Christian

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Estaba en la tienda de música. Yo necesitaba comprar un piano por recomendaciones de mi psicóloga ya que debía distraerme en algo y de esa forma superar mi antigua relación.
Yo no sabía nada de pianos pero ahí estaba.
Llegué y me dirigí con la encargada de la tienda. Había al rededor de 3 personas en la tienda así que no fue problema que ella me ayudara.
Comenzó mostrándome un par de pianos con cola. Definitivamente no quería uno de esos porque no tendría espacio en mi apartamento.

—¿Qué hay de ese? —pregunté señalando uno muy pequeño el cual sólo tenía teclas y estaba sostenido por una base metálica.

—Ese es un teclado eléctrico.

—¿Y qué tiene de diferente a un piano? —realmente no sabía nada sobre instrumentos.

—La verdad no lo sé. En un momento investigo —dijo la chica pero antes de dar la vuelta escuchamos una voz.

—Lo que lo hace distinto de un piano es que sus sonidos son eléctricos, tiene muchísimas funciones porque no sólo interpreta melodías, tiene sonidos pre-grabados e incluso tú puedes grabar algo.

Yo le sonreí y él me dedicó otra sonrisa. Al parecer el hombre estaba viendo las guitarras frente a los pianos, en ese momento entró una mujer pidiendo ayuda.

—Bien señorita —dijo la encargada de la tienda— regreso enseguida. Puede ver los demás instrumentos si así lo desea. Y gracias —esto último lo dijo hacia el hombre y él también le sonrió pero sus ojos azules volvieron a mí.

La mujer avanzó hasta la entrada.

—¿Buscas un teclado? —preguntó acercándose un poco más.

—Mi psicóloga me recomendó un piano, pero si te soy sincera uno de esos no cabrá en mi apartamento.

—¿Tu psicóloga? ¿Tenemos a una mujer emocionalmente inestable? —sonreí y él hizo lo mismo.

—Dijo que ayudaría uno —ese hombre era muy peculiar. Tenía algo muy distinto a todos los hombres que yo había conocido.

—Bien, pues yo tengo experiencia pero me quedo con el teclado. No sé lo que tú opines pero a mí me parece una opción genial. De todas formas creo que cualquier instrumento te ayudará.

—Supongo que si —su forma de hablar y esa sonrisa contagiosa eran perfectas.

Yo no podía dejar de notar esos ojos sobre mí, esa gran sonrisa que me dedicaba y su gran altura a comparación de la mía.

—¿Sabes tocarlo o tienes un profesor? —preguntó.

—A decir verdad no había pensado aún en un profesor, y es bueno que lo menciones porque así podré comenzar a buscarlo.

—No es por presumir pero tengo unos dedos mágicos. Tocando el piano claro.

Yo solté una carcajada y él ahora sonreía mostrando sus dientes. Entonces la encargada de la tienda llegó de nuevo.

—Entonces ¿se lo lleva o desea ver más? —dijo con una sonrisa.

—Creo que me lo llevaré —dije sin dejar de observar a aquel apuesto hombre con acento alemán y ojos preciosos.

—Bien, le pediré a mi compañero que lo meta en su caja original y mientras tanto pase por aquí para hacer el pago.

Yo la seguí no sin antes dedicar una sonrisa al hombre que se quedó observando las guitarras. Pasé a hacer el pago con mi tarjeta de crédito. Al estar listo y después de darme las instrucciones de instalación y la garantía volví a donde estaba el teclado y encontré a un empleado de la tienda y al hombre con quien había hablado hace un momento guardando el instrumento.
Al terminar ellos se ofrecieron para subirlo a mi auto y acepté. Al final les agradecí y el empleado volvió a la tienda.

One Shots Ramm (Rammstein)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora