XIX

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Me hubiera gustado decir que aquella tarde -después de nuestro descubrimiento- todo fue color de rosa y pudimos salir a comer como lo habíamos planeado. Pero la realidad fue que, en cuanto abrimos la puerta como un par de ingenuos chiquillos, el tormentón se burló de nosotros y nos golpeó el rostro de frente.

—Tal vez hoy podamos— murmuró Minho, sosteniendo la perilla de la puerta, le he mirado insegura pero al final le he asentido para que abriera la puerta.

—¡Ciérrala, ciérrala!— me apresure a decir refugiándome detrás de su espalda para no mojarme. Vaya lío.

Tal vez hoy po...

Tal vez hoy...

Tal vez...

Tal vez...

¡Maldita sea! Ya era domingo, ¡Y ni una sola vez hemos podido salir durante la semana!

Me deje caer en el sofá con los brazos cruzados y la cara hacia el respaldo, estaba frustrada. —Lo siento— lo escuche murmurar cuando se sentó en el otro sofá.  —Yo fui quién insistió en salir y ahora estás triste por ello.

Le he mirado por detrás del hombro para después voltear hacia la ventana, no podía quejarme de la lluvia porque sin ella Minho no estaría aquí y no serviría de nada que estuviera perfectamente soleado para salir...

Me senté con las piernas cruzadas mientras pensaba un poco más. —Tengo un par de impermeables— le dije. —Nunca los he usado, pero seguro que sirven— le asegure mientras me ponía de pie e iba al armario. ¡Seguro que ahí estaban!

—¿Estás segura de esto?— me preguntó antes de tomar el pomo de la puerta. Le he mirado determinada mientras le asentía y observaba una sonrisa llegar a su rostro. —Aquí vamos, entonces— contestó volteando hacia mi para colocarme el gorro del impermeable antes de abrir la puerta.

Era una lluvia suave, pero no nos sorprendería que diez minutos después aquello cambiara por completo. El clima era bastante caprichoso últimamente. Podía escuchar perfectamente el sonido de las gotas cayendo en el material de plástico que teníamos puesto y una que otra persona pasaba con su paraguas.

Voltee a ver a Minho con una sonrisa —¿A dónde quieres ir?— le pregunte con una sonrisa de oreja a oreja. —¡Ah, esto es genial!— balbuce con entusiasmo mientras comenzaba a caminar por delante. 

Al final nos hemos detenido en un parque que estaba cerca de la casa, jugando torpemente mientras pateábamos los charcos que se iban formando en el suelo. 

—¡Basta!— me queje entre risas y tratando de empujarlo. 

—Pero si tú empezaste— se quejó él con el ceño fruncido. 

—Pero me doy por rendida— le conteste volteándolo a ver.

—No es tan sencillo— respondió él acortando los pocos centímetros que quedaban entre nosotros hasta tenerlo frente a frente.

—Yah, te prometo que ya me rendí— le asegure, sujetando sus manos de forma juguetona y moviéndolas de adelante hacia atrás.

—¿Y qué si no?— preguntó.

Me encogí de hombros —Pues puedes vengarte como hace un momento— le respondí soltando sus manos para apresurarme a bajar su gorro del impermeable y salir corriendo.

—¡Dijiste que te habías rendido!— se quejó tratando de alcanzarme, por supuesto, no demoró nada en hacerlo pero bastó para que ambos termináramos con una respiración agitada y rápida.

—¡Está bien, está bien!— dije mientras reía y lo volteaba a ver. —Ganaste— agregue jadeando por haber corrido tanto. El pelinegro no respondió a mis palabras, solo se limitó a observarme por unos segundos hasta llevar sus manos al gorro de mi impermeable para quitármelo, acomodándome unos cuantos cabellos detrás de la oreja haciendo que lo volteara a ver.

Solté un suspiró agitada, mirando mi propio reflejo en los ojos de Minho. He dado un último suspiro acortando la poca distancia entre ambos para depositar un pequeño beso en sus labios y volver a alejarme unos milímetros. Minho se quedó quito unos instantes, probablemente procesando lo que había hecho o pensando en qué decir. Quizá estaba buscando la manera de rechazarme, o no le había agradado. 

Aparte la mirada de sus ojos cuando no obtuve respuesta alguna, tratando de retroceder, pero la mano de Minho tomando con delicadeza mi mentón para regresar la mirada a sus ojos me lo ha impedido. Y yo no pude hacer nada más que cerrar los ojos con lentitud cuando su nariz acarició la mía con tanta ternura.

Coloque mis manos en los hombros de él, dándole permiso para lo siguiente. Los movimientos de los labios de Minho eras seguros contra los míos. Él, a comparación de mi, sabía lo que quería y no dejaba que la timidez lo cohibiera y eso solo hacia que la hormiguees que provocaba en mis labios con cada movimiento que hacían los suyos me encantara. Porque si él transmitía seguridad yo podía corresponder el beso de la misma forma. Valiente. 

Sus labios presionaron los míos por una última vez para después separarse a una distancia mínima. —Siento la lluvia dispersarse— me avisó con algo de tristeza mientras sujetaba una de mis manos. Le he mirado al rostro haciéndole el cabello mojado a un lado. Se iba a ir... ¿Por qué comenzaba a ponerme triste que se fuera? Volvería a venir, cuando volviera a llover, volvería a aparecer en mi casa. 

—An— lo escuche llamarme al ver que no respondí nada. —Vayamos a casa antes de que deje de llover, no quiero que te quedes sola— pero lo estaré cuando llegue a casa...

Le he asentido con la cabeza mientras comenzábamos nuestro camino de regreso, tomados de las manos. —¿Tienes frío?— me preguntó en el camino. 

—No— murmure con la mirada puesta en mis zapatos. Al llegar a casa y quitarnos los zapatos Minho tomó los suyos y se dirigió hacía el jardín. —¿Y-Ya te vas?— me apresure a preguntar mientras lo seguía por detrás. El pelinegro detuvo sus pasos para voltear hacía mi, abrió la puerta corrediza y dejo los zapatos en el suelo por un momento. 

—Me alegra ver que no soy al único al que le está comenzando a costar trabajo despedirse— habló con una sonrisa de lado. 

—No es eso— le respondí excusándome al mismo tiempo en que lo volteaba a ver. 

—Vale, vale— musitó agachando unos segundos la vista para después caminar hacía mi y tomar mi rostro con ambas manos. —Hasta la próxima vez, entonces— dijo mientras me daba dos besos cortos en los labios y uno en la mejilla. 

—M-Minho— me queje avergonzada de mis mejillas ruborizadas por su culpa.

Soltó una risa asintiendome con la cabeza —Si, si, ya me voy, ¿Segura que no te despides de mi?— me preguntó cuando le echó una miradita al patio, la lluvia cada vez era menos constante. 

—¡Agh!— gruñí apresurándome a llegar hasta donde se encontraba él para abrazarlo y esconder mi cara en su cuello, mi cara ardía. —Hasta pronto— murmure. 

The boy of the rain [Lee Know/ Lee Minho; SKZ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora