TITANIC | KuroKura

6.- Intento de suicidio

Illumi notó cómo los ojos de Kuroro se perdieron en aquella figura de la alta clase y quiso bajarlo de su nube de sueños antes de perderlo.

Illumi: oh, olvídalo amigo, un chico como él jamás se fijaría en alguien como tú.

Pero Kuroro ya no escuchaba, sólo podía concentrarse en observar al rubio que le lanzó una fugaz mirada y tras un segundo lo miró de nuevo. Cruzar ese instante de miradas con aquel chico hacía que el corazón de Kuroro latiera fuerte. Hisoka incluso pasó su mano un par de veces frente a Kuroro pero estaba confirmado que lo habían perdido.

Tserriednich se acercó al rubio tomándolo del brazo y pidiéndole que volviera adentro.

Tserriednich: espero que estés orgulloso de lo que hiciste.

El rubio no dijo nada, simplemente se dió la vuelta y caminó adentro claramente molesto. Kuroro deseaba en el fondo de su alma que ese hermoso chico no estuviera casado con ese patán.

Ví toda mi vida cómo si ya la hubiera vivido, un lugar lleno de fiestas aburridas, siempre la misma gente intolerante y las mismas charlas vacías, nadie se daba cuenta de cómo me sentía, nadie se preocupaba por mi. Estaba harto.

Kurapika: (entrando a su habitación) ¿Palm?

Llamó a su sirvienta varias veces mientras se quitaba todas aquellas joyas y cosas incómodas que soportaba cargar para complacer a su madre.

Le molestaba ser sólo un objeto de exhibición por su belleza Kuruta, Neón sólo lo había adoptado por sus ojos escarlata y su origen, Tserriednich era un coleccionista al igual que su madre.

Nadie lo sabía pero Kurapika sólo servía como garantía de un trato donde Tserriednich enriquecería a Neón a cambio de quedarse con el Kuruta para seguirlo exhibiendo en carne viva como un trofeo andante.

Todo eso lo llevó al colapso, Kurapika empezó a gritar desesperado, ya no aguantaba ni un segundo más fingiendo que tenía la vida perfecta, su cabello quedó despeinado después de que se quitara todos aquellos adornos que sólo le lastimaban el alma.

Arrojó todo por los suelos y al no recibir una respuesta de Palm, en medio de su delirio de gritos empezó a ver todo en rojo, miró su reflejo en el espejo, definitivamente se veía como lo que era ante los demás.

Un Kuruta de ojos escarlata, una belleza exótica que más aumenta su valor cuando sus ojos cambian de color. En otras palabras, la más cara de las joyas.

Salió disparado empujando entre los pasillos a los burócratas y gente de la alta clase, ya no le importaba lo que pensaran de él. Pronto les dejaría de ser un estorbo, pronto destruiría el preciado trofeo que todos querían tener.

En la superficie del barco se dirigió lo más rápido que sus zapatos incómodos le permitían correr hasta la orilla de la proa. Su llanto y pasos apresurados fueron escuchados por el azabache que descansaba con un libro en la cara tratando de leerlo idiotamente.

Se incorporó siguiendo con la mirada a la persona que pasó a su lado y después la siguió cuando por la vestimenta que llevaba y el cabello rubio que poseía supo que era el mismo chico que había visto unas horas antes.

Kurapika había escalado el barandal y se sostenía del otro lado con la intención cobarde de dejarse caer al mar por el cual la nave iba a gran velocidad. Dudó de su decisión cuando sintió miedo pero más miedo le tenía a vivir el resto de sus días con ese hombre ambicioso y egocéntrico.

Para su sorpresa, cuando por fin se decidía entre la vida y la muerte, una voz lo interrumpió, ¿cómo pudo darse cuenta tan rápido? ¿era un enviado de Tserriednich?