Te regalo

1.1K 40 13
                                    

Recuerdan que les dije que la noche cubría todo Marruecos y mi habitación, ahora el fresco aire del Líbano me despierta, he llegado aquí hace dos días, al abrir los ojos con la llegada de la realidad, llega un profundo dolor en ambas piernas, tengo calambres, tal vez tenga demasiada edad para tantos por decirlo de una forma sutil efusivos encuentros amorosos. Bostezo varias veces a la par que chillo de dolor y acaricio al otro lado de la cama en busca de la suave melena de Jade, sin embargo solo siento el tacto de la sabana, abro los ojos extrañados. Casi siempre soy yo quien que se despierta primero.

Con dificultad y ansiedad estiro las piernas y me levanto escuchando crujir varios de mis huesos, me froto los ojos, camino por la amplia habitación solo es cuando una ráfaga de aire frio me eriza la piel me percato de mi desnudez y de la presencia de Jade. Ella se queda con la boca abierta mientras devora un panecillo de guayaba.

-No es momento de que me seduzcas, es muy temprano-dice tomando un vaso de jugo de naranja.

-Siempre es más rico en las mañanas-digo besando su cuello a la par que se le escapa una carcajada.

-Said, por favor, para-dice entre risas.

-Mi camisa te queda muy bien-digo besando sus mejillas, me acerco a su oído suspirando, mientras la veo suspirar bajando sus brazos.

-No tienes idea de cuánto me excitas-suspiro a la par que meto ambas manos y tomo sus pechos con fuerza, frotándolos.

-Said, déjame terminar-suplica tomando su panecillo.

-¿Por qué no me devoras a mi? ¿No quieres comer aquello que sabes que te encanta? ¿No te apetece que te devore las piernas y te deje corriendo como un chorro?-digo besándole el cuello.

-¿Desde cuándo eres tan atrevido?-pregunta mirándome a los ojos.

-Tú no tienes idea de la influencia que tienes en mí, no tienes ni la más mínima idea, tú me conviertes en un diablo y en un santo en un instante-confieso agitando sus pechos en mis manos.

-Vamos a satisfacerte, enderézate-me pide con dulzura a la par que devuelve su panecillo a la canasta.

Toma mi gran erección en sus manos, masturbándola con lentitud, no me mira en ningún momento, está demasiado concentrada observándolo, toma mis testículos en sus manos agitándolos, haciéndome suspirar. No es sino hasta que con un erotismo exclusivo de ella devora mi pene, empujo mis caderas hacia adelante penetrando su boca, en un suave y placentero vaivén, ella me mira a los ojos, esta gimiendo, tomo su cabeza con mis manos la dejo quieta y prosigo con un rápido vaivén, mientras para mi absoluta sorpresa me empuja de las nalgas para más profundidad. Salgo de golpe a la vez que respira con dificultad.

-Sigue-susurra tomando mi pene masturbándolo a la vez que lame el glande con un inigualable talento, aplaudible, reconocible, yo sin embargo solo me dedico a gemir, mientras acaricio su suave cabello. Cuando siento que el orgasmo hará un esplendido acto de presencia salgo de golpe para acabar en sus bendecidos pechos, manchándole algunas hebras de cabello.

Ella respira agitadamente, yo me sostengo de la mesa cerrando los ojos, recuperando el travieso aire que se escapo de mis pulmones, me siento en la silla de al frente, abriendo las piernas moviéndolas esperando que la sangre llegue a ellas, a su par Jade se quita la camisa que por suerte se ha escapado de mi imprecisa puntería. Sin embargo sigue tomando jugo y comiendo panecillos, aun con mi semen escurriéndole por sus pechos, haciéndome sentirme violentamente excitado de nuevo. Sin poder quitarle los ojos de encima la veo comer.

-¿No vas a comer?-pregunta, no me atrevo a hablar sino que niego, ella ve debajo de la mesa mis piernas, siento algo de vergüenza, suspira y sigue comiendo.

Mas allá de la opresión del velo-(Jade y Said) (Corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora