PRIMER LIBRO | Una nacida bajo la luna de sangre, mitad mortal y mitad hija de la noche. Un hereje para todo lo conocido hasta ahora.
La reina de las brujas está oculta entre los mortales. Su nombre jamás podrá ser mencionado, sino, las tinieblas s...
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━━━━━━━━━▼━━━━━━━━━ Cuando ambos llegaron, me aseguré de estar parada sobre la capota, dejando correr el tiempo en su transcurso habitual. No podía evitar perder la mirada en el hermoso coche que tenía Lucifer. Sin duda, me recordaba a uno blanco que tenía mi madre cuando los tiempos eran más fáciles. — Si tanto te gusta, algún día podríamos hacerlo en él.- me susurró al oído.- Solo si quieres, claramente. Mis ojos se rodaron como ya tenían por costumbre y la verdad, gracias a eso conseguía olvidarme del desorden que causaba en mi mente mirar su mano vendada. — Ni en tus mejores sueños, Playboy.- pronuncié con cierto retintín. Una sonrisa de pulcros dientes me hizo imaginar todo lo que podría estar circulando por sus pensamientos, y que prefería no saber. — Ahí no tienes control, encanto...- arqueó las dos cejas como Electra causándome una eufórica risa.- ¿qué es tan gracioso? — Nada, solo me recordaste a una amiga. Busqué restarle importancia. — ¿A la señorita Shepard? Como de cotilla podía llegar a ser, se las daba de duro pero a veces parecía ser incluso inocente. — Precisamente, no.- me giré andando hacia detrás.- y a ella ni acercarte. Le reprendí mientras le señalaba con el dedo dejándoselo bien claro. — ¿A qué viene ser tan protectora con tu amiga? Su tono de voz aterciopelado me invitó a tal vez abrir una puerta que no sabía si era mejor dejar cerrada. — Ella fue un pilar fundamental cuando no tenía a nadie más con quien compartir mis temores e inseguridades.- dije sin preocuparme de lo que pudiese pensar de mí. Su rostro pareció entristecerse, como si en cierta manera aquello le hubiese afectado hasta el grado de haberse preocupado por una simple chica. — No sé ni para que lo he contado...- añadí algo arrepentida por su silencio. — Puede que los encantos del diablo hacen que tiendas a contarme tus secretos más oscuros.- susurró pareciendo molesto por aquello. Fruncí el ceño para negárselo. — Ya te digo, que por eso no es ni de coña.- me encogí de hombros.- puedo asegurarte que si lo he hecho es porque quería sacar el tema y... a la que suelen contarle las personas sus secretos más oscuros suele ser a mí.- seguí aquel juego que había empezado. Una sonrisa picaresca al igual que desinteresada se mostró en su rostro de facciones bien definidas. — ¿De verdad no eres un ángel... o tal vez un demonio?- me preguntó para asegurarse.
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