4.- Soy el rey del mundo

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Corrieron cuál gacelas rumbo al barco, lograron llegar a tiempo, talvez ellos eran los últimos en llegar.

Oficial: alto, ¿ya pasaron por la fila de inspección de salubridad?

Kuroro: (experto en mentiras) sí, ya lo hicimos y no tenemos piojos.

Hisoka: y yo no soy francés.

Kuroro: a ti no te sale, cállate.

Oficial: bueno, pueden pasar.

La suerte definitivamente estaba de su lado ese día, eso era lo que Kuroro pensaba desde que puso un pie dentro del barco.Corrieron por el pasillo y subieron las escaleras hasta la popa del barco para despedirse como los demás.

Kuroro: (agitando sus manos en el aire) ¡adiós! ¡te extrañaré! ¡hasta pronto!

Hisoka: ¿conoces a alguien?

Kuroro: Claro que no pero, ¿qué importa?

Hisoka: ya veo (empieza a agitar sus brazos también) ¡adiós! ¡te amo! ¡no puedo detenegme!

Una vez adentro, aquellos dos amigos continuaron su apresurado camino en busca de sus habitaciones donde podrían relajarse un poco antes de empezar a explorar la majestuosa máquina insumergible.

Theta: esta es su cubierta privada, señor.

La agente y sirviente personal de Tserriednich lo llevó a su camarote de lujo donde lo dejó disfrutar de la vista.

En la alta clase, los ricos llenaban sus habitaciones con decoraciones personales, así lo hacía también el joven rubio que sacaba varios cuadros y pedía que los colgarán en distintas partes de su habitación, su gusto por el arte lo caracterizaba porque lograba ver talento donde los demás veían la nada.

Palm: ¿Quiere que saque todos los cuadros?

Kurapika: sí, necesita color este camarote.

Tserriednich: (entrando con una copa de vino en la mano) cielos, la pintura de los dedos, de nuevo. Fue un desperdicio de dinero.

Kurapika: la diferencia entre el gusto artístico de Tserriednich y el mío es que yo sí lo tengo. Son fascinantes.

Palm: ¿Y el artista cómo se llama?

Kurapika: un tal Picasso.

Tserriednich: un tal Picasso, nunca será famoso.

Kurapika ignoró nuevamente los comentarios de ese hombre y siguió colgando sus cuadros hasta que en un momento quedó a solas con él.

Tserriednich: seré el primero y único para siempre.

Abrazando el cuerpo de Kurapika, rodeo ligeramente su cintura esperando su reacción. Kurapika simplemente se apresuró a darle un frívolo beso en la mejilla rogando ser soltado pronto. Tserriednich era su pesadilla, alguien de quién no podía escapar.

En el barco también abordó una mujer muy valiente a quien el mundo recordaría como Senritsu. Su esposo había encontrado una mina de oro por lo que la clase alta la conocía como una nueva rica.

A la mañana siguiente navegaban por el mar de Irlanda con solo un cielo amplio y un extenso océano alrededor. Esto complació a Isaac Netero, capitán del barco quién ordenó que se elevará la velocidad de navegación a toda máquina.

Aquella gran velocidad era sentida hasta los huesos por el impresionado Kuroro que se inclinaba en la popa junto a su amigo Hisoka.

Hisoka: ¡ya puedo ver la estatua de la libertad! muy pequeña por supuesto...

Kuroro: (estirando sus brazos y empuñando sus manos con emoción) ¡SOY EL REY DEL MUNDO!






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