5. Secretos y cuentos para dormir

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Antes, cuando Hiro se escapaba a las peleas de robots, Tadashi lo encontraba por los rastreadores que escondía en sus chamarras. Ahora, después de escuchar a Gogo insinuar que Hiro regresaría solo al bar si no lo vigilaba, Tadashi considera que le vendría bien volver a saber en dónde se encuentra su hermano en todo momento. Decidió regresar a su viejo método, pero con algo más sencillo. Colocó un único rastreador en la cartera de su hermano cuando este se metió a bañar.

Sabe que ha hecho la elección correcta cuando se despierta por la noche. Hiro ha desaparecido y se ha llevado a Baymax consigo. Se apresura a vestirse. Le cuesta un poco de trabajo ahora que lo debe de hacer sólo, aunque no es una tarea imposible. Puede caminar, lento y a tramos muy cortos, pero puede. Resulta un alivio tomar asiento en la silla a sabiendas de que no tiene que volver a utilizar las piernas sino hasta la terapia del día siguiente. Luego se sienta a esperar a que Hiro llegue a su destino.

Se sorprende al notar que su hermano ha ingresado a la zona residencial de la ciudad. No tiene idea de qué es lo que Hiro va a hacer en ese lugar, pero comienza a asustarle. Recuerda las marcas de besos que decoran su piel constantemente. Su corazón se siente acelerado cuando el rastreador marca que Hiro ha entrado a una de las tantas mansiones. Se apresura a pedir un taxi. Le indican que llegan a su casa en menos de 10 minutos y le facilitan el precio de su viaje. Baja con la silla de ruedas y sale de la casa procurando no hacer mucho ruido para no despertar a tía Cass.

El taxi recorre las calles de San Fransokyo con una tranquilidad exasperante. Tadashi se siente intimidado ante los grandes caserones que se alzan a cada lado de la calle cuando entran a la zona residencial. Espera con el corazón en la boca mientras el taxi dobla la última esquina y se aproxima a la dirección indicada. Al acercarse, nota que un mayordomo se encuentra parado en la entrada de la mansión. Tadashi se aproxima tímidamente hasta él. El hombre lo mira por un segundo, parece evaluarlo.

—El joven Frederick me ha advertido que podría visitarnos alguna de estas noches, joven Tadashi—dice el hombre—. Mi nombre es Heathcliff, soy el mayordomo de la familia Frederickson. Permítame llevarlo a los aposentos del amo Frederick.

Tadashi no tiene tiempo de decir nada antes de que aquel hombre coja su silla del manubrio y lo empuje al interior de la casa. Le toma un momento procesar la nueva información. Al parecer, esta es la casa de Fred. Es difícil creer que el mismo chico que usa su ropa interior desde todos los lados posibles antes de cambiarla por algo limpio es el mismo que vive aquí. Tiene que creerlo cuando llegan a la habitación. Los cómics, las figuras de acción y los posters modificados con la cara de su amigo no dejan lugar a dudas. Otra cosa que no pasa por alto es que el mayordomo ha dicho que Fred (supone que hablaba de Fred) le advirtió que podría llegar cualquiera de esas noches. Se siente traicionado por sus amigos y su novia. Además, ¿para qué tanto secretismo? Tadashi supone que pudieron haberlo invitado sin problemas. Pero, como siempre, lo excluyen.

El mayordomo presiona un botón escondido en una estatua, el cual hace que se abra una puerta secreta que da lugar a un largo pasillo. Tadashi es guiado a través de él hasta otra entrada. La puerta está abierta y puede escuchar las voces de sus amigos desde dentro.

—Lo dejo que continúe solo su camino a partir de aquí, joven Tadashi—le dice Heathcliff al oído—. Es su elección el cómo proceder a partir de ahora. Si decide volver, me encargaré de hacerlo llegar a su casa sano y salvo.

Tadashi le agradece en silencio con un asentimiento de cabeza. Observa al mayordomo alejarse calmadamente por el pasillo.

— ¿Creen que realmente sea buena idea enviar a Hiro? — escucha la voz de Wasabi desde el interior. Suena nervioso.

—Es quien mejor conoce el Conservatorio...—comienza Honey. Su voz tiembla, parece estar dudando de sus propias palabras.

—Ya antes hemos entrado en edificios que no conocemos y ha salido bien—opina Fred—. Podríamos cambiar y dejarlo que guíe a quien vaya.

Viva las GaygasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora