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Frances's P

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Frances's P.O.V

La preocupación inundaba mi ser, Peter en cual quier momento despertaría y yo tendría que detenerlo. Maldición.

Frances...

Un susurro llamo por mi nombre, ya me estaba comenzando a acostumbrar a este tipo de cosas extrañas. El susurro provenía no muy lejos de mi, di vuelta y note a dos hombres, uno vestido como gladeador romano y a otro vestido con túnica blanca, ese mismo estaba apoyado de un árbol mientras comía uvas.

El hombre de armadura me miro recorriendo todas su vista desde mis pies hasta mi cabeza.

— Con que... tu eres Frances— hablo cruzado de brazos.

El segundo hombre volteo a verme y aun con comida en la boca hablo— Esperaba que fuera mas... mas... mmm— trato de buscar palabras mientras dirija su vista al cielo— no lo se no es como lo esperaba— hablo sin darle importancia.

— Aun no la conocemos Dionisio.

— Pero mírala, no se parece a su madre, digo, sus facciones son parecidas pero no me parece que tenga las habilidades de su madre solo mírala— exclamo.

— Tienes razón parece ser débil— especulo.

Al oír esas palabras fruncí mi ceño mientras amenazaba penetrante mente en los ojos del hombre con armadura.

— Aunque tengo que admitir que la mirada amenazante lo heredo por completo de ella.— sonrió como si le alegrara mi comportamiento. 

— Me imagino que son Dioses griegos— hable yendo al punto— quienes son y que es lo que quieren— hable alzando mi mentón tratando de demostrar mi seguridad.

— ¡Y habla como su madre!— exclamo el tal Dionisio el cual estaba a dos uvas de terminarlas. El hombre de armadura sonrió con felicidad.

— Mi nombre es Ares, dios de la guerra— explico con un alto y presente orgullo para después señalar al hombre de túnica— El es Dionisio, dios del...

 — Dios del vino y el banquete, de la fiesta y del teatro.— hablo antes de que su presentación fuera hablada por el dios de la guerra.

— Tengo ordenes de entregarte objetos— hablo Ares antes de entregarme un estuche de cuero abano— ábrelo— pidió.

Tome el estuche con una pizca de desconfianza. Al abrirlo me encontré con tres dagas de materiales y formas un tanto diferentes, una era de oro, otra era de plata y otra era de un color oscuro, casi negro, pero no entendía que material era.

— Cada daga es especial, Frances, la daga de plata es una daga que puedes utilizar en mortales, la daga de oro solo hiere y mata a seres poderosos e inmortales pero a manos de otro ser con el mismo poder.— explico.

— ¿Y la ultima daga?— pregunte.

— Es mejor que no lo sepas, no aun— hablo, dejándome con una grande confusión de las cosas.

Un cuento no tan de Hadas - Peter Pan - OUAT[EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora