Christoph

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Nosotros nos conocimos desde que lo vi tocar en Leipzig y comenzamos a salir. Lo vi tan lindo a pesar de estar en el fondo se lucía en la batería. El sudor cayendo por su cuerpo lo hacía verse más sexy. Al terminar el concierto se acercó a mi, tomamos un trago y después comenzamos a salir constantemente. Jamás me imaginé que mi vida cambiaría por completo a partir de esa noche, de esa decisión de ir a ese bar. Conocí lo que era darle a alguien el poder de lastimarte sin importar nada. Me enamoré.

Ya habían pasado un par de horas después de que desayunamos. Hoy tendríamos una cena donde asistirían los padres de ambos, en honor a su primer disco grabado, el cual estaba teniendo mucho reconocimiento en nuestra natal Alemania en ese momento, jamás esperamos todo el reconocimiento que tendría después. A pesar de toda la fama que alcanzó yo sabía que Chris merecía eso y más.

Cuando yo terminé de ordenar la cocina y lavar los trastos sucios, fui al baño de nuestro hogar. Nuestra casa no era muy grande pero ambos vivíamos muy felices, solos y juntos, que era lo más importante para nosotros. Till solía decir que era nuestro nidito de amor.

Al llegar a la entrada del baño me encontré con Chris comenzando a afeitarse. Tenía todo sobre el mueble del lavamanos y se observaba constantemente en el espejo. Era hermoso.

—Parece que —dije mientras estaba recargada en el umbral de la puerta con los brazos cruzados, él volteó enseguida observándome con una sonrisa— el señor Schneider quiere verse muy presentable esta noche —él me dio una gran sonrisa. Era el motivo de mi felicidad y de mi ser.

—La señorita de Schneider es la mujer más hermosa del mundo ¿está mal que quiera parecer un poco digno de mi mujer?

Esto me sacó una pequeña carcajada.

—Me parece que el señor Schneider es digno de cualquier mujer hermosa.

—Y el señor Schneider sólo desea ser digno de la mujer más hermosa del universo —sólo sonreí y él también —¿quieres ayudar al señor Schneider a quitar su bello facial para ser un poco guapo?

Me acerqué hacia él, al hacerlo me levantó de la cintura para hacer que quedara sentada en el mueble del baño que tenía un gran espejo, estaba frente a él y mis piernas estaban abiertas para permitir que estuviéramos más cerca. Amaba estar en esta posición.

—El señor Schneider ya es demasiado guapo, con o sin barba —sus azulados ojos me observaban. No es por presumirlo pero cada vez que me veía sus ojos lanzaban un brillo increíble.

Él sonrió mostrando sus perfectos dientes. Se estiró un poco para tomar la lata que tenía la espuma para afeitar. Primero lavó su rostro, lo secó y volvió a ponerse entre mis piernas.
Volvió a tomar la espuma pero enseguida se giró a observarme.

—Me sigues pareciendo la primera maravilla del mundo.

Yo sonreí con cariño y él se acercó a mí.
Esos labios que me volvían a la vida se abrieron ligeramente mientras Doom estaba cada vez más cerca. Comenzamos a besarnos, sus labios para mí eran la verdadera primera maravilla del mundo. Sus manos rodearon mis mejillas y las acariciaban, yo pasaba mis manos por su abdomen hasta que llegaron a su cuello y sujetaron su nuca aferrándose a ella. Después de unos segundos de sentir sus labios contra los míos moverse de una forma muy lenta se separó de mí.

—Ahora colocarás esto en mi rostro pero sólo donde tengo barba y bigote —dijo mientras agitaba la lata y me daba espuma en la mano.

—Bien —contesté con una sonrisa después de tener la espuma.

Yo simplemente comencé a ponerla en su rostro. Me picaba un poco su bello facial pero a pesar de eso me parecía el hombre más sexy del planeta. Mientras ponía la espuma pude notar que él no despegaba la vista de mí y de vez en cuando sonreía logrando hacerme sonreír. Yo podía tocar su rostro tan varonil, recorría su barbilla y parte de su cuello. Algo que jamás olvidaré es la sensación de no querer estar lejos de él jamás. Aún siento eso.
Christoph sostenía mi cintura y daba caricias de vez en cuando.

—Listo —dije con una sonrisa después de encargarme de poner la espuma.

—Bien, ahora me ayudarás a rasurarme —dijo mientras me entregaba su rastrillo. La sonrisa que yo tenía se borró de mi rostro.

—Puedo hacerte daño Chris, yo paso —al tener la afilada navaja en mis manos pasaron miles de cosas por mi mente. No quería cortar el hermoso rostro de mi novio.

Él soltó una carcajada al ver mi expresión de profundo terror y preocupación.

—Ya comenzaste así que ahora terminas —me entregó el artefacto y yo lo veía intercambiando mi atención a su rostro lleno de espuma— sé que no me lastimarás y yo te ayudaré.

Él me ayudó a sostenerlo y con su mano sobre la mía me mostró como debía hacerlo. De esta manera pude calcular la fuerza y la forma de hacerlo. Después de mostrarme el procedimiento, con una gran sonrisa, quitó su mano. Yo con mi mano libre sujetaba su hombro, por alguna razón esto me hacía sentir que yo tenía el control de su rostro y así no lo cortaría.
Comencé a pasar la hoja de afeitar y mi vista sólo estaba concentrada en el lugar donde pasaba el afilado artefacto porque yo no quería lastimarlo. Al llenarse de espuma la hoja de afeitar la enjuague y después de hacerlo vi a mi novio con una gran sonrisa.

—¿Qué ocurre cielo? —pregunté viendo sus ojos.

—Eres realmente sexy cuando estás concentrada cariño. Me vuelves loco.

Yo sonreí mostrando mis dientes y dando un beso pequeño y rápido en la punta de su nariz. Después seguí con mi trabajo.
Realmente él me observaba mucho pero no me sentía nerviosa, con él jamás me sentí así porque existía muchísima confianza, incluso cuando me veía con esos hermosos ojos azules no me intimidaba, lo único que me hacía sentir era la mujer con la mayor suerte y seguridad del universo. Ni siquiera ganando la lotería o convirtiéndome en la persona más rica del planeta podría sentirme tan afortunada como al estar siendo admirada por Christoph Schneider.

Al terminar de afeitarlo sólo sentí sus labios contra los míos, sus manos viajando por debajo de mi ropa para deshacerse de mi playera y sus brazos llevándome hasta la habitación para ponerme en la cama.

Sus manos quitaron mi pantalón mientras sus besos húmedos recorrían mi cuello hasta llegar a mi pecho. Él siempre lograba hacerme estremecer y sabía que hacer para hacerme sentir en el paraíso. Sus besos desataban una corriente de sentimientos extraños en mi estómago y sus suaves y tiernos besos me hacían sentir segura y cómoda a pesar del acto pasional que deseábamos tener.
Lanzaba suspiros mientras recorría mi piel y esta se erizaba al sentir su caliente carne haciendo contacto con la mía. Con cualquier pequeño roce Christoph lograba estremecerme.

—Te amo —dijo separándose de mi cuello para volver a tener contacto con mis labios para fusionarnos en un delicado y tierno beso lleno de sentimientos y locas pasiones que jamás nadie podrá describir con las palabras correctas. Ni siquiera yo que lo estaba viviendo personalmente.

Definitivamente era y soy la mujer con más fortuna y suerte del maldito planeta e incluso si algún día ya no estoy con él seguiré siéndolo sólo por el hecho de haber estado con Christoph. El amor de mi vida y el hombre a quien le he dado todo mi amor.

One Shots Ramm (Rammstein)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora