CAPITULO 12
Trudi salió corriendo de la clínica, estaba feliz, muy, muy feliz, llevaba los resultados del ADN en sus manos, sonreía de oreja a oreja.
Tantos días de incertidumbre y desesperación le habían pasado factura, se hallaba mas delgada y estuvo nerviosa toda la semana, pero ahora sabía la verdad, ella y Tom no eran hermanos, fué lo mejor que le dijeron en varios días.
Por fin podría ver a su sumiso de ojos celestes, creía que se volvería loca todos esos días extrañándolo a más no poder, sumándole a eso el vivir en la casa de sus padres, el acoso de Christian, los Reynolds que ya sin descaro lo hacían en cualquier lado.
Todo la tenía asqueada y se sentía muy cansada, muy sola y demasiado triste aunque no lo demostraba.
Necesitaba paz y tranquilidad, y consuelo, el consuelo que le daba el hombre que adoraba, que acariciaba su cabello cuando dormían juntos y que la abrazaba fuerte contra su pecho, necesitaba el amor de su Thomas, extrañaba y deseaba a su ángel de labios sexys.
Iría directo a casa, a su casa, aquella que compartía con él, aquella en la que tendría sus hijos, los hijos de Thomas ¿qué curioso que nunca antes se planteara lo de ser madre? pero lo pensó en esos momentos y se derritió al imaginarse a un chiquillo de cabellos ondulados y ojitos del cielo, como su papá.
Abrió la puerta de su coche, tiró sus gafas de sol, su móvil y su cartera en el asiento del pasajero, quería gritar de felicidad, insertó la llave y cuando estaba por arrancar su mundo se puso negro...
Despertó en el baúl de un auto, suponía que del suyo, el traqueteo le hacía golpearse contra la rueda de auxilio, se preguntaba que demonios estaba pasando, tanteó a su alrededor, lo mas que podía en su reducido espacio y encontró lo que buscaba, la llave cruz para cambiar el auxilio, definitivamente era su coche, ella guardaba esa llave justo donde la encontró, ese Christian era un idiota, porque podía asegurar que quien la puso allí era ese cretino, no cabía otra posibilidad, le reventaría los dientes con un buen golpe, porque ella era una dama pero sabía bien como defenderse, no era una muchachita débil y enclencle, ni dulce y por Dios, jamás sumisa, ése estúpido tendría una cicatriz en su rostro por el resto de su vida, bien aparcara y abriera la cajuela Christian Reynolds sabría de lo que ella era capaz.
Después de una hora y varios kilómetros el coche aparcó, escuchó la voz de Christian y de otro hombre que no conocía, luego el ruido de pelea y alguien caer en un ruido sordo, sea quien sea se acercó a la cajuela, Trudi sujetó mas fuerte su improvisada arma y se preparó para enfrentarse a quien sea que estuviera allí, estaba asustada a pesar de todo, la asaltaron pensamientos acerca de que Christian hubiese traído a un "amigo" para compartirla o vaya uno a saber que perversas ideas tuviera su infame cuñado.
La cajuela se abrió de golpe, la luz del sol la cegó un poco, pero balanceó su arma hacia el rostro de quien fuera, pero maldita sea si el tipo no era inteligente, se hizo a un lado y la sujetó fuertemente por las muñecas.
La sacó delicadamente de su pequeña prisión y le habló despacio, como si esperara que ella colapsara en una crisis nerviosa.
-¡Tranquila, no voy a hacerte daño!
Trudi lo miró confusa pero no bajó la guardia, aún así se preguntó quien demonios era ese tipo.

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El sumiso
RomansaTom está enamorado de Trudi desde los 6 años, haria lo que sea por tenerla...lo que sea. Si ella quiere azotarlo, bienvenido sea, con tal de tenerla seria capaz de todo, pero el hecho de gustarle ser dominado por ella no estaba en los planes.