Una maldición jamás imaginada acechaba al reino. El rey se encuentra desesperado buscando la forma de detener la maldición que los amenazaba. La única forma era encontrar al heredero verdadero del trono real. Lucy era huérfana desde niña, y su único...
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"Enfrentar"
Cerró la libreta y suspiró, se encontraba sola en la noche, su cuarto era tenuemente alumbrado por la lámpara de mesa, no había ruido a esas horas más que las de su reloj con su típico "tic-tac". Se desplomó sobre los almohadones, tenía sueño, estaba cansada, no quería nada más en esos momentos, debían ser cerca de las cuatro de la madrugada y no podía tranquilizarse. Los acontecimientos ocurridos en los últimos días le habían llevado por un camino que jamás se imaginó poder pisar, el que parecía imposible hace solo unos meses. Cerró los ojos, tenía que calmarse, no podía desesperarse, su única oportunidad era esa y tenía que llegar al final de su plan.
"—Si es solo por conveniencia entonces supongo que no está tan mal —dijo el chico entrelazando sus dedos, ella observó su perfil, tan sereno como jamás imaginó verlo"
Las palabras de Sting le golpearon de lleno, su plan era solo por conveniencia y ella se lo había prometido, a él, a quien consideraba su única familia en el mundo. Se giró en la cama dispuesta a dormir, tenía que descansar, en solo unas horas tendría una gran batalla que enfrentar, la cual debía ganar, a como dé lugar.
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Natsu entró sin ganas en el salón, su padre permanecía impávido como siempre, sentado en su trono, como el rey supremo que era. Por un momento sintió odio, un odio profundo por el ser que más amaba sobre la tierra. Avanzó con lentitud y seguridad, sin despegar su mirada oscura de la de su progenitor.
—¿Has llegado a una conclusión? —preguntó manteniéndose firme, no podía dudar, no podía sentir miedo, no era eso lo que le habían enseñado desde niño.
—Por supuesto —contestó Igneel poniéndose en pie y caminando hasta su hijo—. Sabes de antemano mi respuesta —continuó descolocando a Natsu. El peli rosa frunció el ceño con desesperación, su padre prefería perder a su único hijo y proteger a una plebeya cualquiera.
—Pues entonces no tenemos nada más que conversar —dijo apretando los dientes con un ademán de retirarse del lugar.
—¡Espere! —dijo una voz levemente conocida para el príncipe. Molesto y algo curioso se giró para encontrarse con una hermosa joven rubia, de piel nívea y sedosa, intensos ojos chocolates y cuerpo de infarto. Frunció el ceño, ¿Quién era ella?—, Sé perfectamente lo que usted piensa sobre mí, pero si va a realizar una locura por mi culpa... pues entonces me gustaría poder siquiera argumentar a favor del rey —pronunció con respeto, de una manera que Natsu jamás había escuchado en ninguna de las chicas jóvenes que conocía, ni siquiera en Mira.
—¿Quién eres? —preguntó casi fríamente, pero con una intensa curiosidad por saber quién era aquel ángel que se había atrevido a hablarle. La pregunta pareció descolocar a todos, un silencio profundo reino en el salón. Igneel fue el primero en hacer ruido.
