CAPITULO 11
Christian se sentía perseguido desde hace varios días, presentía que en cada esquina alguien lo estaba observando, se preguntaba confuso quién podría ser o que pretendía lograr con ello pero aún así no le importó, sus planes tenían que seguir al pie de la letra, ya estaba todo preparado, las cadenas en la cama, sus cuchillos favoritos, los que usaba para castigar y darse placer, la cabaña en medio de la nada en donde nadie oiría gritar a su princesita de cabellos dorados, tenía grandes sueños junto a Trudy y él se encargaría de que se hicieran realidad y maldito fuera si no lo hacía, nada le impediría disfrutar plenamente de Trudi, de toda ella, cada maravilloso centímetro de su piel, del que vería sangre derramarse, la tendría por fin, sería su dueño, toda para él, su hermano no iba a contar con ella durante mucho, mucho tiempo porque ahora le pertenecía a él para hacer con ella lo que quisiera en donde quisiera y cuando quisiera durante al menos un año entero. Los muy estúpidos se creyeron que él se iría de vacaciones cuando en realidad lo único planeado era tener a Trudi atada a su cama todo el tiempo que fuera necesario hasta que ella suplicara su amor, o al menos hasta que clamara piedad, ella se entregaría por completo a él.
La muy perra pagaría por todo el tiempo que la deseó y nunca pudo tenerla, ahora pagaría por cada momento, cada segundo que quiso tenerla y no lo consiguió, por cada humillación y rechazo ¡Nadie jamás lo rechazaba! Esta perra sería su esclava por mucho tiempo, se empalmó de sólo pensarlo, trató de acomodar su bragueta, ésta parecía haberse empequeñecido comparada con su sádica erección.
-Voy a disfrutarla muchísimo, dijo Christian a nadie en particular porque se hallaba solo en el auto, pero le gustaba oírse. Una hora antes, cuando vió el coche aparcar y a Trudi salir del auto, él se apresuró a subirse detrás a esperar su llegada. La persiguió en un taxi desde la casa, al taxista le mintió que era su hermana y que su padre lo había enviado a perseguirla, en realidad no era necesario ninguna explicación, el taxista prometió cerrar la boca por el módico precio de 100 dólares.
-¡Zorra, serás mía! Dijo otra vez en voz alta pero se quedó callado de repente al verla salir de ese edificio, preparó el cloroformo en un trapo, la vió feliz y sonriente. ¡Ríete perra! Pensó Christian, pronto gritaría en mas de un sentido.
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El sumiso
RomanceTom está enamorado de Trudi desde los 6 años, haria lo que sea por tenerla...lo que sea. Si ella quiere azotarlo, bienvenido sea, con tal de tenerla seria capaz de todo, pero el hecho de gustarle ser dominado por ella no estaba en los planes.