TITANIC | KuroKura

11.- Escupe como hombre

En la mesa continua a la de las damas estaban Tonpa y el capitán del barco, Isaac Netero, conversando durante su almuerzo.

Tonpa: ¿Aún no se ha encendido la cuarta caldera?

Netero: No es necesario. Nuestra velocidad es excelente.

Tonpa: la prensa conoce el Titanic y sus maravillas, debemos darles algo nuevo de qué hablar. Este viaje inaugural del Titanic debe aparecer en los titulares.

Netero: Señor Tonpa, yo prefiero no exigirle tanto a los motores hasta que estén debidamente asentados.

Tonpa: sólo soy un pasajero, usted debe decidir lo mejor. Pero que gloriosa travesía final si llegara por la noche y los sorprendiera, se jubularía por el triunfo.

La influencia de Tonpa era tomada en cuenta por el capitán pero aún así no estaba al 100% seguro de que fuera una buena idea apresurar tanto las máquinas.

Kuroro: nunca me interesó más que plasmar lo que vivía, ¿entiendes? otro tipo de arte como el dadaismo o el cubismo no me interesaban.

Kurapika: mi sueño siempre fue escaparme y convertirme en artista. Vivir en un desván, ¡pobre pero libre!

Kuroro: no duraría ni dos días, casi no hay nada de agua caliente, ni caviar.

Kurapika: nunca me gustó el caviar y tampoco me gusta que la gente diga los sueños que debo y no debo tener.

Kuroro: lo siento.

Kurapika: está bien. Todos esperan que sea un chico fino y delicado ¡pero no lo soy! soy agresivo y fuerte pero no lo aparento. Estoy aquí para ser algo y sólo sirvo como un adorno. Mis manos fueron hechas para trabajar.

Camarero: (pasando con una bandeja en mano) ¿desea algún té o un poco de  caviar, jovencito?

Kurapika: ¡No!

Kuroro ríe por la ironía de la situación que vivía el rubio.

Kurapika: yo sé que hay algo en mi, un futuro diferente, podría ser un artista, pintor, escultor o... (observa a un hombre rodando una toma con una cámara) ¡Un actor! (Corre y se coloca frente a la cámara sostenido de una columna.

Kuroro sonrió al ver al rubio disfrutando de ese pequeño momento de libertad donde podía ser él mismo sin fingir, sin ser educado en extremo, siendo un adolescente en busca de su identidad.

Tras caminar durante horas y seguir hablando de sus vidas se detuvieron para mirar hacia el mar por cubierta.

Kuroro: estuve en Los Ángeles y fui al puente de Santa Mónica donde hacia retratos por 10 centavos.

Kurapika: ¿Porqué no puedo ser como tú? dirigirme al horizonte cada vez que lo desee. Di que iremos a ese muelle aunque sólo hablemos de eso.

Kuroro: No, claro que iremos, beberemos cerveza barata, subiremos la montaña rusa hasta vomitar, montaremos a caballo en la playa, pero debes hacerlo como hombre, sin silla.

Kurapika: (riendo asombrado) ¿Con una pierna a cada lado?

Kuroro: Sí.

Kurapika: ¿Puedes enseñarme?

Kuroro: claro, si quieres.

Kurapika: enséñame a montar como hombre.

Kuroro: y a máscar tabaco como hombre.

Kurapika: y... ¡a escupirlo como hombre!

Kuroro: ¿No aprendiste en la escuela de modales?

Kurapika: (con asco) ¡No!

Kuroro: te enseñaré, hagámoslo.

Kurapika: No, espera, ¡Kuroro! no sé hacerlo.

Kuroro: mira atentamente.

El azabache escupe a una gran distancia dejando a Kurapika impresionado.

Kurapika: eso es asqueroso.

Kuroro: es tu turno.

Kurapika escupe pobremente hacia abajo con discreción y vergüenza a que lo vean.

Kuroro: ¿eso qué fue? das lástima como hombre, tienes que agarrar fuerza, así. (Vuelve a escupir a gran distancia) ¿Viste hasta donde llegué? Debes hacer lo mismo.

Kurapika asiente y toma un poco de fuerza logrando algo más decente.

Kuroro: bien, eso estuvo mejor, tienes que practicar mucho para que te salga perfecto.

Vuelve a gargarear para escupir nuevamente pero Kurapika le golpea el hombro apuntando detrás suyo sólo para encontrarse con algunas señoras de la alta clase. Kuroro tuvo que tragarse la saliva para evitar una mala impresión que de por sí ya lo era.