𝐇𝐀𝐔𝐍𝐓𝐄𝐃 𝐃𝐄𝐕𝐈𝐋 ⌲ LUCIFER MORNINGSTAR

C H A P T E R XV

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Trataba de respirar pero el aire no entraba a mis pulmones, había dejado mi responsabilidad de lado.
¿Cómo había llegado a tal punto? ¿Qué había sido de mi obligación ante la diversión?

Lucifer parecía estar hablándome pero mis oídos pitaban con intensidad, y al tocarlos noté algo líquido para tras observarlo corroborar mis sospechas.
Entonces, algo súbitamente oprimió mis hombros acabando por ver las enormes manos del supuesto diablo sobre mí, captando de una vez mi atención.
— Tranquila, estoy aquí.— añadió con un tono completamente roto tras ver cómo un fino hilo de sangre salía de mi oreja. — voy a llamar a una ambulancia.

Iba a coger el teléfono mientras se le resbalaba en las manos como si fuese una pastilla de jabón, pero lo detuve en seco antes de que cometiese un tremendo error del que no tenía idea.
— Necesito ir a un lugar donde no haya nadie, por favor, no es necesario un hospital.— le indiqué clavando fuertemente mis ojos en los suyos envueltos en miedo.
— Hay u-un as-ascensor q-que da a mi Penthouse...

Su voz parecía ir evaporándose en el ambiente ante su preocupación por mí, y como pude le susurré que me llevase a ese lugar, haciendo que tras pasar por aquellas escaleras llenas de gente e instintivamente pulsase el botón, lo detuve.
— Por favor, necesito subir sola y que nadie entre bajo ningún concepto.— agarré mi estómago tras una fuerte punzada a la que él me agarró hacia él pero traté de apartarlo por si llegaba a toser sangre.— entenderé sino me dejas... pero si lo haces, deberás confiar en mí.

Le miré, y su demacrada expresión me lo confirmó tras frenar de que se cerrasen las puertas del ascensor.
Me metí, pero no sin antes gesticular mis agradecimientos, para seguidamente, dejar de verlo ante mi y comenzar a ascender.

Pegué el cuerpo sobre la pared del ascensor viendo las luces parpadear y el techo tambalearse.
La hora de las brujas estaba al caer, haciendo que el velo cada vez fuese más permeable.
Los ancestros estaban cabreados por mi ineptitud, y las lágrimas incontrolables que rodaban por mis mejillas me corroboraban que de verdad, la había jodido.

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Dentro de ese lugar, me dejé apoyar en una barra repleta de todo tipo de bebidas alcohólicas. Avancé por aquel suelo oscuro hasta llegar a un piano de cola con un bol de manzanas sobre este. Pase de largo el salón con sofás en color camel mientras que me iba agarrando a las paredes de piedra con lo que parecían ser inscripciones en sumerio. Finalmente, me encontré frente a esa enorme terraza sobre la que daba la profunda luna llena inundando de brillo de la noche aquel lugar. Estaba en su punto más álgido, y era ahora o nunca.