PRIMER LIBRO | Una nacida bajo la luna de sangre, mitad mortal y mitad hija de la noche. Un hereje para todo lo conocido hasta ahora.
La reina de las brujas está oculta entre los mortales. Su nombre jamás podrá ser mencionado, sino, las tinieblas s...
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━━━━━━ ▼ ━━━━━━ Aquella mujer con tenues pasos que hacían sonar la sofa que rodeaba su cuello, lentamente se iba aproximando a mí... volviendo cada vez el ambiente más gélido e inhóspito. — No puedes ser una Baltimore... eres una mestiza.— añadió con una voz tan seria que se clavaba en mi cuerpo haciendo que no pudiese moverme.
Entonces, mientras veía salir el vaho de mi boca, le contesté: — Lo soy... mi madre es Laureen Baltimore.— hice una pausa para coger aire. Porque cada segundo que pasaba, parecía como si el oxígeno no entrase en mis pulmones. Como si me estuviese muriendo.— y es cierto, que me tuvo con un mortal.
Sin más, todos los espíritus que revoloteaban a nuestros alrededor comenzaron a murmurar de tal manera que un chillido incesante comenzó a atravesar mi tímpano, haciendo que un fluido negro emanase de mis oídos.
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Traté de reponerme a ello, y le pregunté a la bruja por su identidad. No estaba para perder el tiempo, y más, sabiendo que este, cada vez se iba acortando a una vertiginosa velocidad. El reloj de arena que caía en este mundo, me rechazaba. Debía apresurarme antes, de que mi alma acabase presa en este lugar.
«Eméraude Baltimore.» Ese fue el nombre que salió de sus agrietados y ennegrecidos labios.
Y no pude evitar recordarlo. Sacarlo de mis más profundos recuerdos. Aquella trágica historia de una olvidada por el aquelarre, a una de las muy pocas brujas que verdaderamente se las dejó morir en la horca de Salem, para luego incinerar su cadaver.
— Como no podría conocer la historia de quien fue mi antepasada... de la bruja que murió porque el coven la abandonó.— al bajar la mirada, vi sus manos envueltas en hollín, negras como el propio carbón.— ¿qué fue tan horrible como para que dejasen a una de las nuestras, morir?
Y sus palabras helaron mi sangre, de tal manera que mi cabeza practicante era incapaz de procesar dicha información.
— Fue para salvar a mi hija.— el dolor o más bien la frustración eran notables en su tono de voz.— debía acabar con una de las nuestras y dársela como ofrenda, o aquel monstruo se la llevaría de nuestro lado.— apretó los dientes, y un chirrido molesto salió de estos.— pero me descubrieron, haciendo que perdiese mi honor. Todo por esa maldita criatura que trajo la desgracia a nuestra familia.
