PRIMER LIBRO | Una nacida bajo la luna de sangre, mitad mortal y mitad hija de la noche. Un hereje para todo lo conocido hasta ahora.
La reina de las brujas está oculta entre los mortales. Su nombre jamás podrá ser mencionado, sino, las tinieblas s...
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━━━━━━━━━▼━━━━━━━━━ — Sácame de aquí. Le rogué al sentir como mis rodillas flaqueaban y podía notar a mi campo de visión tiñéndose de negro poco a poco.
Rápidamente, se dispuso a llevarme en brazos pero me negué para únicamente agarrarme con fuerza a su chaqueta y pasar mi brazo por detrás de su cuello a la vez que él me sujetaba con delicadeza por la cintura. Le pedí que me llevase al aseo, acabando por guiarle hasta el lugar.
Por suerte, conseguimos despistar a la seguridad ya que lo que menos necesitaba ahora... era acabar en un hospital.
Dentro de aquel sitio de paredes sumamente blancas, al igual que prácticamente todo. Me apoyé en uno de los lavabos habiendo varios iguales en línea. Al fijarme en que había un pesado mueble donde debía de estar guardado el material de limpieza, le indiqué que tapase con este la entrada. No podía permitir que nadie me viese en este estado y que tratasen de trasladarme aunque fuese a una ambulancia. Mi ADN estaba alterado al igual que todas las sustancias que componían mi cuerpo pero esto era a consecuencia del hechizo de magia negra, por lo que debía huir de las sospechas que pudiesen llevar a cualquiera a conocer lo que verdaderamente era. — Tienes que salir de aquí e ir a que te atienda un médico.— añadió Lucifer con cierta impotencia, como si le molestase lo que había hecho.
Le había salvado la vida, ¿por qué se comportaba así? Peor hubiera sido que me hubiese quedado quieta, observando como perdía lentamente la vida.
— Tranquilo.— insistí.— soy de... cicatrización rápida.— dije mientras un quejido de dolor se escapaba por mi boca, debido al fuerte escozor que me producía la herida.— Solo necesito algo para presionarme.
Él miró a su alrededor, viendo que los aseos estaban completamente vacíos. Le comenté que el papel era demasiado fino, al encontrarlo en el armario. Que eso acabaría empapado demasiado rápido y de nada serviría.
Noté la molestia en su rostro, buscando a su vez, desesperado por doquier. Finalmente, se detuvo para acabar en mangas de camisa tendiéndome su chaqueta de Armani. — No pienso manchártela.— me negué.— Seguro que es alguna edición limitada, y con lo que cuesta quitar las manchas de sangre... no podría.
Él abrió mi mano obligándome a cogerla, sin excepciones. — La ropa no es lo que más me importa ahora.— respondió tajante haciendo que sus ojos furiosos impactasen contra los míos con furor.— puedo comprarme muchas como estas.
Aquello consiguió cortar mi respiración, haciendo que cuando este se dio cuenta de lo que había dicho, retiró su mirada fija sobre la mía. Como si le hubiese cohibido.
— ¿Quién te ha disparado? ¿Le has visto?— pretendió parecer calmado, pero en su tono se presentía todo lo contrario.
