Dick le había enseñado a leer la hora, así que sabía que, cuando la manecilla pequeña llegara al tres y la grande, al doce, el chico aparecería por la puerta. En un principio había estado bien. Es decir, había podido ver la televisión durante casi todo el día y conocer las distintas especies de la Tierra. Ya sean humanas o animales. Había millones, muchas más que las de la Tamaran, y ella no podía dejar de sorprenderse cuando conocía alguna de ellas. Con el frasco de mostaza en la mano y una deliciosa emoción latiéndole en pecho, se sentaba en el sofá y observaba las maravillas que tenía por ofrecer aquel extraño planeta azul. Los paisajes iban desde la fría y nevada Antártida, pasaban por las dunas doradas del Sahara, hasta terminar en la selva del Amazonas, tan húmeda, caliente y con rastros de vida ocultos debajo de cada hoja.
Hasta que dieron las tres, y ella esperó anhelante el regreso de Dick.
Y dieron las cuatro, y ella se empezó a preocupar.
"No es nada", intentaba decirse, mirando el reloj con indecisión. "Se habrá retrasado un poco en la escuela, eso es todo".
Porque la escuela no le sonaba como un lugar bonito. Quizá enseñaran cosas más o menos útiles (Dick la describía así), pero absorbían todo el tiempo del chico y, cuando él regresaba a casa, tenía que pasarse el rato en su alcoba escribiendo sobre hojas de papel y garabateando números extraños que parecían tener algún sentido para él.
Ante eso, Starfire no sabía qué pensar. En la Tierra se complicaban mucho. En su planeta bastaba con saber cómo empuñar una espada y aprender a asaltar la mesa con la comida antes que los demás se la acabaran. Además, sus poderes pasaban a un plano secundario, porque no había que dedicar mucho tiempo para aprender a usarlos. Se podría decir que estos afloraban dentro del instinto tamaraneano, influenciadas por emociones tan simples como el coraje y la alegría.
Pero coraje era lo que le estaba faltando a la chica en esos momentos.
Cuando dieron las seis y Dick seguía sin aparecer, ella ya estaba decidiéndose a salir de la casa para buscarlo por su cuenta.
"¿Estará en peligro? ¿Y si se lo tragó un monstruo? ¿O si la escuela no lo deja volver a casa?", pensó jalándose de los cabellos. Su mirada estaba puesta en la puerta constantemente. Cuando sentía que había sido suficiente, la apartaba hacia un lado, pero siempre regresaba al mismo sitio y ella volvía a sentirse confundida. No sabía qué hacer.
—¿Estás seguro que no puedo salir? —le había dicho esa mañana. El ático estaba más iluminado y ya no se sentía tan encerrada como antes.
—Sí —había dicho el joven, cargando con su mochila en la espalda—. Me siento más tranquilo sabiendo que estás aquí en casa. A salvo.
—¿Puedo bajar a ver la televisión?
Dick sonrió, con esa sonrisa tan cálida que hacía que todo a su alrededor adquiera un color especial. El tiempo se alargaba y las luces se volvían más brillantes.
—Sí, claro que puedes.
Starfire se mordió la punta del dedo índice, indecisa. Afuera, el cielo comenzaba a tornarse oscuro; una gama de tonos azules y morados. En su mente, repitiéndose como en un rollo gastado de película, a cada rato volvía la imagen de Dick siendo devorado por un monstruo de tres metros de altura, escamas naranjas esparcidas por su piel viscosa y colmillos del tamaño de una cabeza.
"Se acabó. Voy a ir a buscarlo", decidió.
Se estaba acercando para girar la perilla de la puerta, cuando escuchó un tintineo de llaves familiar. Permaneció allí, con el corazón latiéndole ansioso, y al momento que la puerta se abrió ella pegó un brinco y se colgó del cuello de Dick, apretando los párpados con fuerza, tal si temiera estar frente a un espejismo.
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From outer space
FanfictionStarfire vino a la Tierra como lo haría una estrella fugaz que ha perdido el camino. Y Dick Grayson la encontró como quien se topa con algo que no sabe que cambiará su vida para siempre. Lo que ninguno sabe es que, mientras ella permanece oculta en...