoja estaba en blanco. Permaneció observando nada en particular, sumido en sus pensamientos. Había empezado a balancear el lápiz entre los dedos.

La profesora hablaba sobre la carrera espacial de la Guerra Fría. Él, por su parte, encontraba sus enseñanzas huecas, sin sentido. De repente la historia universal le pareció algo superfluo, innecesario, y, como en otras tantas ocasiones, se sorprendió a sí mismo pensando que estaba perdiendo el tiempo en lecciones que iba a olvidar tan pronto terminara la clase. Ya no estaba prestando atención, y apenas si podía alzar la mano en el aire para pescar algunas de las palabras que creía realmente importantes.

La maestra repetía sin cesar. Hace tan solo sesenta años, el ser humano llegó al espacio, aunque los soviéticos no tenían ni la menor idea de lo que estaban haciendo o de lo que se encontrarían allá arriba. Llegaron a un mundo del que nadie sabía nada, a ese universo ignoto, lleno de lunas que se disuelven en densa neblina y estrellas que guardan secretos por descubrir.

From outer spaceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora