Viva las Gaygas

7. Viernes de peleas de conejitos

Hiro vuela sobre San Fransokyo tan rápido como puede. Siempre que hay una emergencia está cogiendo, así que siempre llega tarde. Agradece internamente haber dejado que Kyle se pusiera el condón porque, de no haberlo hecho, no le hubiera dado tiempo de limpiarse antes de salir y ahora estaría malditamente incómodo. Puede ver a lo lejos la batalla que están librando sus amigos. Quisiera ir más rápido, pero los propulsores no dan para más. Debería revisar eso cuando tenga un tiempo. Desde donde está puede ver que es el mismo sujeto que robó la tesis de Karmi. Tiene el mismo traje blanco y la misma máscara tétrica. Está armado hasta los dientes como la vez anterior y, como en aquella ocasión, todos están teniendo problemas para lidiar con él.

Hiro consigue alcanzarlos a tiempo para bloquear un golpe que Gogo no tenía oportunidades de bloquear. Se encarga de la pelea cuerpo a cuerpo desde entonces, pues su amiga no parece tener más energía para seguir ella. Los demás atacan a larga distancia y, de vez en cuando, Wasabi interviene para darle un respiro a Hiro. Es difícil, agotador. El sujeto no parece cansarse nunca y a Hiro comienza a faltarle el aire. Cuando comienza a sentir que le pesan los brazos (¿Cuánto tiempo llevan peleando?), es cuando Hiro termina de entender lo que está pasando: los está cansando. Su objetivo era dejarlos agotados y lo ha conseguido. Hiro observa con horror como el sujeto se aparta lo suficiente para que a todos ello les cueste llegar a él. Luego saca algo de su traje y lo arroja en dirección a Honey Lemon. Todo ocurre muy rápido, pero Hiro lo ve como en cámara lenta. La cosa que el sujeto lanzó es una esfera plateada que tiene un par de lucecitas parpadeantes en color azul y verde. La esfera se estrella contra el pecho de Honey antes de que ni Hiro ni nadie pueda alcanzarla. La esfera estalla, es una bomba. Honey sale disparada hacia atrás y todos corren a verla mientras el villano escapa.

Hiro tiene la esperanza de encontrar a su amiga a entera y viva, con tan solo algunas heridas menores. Pero es imposible, por supuesto, que ella sobreviviera a una explosión tan directa. Honey tiene el pecho descarnado y las costillas hechas trizas. Ha perdido la quijada completa, también la parte superior de la boca, incluso parte de su nariz. Todo es un desastre grotesco de sangre, musculo destrozado y huesos triturados. La parte superior de su rostro se ha salvado. Tiene los ojos abiertos y la mirada perdida.

Está muerta.

Hiro siente que le falta el aire. Siente que se ahoga. No quiere seguir viéndola, pero no puede dejar de hacerlo. Sus ojos no se apartan de su pecho abierto ni de su carita destrozada. Honey, Honey que tanto se preocupaba por él. Honey que lo cuido como si fueran familia. Honey era su familia. Como su hermana, como otra madre.

Le falta el aire, su respiración se agita. Hay algunas voces al fondo. Honey tiene la cara destrozada y el pecho abierto. Hiro no puede respirar. No puede, no puede. Honey tampoco. Hay sangre por todas partes. Le duele el pecho. Quiere arrancarse el corazón. El corazón de Honey está hecho puré. Se le ha llenado el pelo de sangre. Todo está lleno de sangre. Hay trozos de carne en el suelo. Hiro los observa con horror. Trozos de carne, trozos de Honey Lemon. Tiene la mirada perdida. Quiere llorar. No quiere seguir viendo esos ojos. Honey no tiene mandíbula. Quiere vomitar. Quiere llorar. Honey Lemon está muerta. Hiro no puede con eso. No sabe qué hacer con sus manos, sus dedos se mueven ansiosos. Todo se siente tan irreal. Es demasiado. Quiere morirse. Se clava las uñas en los brazos, a través del traje. No es suficiente. Le duele el pecho, le duelen los ojos. Le duele el alma. Se araña la cara. El dolor se extiende por su piel. Necesita más de eso. Quiere morirse. Es mucha sangre. Sangre y trozos de carne. Se sigue arañando la cara. No puede parar. Son muchos trozos de carne. Le falta el aire, se ahoga. No puede es demasiado. Duele. No...

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Kyle se despierta de madrugada. Hiro está a su lado gritando y llorando mientras se revuelve bruscamente entre las cobijas. Sus gritos son desgarradores, hacen que a Kyle se le encoja el pecho y el alma. Se apresura a salir de la cama y apartar las cobijas para que Hiro deje de enredarse en ellas. Hiro no deja de soltar patadas y agitar los brazos como si fuera un niño a mitad de una rabieta, pero Kyle sabe que eso no es nada parecido a lo que está pasando.