Una maldición jamás imaginada acechaba al reino. El rey se encuentra desesperado buscando la forma de detener la maldición que los amenazaba. La única forma era encontrar al heredero verdadero del trono real. Lucy era huérfana desde niña, y su único...
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"Coronación"
Aquella había sido sin duda alguna la preparación más rápida que se había realizado en Fiore para la coronación de sus monarcas. Desde las exhaustivas reuniones de la comisión de la coronación días después del entierro del rey Igneel, hasta la decoración y planificación de las celebraciones posteriores, todos y cada uno de los preparativos había concluido. Porque el día había llegado.
Lucy suspiró intranquila observándose frente al espejo de cuerpo entero. Su vestido de seda dorado contrastaba elegantemente con el rojo de su manto, este como ya se había mencionado, era de corte princesa de un dorado majestuoso con bordados en el mismo tono que simulaban estrellas de seis puntas. El escote recto escondía su busto y las mangas del vestido estaban confeccionadas por un encaje oro. La manta roja de terciopelo con bordes de piel blanca y bordados de hilo dorado indicaba su pronto título en el reino, que sería completado cuando tuviera sobre su cabeza la corona imperial.
Natsu le sonrió a través del reflejo, revelando su elegante atuendo. Ella le devolvió la sonrisa nerviosa y se giró para poder verlo de frente. El peli rosa lucía un manto similar al de ella, y su traje era rojo y dorado, creando ese mismo elegante contraste que creaba ella con su atuendo. Su cabello estaba cuidadosamente peinado y las puntas rizadas y desordenadas que ella conocía habían sido aplastadas. Hizo un puchero pasando su mano por su cabeza para terminar apoyándola en su mejilla. Natsu giró su rostro para besar su palma con cariño haciendo que soltara una pequeña risa.
—¿Puedo permitirme comentar que esto es algo que no esperaba presenciar en ustedes? —consultó Gildarts desde la entrada. Ambos se giraron para observarle queriendo regañarle por interrumpir el momento, pero entonces observaron que el consejero no venía solo. Erza salió desde atrás acompañada por sus siempre fieles seguidores. Natsu rodó los ojos al ver allí a sus amigos y Lucy sonrió feliz de poder tener la compañía de la pelirroja en esos momentos. Todos ellos llevaban sus uniformes ceremoniales.
Erza esbozó una sonrisa al ver el semblante de la rubia. Lucy se veía preciosa, digna como una verdadera reina, y por sobre todo, como una mujer que conocía por fin el amor, porque aquellos ojos brillantes solo podían indicar un sentimiento tan genuino como ese.
Todos realizaron una reverencia cuando estuvieron dentro de la habitación. Natsu protestó indicando que aún no era necesario, pero Erza se excusó diciendo que independiente de la hora, era el día en que sería reconocido oficialmente como monarca absoluto del reino.
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Para todos en Fiore, la ceremonia dio inicio cuando los invitados de la nobleza y del clero comenzaron a ingresar en la catedral de la ciudad, los militares de todas las ramas se encontraban fuera del recinto con sus armas al frente y marcando el camino de entrada para los futuros reyes. Ambos se dirigieron al lugar a bordo de la carroza como instruía la tradición del reino, siendo saludado y observados por los miles de espectadores que se encontraban a lo largo del trayecto, que superaban en número a los espectadores que habían tenido el día de su boda.
