14.- Una verdadera fiesta

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Después de más charlas, llegó el final de la cena y los presentes empezaron a despedirse como era costumbre. Tserriednich se ofreció para acompañar a Kurapika a su camarote pero se negó y dijo que se quedaría.

Kuroro: aquí tienes, Senritsu (entregándole una pluma después de usarla)

Tonpa: Kuroro, no quieres venir con nosotros? no querrás quedarte entre puras mujeres ¿o sí?

Kurapika sólo bajo la cabeza al escuchar eso, le molestaba que lo tomarán como si fuera una chica más y Kuroro lo sabía.

Kuroro: no, en realidad ya me tengo que ir.

Tserriednich: será lo mejor, se habla de negocios, política y eso, no te interesa, pero gracias por venir.

Una vez que Tserriednich se retira con los demás hombres, Kuroro se acerca a Kurapika y le toma la mano para darle otro cálido beso al que no podía negarse, sólo él podía tratarlo así, a su lado se sentía querido y protegido.

Kuroro: que descanses, Kurapika.

Al soltar su mano, Kurapika sintió que había dejado un pedazo de papel, una nota que rápidamente guardó, Kuroro se retiró discretamente mientras el rubio leía por debajo aquella nota que decía:

Haz que cuente, encuéntrame ante el reloj.

La escalera principal de la alta clase era conocida por el gran reloj que tenía en el descanso, las 12 de la noche y el reloj sonaba frente a él. Kuroro escuchó sus pasos y dió la vuelta para encontrarse nuevamente con el rubio a pesar que debería haberse ido a dormir, estaba a su lado, dispuesto a pasar más tiempo juntos.

Kuroro: ¿Quieres ir a una verdadera fiesta?

Música alegre y una gran multitud de gente divirtiéndose era la escena que Kurapika podía apreciar al llegar ahí, todo era tan diferente y dinámico que la emoción lo invadía.

Hisoka: (bailando con Gon) ¿Está bien si pongo mi mano aquí? (Tocando su trasero)

Gon: (alegre e inocente) ¡sí! (Me mamé con esta escena)

Kurapika estaba sentado sobre un banquillo compartiendo con extraños y bebiendo cerveza mientras Kuroro bailaba con una pequeña niña llamada Reina. (Referencia a las hormigas quimera)

Aplaudiendo al ritmo de la gaita y los tambores cualquiera tendría ganas de salir a bailar.

Algunos hombres ya pasados de copas hacían locuras que Kurapika no había visto antes, esas personas realmente sabían cómo ser felices.

Kuroro: (acariciando el rostro de Reina) ahora bailaré con él, ¿está bien?

Kurapika: (deja de aplaudir) ¿Qué?

Kuroro: a bailar. (Lo atrae a la pista de baile hecha de madera)

Kurapika: Kuro, Kuro, espera. No sé hacerlo.

Kuroro: tendremos que acercarnos un poco (lo toma por la cintura) así.

Reina observa cómo la pareja se ve tan bien junta, Kuroro voltea hacia ella y le sonríe.

Kuroro: tú eres mi favorita, Reina.

La niña sonríe feliz con el cumplido del azabache que se lleva a Kurapika para hacerlo bailar al ritmo de la música, es decir, al ritmo que nace de su corazón.

Kurapika: no me sé los pasos.

Kuroro: yo tampoco, sigue el ritmo. No pienses.

La diversión aumentaba a cada paso que daban, bailar con Kuroro era un regalo, sonrisas por todas partes, ¿acaso era el valle de la felicidad? cuando menos lo esperó, ya había inventado sus propios pasos de baile y se movía sin ayuda, Kuroro y Kurapika fueron pronto el centro de atención de la fiesta. Se estaban volviendo locos, pero locos juntos.






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