16.- No lo volverás a ver

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Palm: ¿quiere más café, señor?

Tserriednich no contestaba a las preguntas de manera agradable, Palm no insistió, sabía que ese hombre se había levantado de un humor de los demonios.

Kurapika estaba sentado frente a él, reluciente y pensativo, mejor que nunca, Tserriednich sabía en lo que pensaba o mejor dicho, sabía en quién pensaba y eso lo enfurecía.

Una vez que Palm los dejó solos, Tserriednich comenzó a hablar.

Tserriednich: esperaba que me acompañaras anoche.

Kurapika: (bebiendo té sin culpa alguna) estaba cansado. (de todos modos ni loco quería irse con él)

Tserriednich: ¿tu gran convivencia con la gente de baja clase te dejaron agotado?

Kurapika: (guarda silencio y después comprende lo que pasa) así que enviaste a tu sirvienta a seguirme, qué vergüenza. (Deja su taza de té en la mesa, perdió el apetito)

Tserriednich: no te comportes así de nuevo, Kurapika. ¿Has entendido?

Kurapika: (molesto) no soy uno de tus empleados que obedecen ciegamente, soy tu prometido.

Tserriednich había explotado, miraba seriamente a Kurapika y a la vez trataba de controlarse ante su insolencia.

Tserriednich: ¿mi prometido? mi prome... ¿¡MI PROMETIDO!?

Ya era demasiado tarde para calmarse.

Tserriednich: Si, eso eres, ¡mi prometido!

Arrojó la mesa del té volcandola fuera de su vista, causando que todos los cubiertos, tazas y demás cayeran al suelo hechos pedazos. Kurapika entró en pánico al ver que ese hombre se había alterado de esa forma tan violenta.

Tserriednich: Y mi esposo, mi esposo en la práctica aunque no por la ley, ¡así que debes honrarme! debes honrarme como la esposa que honra a su esposo, tú eres la esposa. Y no vas a engañarme, Kurapika, ¿Algo no te quedó claro?

Kurapika: (con un nudo en la garganta) n...no.

Tserriednich: excelente, (sonriendo triunfante) disculpa (sale de la habitación).

El rubio que había quedado asustado por aquella amenaza comenzó a llorar cuando Tserriednich se fue, era la primera vez que lo trataba de esa forma y empezaba a tener miedo, ¿de qué era capaz ese hombre con tal de hacerlo su esposo?

Palm llegó de inmediato al escuchar los gritos y el sonido del desastre, entro para limpiar y Kurapika trataba de decirle que había sido su culpa y era un accidente, pero Palm había escuchado todo sin querer, no era un accidente ni era su culpa.

Kurapika siguió sollozando hasta que Palm lo ayudó a calmarse, no le hacía bien alterarse por su condición de Kuruta.

Más tarde, Palm ayudaba a Kurapika a ajustarse un corsé especial para él, a Neón le gustaba hacer que su hijo se viera tan delicado y dulce que ordenaba apretar su cintura, además de llenarlo de accesorios e incluso retoques de maquillaje para que luciera mejor su rostro, sobre todo cuando claramente había llorado por culpa de su futuro marido.

Neón: quiero té, (Palm obedeció y las dejó solas, tomó ella misma los cordones del corsé de Kurapika para ajustarlo diabólicamente más fuerte) no verás a ese chico de nuevo, ¿has comprendido? (Su hijo no contesta) Kurapika, te lo prohíbo.

Kurapika: basta madre, te sangrara la nariz.

Neón: (le da la vuelta y lo obliga a mirarla a la cara) no estoy jugando, sabes que no tenemos dinero.

Kurapika: desde luego que lo sé. Me lo recuerdas cada día.

Neón: mi padre sólo nos dejó un legado de deudas ocultas bajo un buen apellido y ese apellido es lo único que nos queda como carta del triunfo. No te entiendo. Hice un buen arreglo con Tserriednich, asegurará nuestro futuro.

Kurapika: ¿Porqué me dejas a mí este peso?

Neón: ¿Porqué eres tan egoísta?

Kurapika: ¿Yo soy egoísta?

Neón: ¿Quieres verme trabajando... como profeta otra vez? (sollozando) ¿eso es lo que quieres? poner a la venta nuestras cosas... ¿olvidar todos nuestros recuerdos? (lamentos y sollozos)

El chantaje emocional era algo que Kurapika difícilmente manejaba, Neón siempre había controlado su vida y le era difícil tomar una decisión cuando no era siquiera mayor de edad.

Kurapika: es tan injusto.

Neón: claro que es injusto, estamos en crisis, nuestras decisiones no son sencillas.

Nuevamente Neón Nostrade había ganado y Kurapika bajo la cabeza ante ella, porque era su madre, la única que le había dado la oportunidad de crecer en una buena familia.

No habló más y dejó que Neón siguiera ajustando aquellos cordones tan fuerte como había logrado ajustar su vida como le venía en gana.







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